Eurogrupo: la comida no es gratuita
Marco Bersani 16/04/2020 |
Nuevas finanzas públicas. Los instrumentos puestos en marcha se encuentran dentro de la jaula de la deuda, sobre cuyo mantenimiento los socios europeos en pugna nunca han tenido una disputa. Los nombres de los instrumentos cambian, pero la sustancia sigue siendo la misma: todas serán deudas que pagar.
Tradotto da María Piedad Ossaba
Tras el acuerdo en el seno del Eurogrupo sobre los medios que deben ponerse en marcha para hacer frente a la emergencia sanitaria provocada por el Covid-19 y a la consiguiente emergencia económica y social, se inició la pugna mediática para saber quién ganó y quién perdió en el acalorado enfrentamiento entre los socios europeos.
Hasta ahora, esto es lo que se sabe sobre los mecanismos que se activarán:
a) el Sure, un instrumento de apoyo a los trabajadores, según el modelo de la cassa integrazione italiana [caja de seguro de desempleo parcial/técnico], con una dotación a escala europea de 100.000 millones, puesta a disposición por la Comisión Europea en los mercados bursátiles mediante la emisión de títulos; se trata de un préstamo, para cuya obtención Italia deberá aportar 25.000 millones en garantías de reembolso, para cuando la emergencia haya pasado;
b) el Banco Europeo de Inversiones (BEI), que creará un fondo para las empresas, con una garantía de 25.000 millones de euros, puesto a disposición de los Estados, para reunir capitales hasta 200.000 millones de euros a tasas muy bajas; los fondos recaudados se prestarán a quienes lo soliciten, a través de instituciones nacionales como la Cassa Depositi e Prestiti [Caja de Depósitos y Préstamos], a tasas de interés igualmente ventajosos y con vencimientos a largo plazo;
c) El Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), que activará un total de 240.000 millones de euros (para Italia hasta 36.000 millones de euros), sin condiciones de acceso, únicamente si el dinero solicitado se gasta directa o indirectamente para hacer frente a la emergencia sanitaria. Pero con todas las condiciones normalmente previstas por el MEDE, en el momento del reembolso.
En lo que respecta a los Eurobonos, esta cuestión se abordará en el punto genérico “instrumentos de financiación innovadores” que figura al final del acuerdo.
A la espera de ver en detalle los términos concretos del acuerdo, se puede decir ya que “la comida no es gratuita” y que los instrumentos establecidos están todos en la jaula de la deuda, sobre cuyo mantenimiento los socios europeos en pugna nunca han tenido divergencia. Los nombres de los instrumentos cambian, pero la sustancia sigue siendo la misma: todas serán deudas que pagar.
¿Podría ser de otra manera en el contexto dado? La respuesta es ciertamente sí, pero con el peligroso efecto secundario de exponer la ideología liberal y su castillo de naipes. Se podría y debería haber exigido que el BCE pusiera a disposición los recursos de diversas formas.
La primera está incluida en el artículo 123, párrafo 2 del Tratado constitutivo de la Unión Europea, que permite al BCE financiar directamente a las entidades públicas de crédito: ¿qué impedía la creación de un fondo europeo de emergencia para la salud pública, solicitando financiación directa al Banco Central Europeo?
Además, invocando las categorías jurídicas del “estado de necesidad”, del “cambio fundamental de circunstancias” y de la “causa de fuerza mayor” (artículo 25 de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas), habría sido posible solicitar la garantía del BCE sobre las deudas públicas nacionales, suspendiendo el pago de los intereses (60.000 millones/año para Italia) durante los tres próximos años.
E incluso, se podría haber exigido al BCE que ejerciera, durante un período mínimo de tres años, la función de banco central público, comprando directamente los bonos de Estado emitidos por los países para hacer frente a la emergencia sanitaria, social y económica.
Todas estas medidas habrían tenido el gran mérito de liberar muchos más recursos de los que se ponen a disposición hoy en día, terriblemente insuficientes, y, sobre todo, sin agravar las deudas públicas de los Estados. Todas las medidas que ni siquiera fueron consideradas por las oligarquías europeas y nacionales, ya que habrían tenido el gran mérito de desenmascarar la trampa ideológica de la deuda y de las restricciones de Maastricht.
Ha llegado el momento de reapropiarse colectivamente la economía, para impedirle que siga siendo la econosuya.