General

Las “minas de la muerte” de Marruecos

Lucas De
La Cal, El Mundo, 16 may. 2018

En los
últimos cinco meses han muerto siete mineros en el interior de pozos de carbón
ilegales en el país magrebí. El último, un menor de 16 años esta mañana cerca
de la frontera con Argelia.
En la
región de Yerada miles de personas suben cada día a las montañas para
manifestarse. Piden trabajo para no tener que jugarse la vida dentro de las
minas. La policía ya ha encarcelado a 66 manifestantes.
Mujeres
se manifiestan contra la empresa explotadora de una mina en Tinghir
(centro
oriental de Marruecos), en 2012. Abdelhak Sennaafp
 

Hace
cinco meses todo cambió en Yerada. El cementerio de los muertos en las minas
clandestinas ya era demasiado grande en esta región al noreste de Marruecos.
Un pueblo dormido, bañado en pobreza y paro, despertó tras la muerte de dos
hermanos ahogados en uno de los pozos de carbón. Los vecinos se echaron a las
calles. Y hoy siguen saliendo todos los días desafiando la prohibición del
Gobierno de manifestarse.

Gritan
una y otra vez que sólo quieren un trabajo para poder llevar comida a casa sin
tener que jugarse la vida dentro de unas minas que cerraron oficialmente hace
20 años. Antes se manifestaban recorriendo la vía principal de la ciudad. Ahora
no pueden hacerlo allí porque desde hace dos meses, los 4.000 policías
destinados a controlar las revueltas del Rif, marcharon sobre esta región
cercana a la frontera con Argelia.
“Más
de 1.500 personas subimos cada día a las 14:00 a las montañas para protestar,
pedir trabajo y la libertad de los manifestantes detenidos durante estos meses.
Ya hay 66 personas encerradas únicamente por quejarse de las condiciones de
vida que tenemos”, explica un minero llamado Fuad. “Muchos seguimos
bajando a los pozos porque podemos vender el carbón en los hammam [baños
árabes]. Y no tenemos otra alternativa para ganar algo de dinero”, cuenta
otro minero.
El 22 de
diciembre, Hussain (30 años) y Jeduane (23 años), dos hermanos que vivían con
su padre en la aldea de Hassi Bilal, a las afueras de Yerada, murieron ahogados
atrapados en uno de los pozos, a 140 metros de profundidad, después de que
abrieran una pared que estaba llena de agua. El pasado 1 de febrero, otro
minero de 31 años falleció cuando se hundió el pozo donde se encontraba sacando
carbón. Y el 2 de marzo, en Sidi Bubker, uno de los pueblos de la región, Fathi
Bitari (27 años) murió al sufrir una descarga eléctrica del generador que
alimentaba de luz la mina donde estaba trabajando.
Sin
protocolos de seguridad
Yerada está
rodeada de seis montañas de desechos de carbón
que conectan con dos
galerías subterráneas. Alrededor hay centenares de pozos donde cada día cerca
de 2.000 mineros artesanales trabajan con maquinaria oxidada y generadores de
luz que no funcionan. Tampoco las poleas que les sujetan y el cable que sale de
la máquina de extracción hasta el interior del pozo, cumplen ningún protocolo
de seguridad. Ellos las han bautizado como “las minas de la muerte”,
y cuentan que desde que en 1927 una empresa belga descubriera los yacimientos
carboníferos ya han muerto más de 9.000 personas.
Aunque la
tragedia minera en Marruecos no sólo se concentra en Yerada. La semana pasada,
en la región de Zagora, el periódico ‘Hespress’ publicó la noticia de que dos
jóvenes habían muerto en el interior de una mina cuando estaban buscando unos
minerales que luego se pueden comprar en grandes ciudades como Casablanca o
Rabat. El primero de los chicos acababa de cumplir la mayoría de edad. El otro
sólo tenía 16 años. Trabajaban para una empresa que explota estos yacimientos
por todo el país. “El Estado debe asumir la responsabilidad legal en este
incidente. En las minas trabajan muchos menores explotados, que no cobran más
de 100 dirhams [9 euros] al día”, denunciaban vecinos de Zagora a
‘Hespress’.
Esta
mañana, en la región de Figuig, en la frontera con Argelia, el diario
‘Alyaoum24’ ha publicado que Yasin, otro adolescente de 16 años, moría al
derrumbarse las paredes de la mina abandonada de 30 metros de profundidad donde
estaba trabajando con su padre buscando plomo.
En Mibladen,
otra aldea de Marruecos a mitad de camino entre Zagora y Yerada, un periodista
y escritor de Casablanca, Hicham Houdaifa, lleva años denunciando la situación
de cientos de mujeres que alimentan a sus familias extrayendo minerales en las
minas de plomo. “Estos yacimientos fueron abandonados en 1970, pero hoy
las mujeres y muchas niñas se meten dentro de los pozos porque es la única
actividad económica que hay en la región”, explica Houdaifa. “Este
escenario se repite en todas las minas del país. Aunque sólo en Yerada han
salido a manifestarse”, sentencia el escritor.
Desde
Rabat, organizaciones como la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMD) han
pedido al Gobierno que libere a los activistas detenidos durante las protestas
en Yerada. A finales de abril, en una rueda de prensa, exigieron que las
autoridades debían responder las demandas de los habitantes “a través del
diálogo y no la represión”.
El
Gobierno marroquí prometió en enero un “plan de urgencia” en Yerada,
en el que incluía el cierre de los pozos clandestinos. Abdenbi Baaoui,
presidente del Consejo de la Región Oriental, dijo hace un par de semanas que
se habían destruido más de 108 pozos de los 3.400 que habían identificado como
ilegales. El plan de las autoridades también prometía oportunidades laborales
para los vecinos, sobre todo emplearles en las zonas industriales del país. Así
como la participación de las mujeres en las campañas de recogida de la fresa en
Huelva. “Se ha hablado mucho pero en este tiempo no se ha hecho nada salvo
reprimir con fuerza las manifestaciones”, protestan los mineros, que
seguirán saliendo cada día a las montañas para que se escuchen sus demandas
sociales.