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El Nobel y la escalera

 

Boris Pérez obtuvo el Premio Nobel en Fisiología y Medicina. El día diez de diciembre acudía a la ceremonia en el Salón de Conciertos de Estocolmo. Como todos los años la sala estaba adornada con flores que procedían de San Remo. El rey de Suecia realizaría la entrega de los premios.
Boris había obtenido este galardón por sus investigaciones que lograron avances en la lucha contra el cáncer. En unos años más esta enfermedad sería vencida. Un logro deseado y una distinción merecida y muy seguida por los medios.
Era el momento de la entrega de los premios. Recibía la medalla y el diploma que le acreditaba como galardonado. Feliz mostraba este premio y regresaba a su lugar en el Salón de Conciertos. Bajaba las escaleras y tropezó. Una caída aparatosa, pero sin importancia. El propio Rey le ayudó a incorporarse. No había pasado nada.
Por la noche asistió al banquete en el Ayuntamiento de Estocolmo. Presidido por la familia real, ese día asistieron unas mil trescientas personas. Todos le preguntaron a Boris por su caída. A todos les explicó que no había tenido importancia. Agradeció el interés a los asistentes cuando habló por el micrófono.
Tras el banquete regresó al hotel. Allí también le preguntaron todos por la caída. Durmió bien. Por la mañana revisó el correo electrónico y respondió algunas llamadas. Todos se interesaban por su salud. Todos eran muy amables.
De regreso a España atendió a los periodistas. Soportó algunas bromas sobre la escalera del avión, y alguna pregunta sobre si tropezaba y se caía habitualmente por las escaleras. En la televisión la imagen de su caída había dado la vuelta al mundo. En youtube era de lo más visto. En los programas de caídas era la secuencia estrella.
Nadia hablaba ya de la investigación ni del trabajo de Boris. No importaba. Su carácter cordial le hacía llevar bien las afirmaciones sobre si iba a coger el ascensor, por supuesto que no iría por las escaleras a pie, podría caerse. Tiempo después alguien le preguntó: ¿y al final para qué fue usted a Suecia? La respuesta era evidente: para caerme por una escalera.