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Diatriba de un exiliado


¿Qué es el exilio? Muchos parecen enunciar por veces el significado exacto de esa experiencia, de esa elección obligada. Pero pocas veces tenemos oportunidad de acercarnos al sentir profundo de quién transita por ella. Desde ZUR compartimos la voz de alguien que ha vivido de cerca el drama de amigos y compañeros, porque el exilio no es algo del pasado sino que para mucho sigue siendo un presente.

Hablen otros de su vergüenza. Yo hablo de la mía. 
Bertolt Brech


Nos prometimos solidaridades antes de abordar el avión…
Nos prometimos protegernos una vez cruzáramos las aduanas…
Nos prometimos contenciones…
Lo prometimos… 
ayer fue tanto y hoy es nada.

***

Hoy no quiero poemas, ni mensajes motivadores, ni cartas que un día prometieron, ni mucho menos las llamadas que nunca sonaron.
Hoy no quiero palabras de aliento, esas que auguraban un mejor porvenir… 
y porvenir nunca llegó.
Hoy no quiero emoticones felices, ni fotos de lo que fue la felicidad de antaño.
Hoy no quiero quererlos, hoy no quiero extrañarlos.

Hoy quiero este intento de diatriba…
llanto petrificado de primavera, verano, otoño, invierno… y el ciclo se repite.
Hoy quiero este intento de diatriba… 
grito ahogado ante la impotencia de la nada.
Hoy quiero este intento de diatriba…
colegas de pasillo, compas’ de tantas calles, tarimas y luchas compartidas.
Hoy quiero este intento de diatriba…
Hoy que me supera el frío…
Hoy que me carcome el hambre.

Y es que, mientras la solidaridad es hoy el posteo efímero de muros virtuales, día a día me veo enfrentado al muro indestructible de la alacena vacía, habitada por cucarachas famélicas, okupas de la miseria humana que ni yo mismo puedo alimentar.

Y es que, mientras ondean en alto las banderas yo ya no sé si me quede alguna.
Y es que, absortos en la coyuntura política, yo sigo condenado a la coyuntura del desempleo y el desamparo.
Y es que, mientras ustedes hablan de presos y cárceles, en perfectos análisis y estadísticas, yo soy la estadística, yo soy la cárcel misma.

No, hoy no quiero quererlos, hoy no quiero extrañarlos…
no quiero sus vocerías oficiales, no, cuando la carne propia sabe perfectamente qué pasó ese día, el día que allanaron mi casa y con ello, cada libro de Walter Benjamin, cada poema de Brecht, cada melancólica “redención” de Johnny Cash, cada afiche rasgado del cura Torres, cada cicatriz de lo que un día fue mío.
No, hoy no quiero quererlos, hoy no quiero extrañarlos…
no he podido quitarme el olor de la mazmorra, ni el recuerdo del sonido lastimoso de quienes ese día cayeron conmigo.

No, hoy no quiero quererlos, hoy no quiero extrañarlos…
las velas que prendieron por mi no alcanzan ya a iluminar mi alma.
No, hoy no quiero quererlos, hoy no quiero extrañarlos…
este exilio me ha podrido por dentro.