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“Se ha deportado a más de 2.000 subsaharianos en Marruecos en dos días”

CARMEN TORRES 15 de Agosto de 2018
Franciscano gallego y arzobispo de Tánger desde 2007, Santiago Agrelo no parece un sacerdote cómodo para nadie.

Critica por igual a las autoridades marroquíes, a las europeas y a los medios de comunicación, especialmente a los vinculados a la Iglesia, por su tratamiento sobre la inmigración. En un verano de récord histórico de pateras en las costas españolas, su voz sacude en redes sociales las conciencias más insensibilizadas con su defensa de los “excluidos de la tierra”, los “pobres de última generación”. Confiesa haber sentido “ilusión” con algunas decisiones del Gobierno de Pedro Sánchez y alerta sobre la última actuación de Marruecos para evitar la llegada de subsaharianos a Europa: arrestos y deportaciones masivas.

Pregunta.- Usted acaba de denunciar batidas, traslados forzosos o no sé cómo se puede denominar, de inmigrantes en Marruecos.
Respuesta.- Tampoco sabría yo cómo llamarlo porque seguramente habría que llamarlo de una manera en los bosques, de otra en las calles y de otra en los pisos donde viven los emigrantes. El hecho es que ha habido arrestos masivos y deportaciones incluso de gente que tiene su documentación de residencia en Marruecos en regla. Y yo no sé con qué criterios se ha hecho esto, no sé por qué razones ni qué base legal puede tener. No lo sé. Sólo sé que los emigrantes están muy desconcertados, muy desorientados y absolutamente indefensos.
P.- Se trata de emigrantes no marroquíes.
R.- Son subsaharianos, negros, digámoslo así, fácilmente identificables por el color, que es otra cosa que debiera hacer sonar las alarmas. Es decir: Una persona va por la calle, es negro y eso le hace ser sospechosa y susceptible de ser arrestada inmediatamente. Son cosas que yo no puedo entender.
P.- ¿Están en Marruecos a la espera de poder cruzar a Europa?
R.- Sí, la mayor parte de ellos, en realidad casi todos, incluso los que tienen papeles para residir regularmente en Marruecos, en realidad están a la espera de poder pasar a Europa. Eso lo sabe todo el mundo, es natural y es lógico. Ellos buscan un destino donde creen que podrán tener una vida más digna, donde podrán encontrar trabajo y cumplir su sueño de crear familias y poder atender a los que han dejado atrás. Ése es su sueño, lo llevan todos grabado en sus cabezas y me parece un sueño legítimo que debiera ser apoyado por las autoridades y no contrariado continuamente. Es otra cosa que no puedo entender. Una fuerza tan grande como la que hay en estos chicos, una fuerza enorme, una fuerza moral sobre todo, una confianza enorme en el futuro, una fe enorme que tienen, en su mayoría musulmanes, que les mantiene muchísimo en el camino. Y por otra parte son un potencial humano, moral y económico muy grande que yo no sé cómo Europa no toma esto en consideración seriamente. Simplemente se dedica a gastar dinero en rechazar, que es una forma de gastar dinero en impedir el futuro para estas personas y dejarlas sometidas a muchísimos riesgos, no excluido el de perder la vida.
P.- ¿Se refiere a las autoridades marroquíes, a las españolas o a las europeas?
R.- Me refiero a todas. A los que tienen autoridad política, que son los únicos que tienen capacidad para dar una respuesta al problema de la inmigración. Hasta me cuesta llamarlo problema. Son hombres de carne y hueso, mujeres de carne y hueso, niños de carne y hueso echados a los caminos por circunstancias muy penosas, muy dolorosas y muy difíciles. Es un camino de muchísimo sufrimiento y que desemboca con demasiada frecuencia en la muerte. La política tendría que enfrentarse al problema de estas personas para resolverlo, no para ignorarlo, rechazarlo o deshacerse de ellos. Yo creo que si los emigrantes fuesen considerados en Europa una posibilidad económica se les obligaría a entrar. Como se les considera prescindibles porque Europa no los necesita, estas personas parece que no tienen derecho a satisfacer sus necesidades. Entonces se les deja tirados al borde del camino. Y eso no es política, es simplemente ceguera. Ceguera.
P.- ¿Hay alguna estimación de cuántas personas están sufriendo esos arrestos y traslados forzosos? ¿Dónde se les lleva?
R.- Se habla de dos mil personas sólo en el territorio de mi diócesis, que es fundamentalmente la zona de Nador, cerca de Melilla, la de Tetuán, cerca de Ceuta, y la de Tánger, aquí en el Estrecho. Son muchas personas. En tres días deportar a dos mil personas son muchas. Parece que los llevan al sur de Marruecos, a ciudades como Agadir y Tiznit. Los chicos del bosque tenían un teléfono que les damos para llevarles alimentos. Cuando los llamamos nos dijeron que los habían llevado a Casablanca.
P.- Estos arrestos han coincido con la reunión de Pedro Sánchez y Angela Merkel en Doñana.
R.- Pues no sé si tienen que ver con eso. En el tiempo han coincidido, pero no sé si esa coincidencia ha de ser considerada como de causa-efecto. No sé si es consecuencia del paso de los 600 emigrantes el 26 de julio a la ciudad de Ceuta, no sé si fue consecuencia de las informaciones que se dieron entonces de violencia de los emigrantes con las fuerzas del orden. No sé cuál es la causa y se me escapa además el fundamento jurídico de todo esto: entrar en los pisos, sacar a la gente a la fuerza y secuestrar todo lo que tienen. O eso tiene un fundamento legal que yo desconozco o es un atropello, una aberración y un abuso hecho sobre gente no violenta, que sabe que la no violencia es su arma más poderosa y que el día que la dejasen estarían perdidos. Precisamente usar la violencia con esas personas multiplica esa injusticia por mucho.
P.- La inmigración está en el foco público también por cuestiones como la actividad del barco Aquarius, que no tenía dónde desembarcar a los rescatados en el mar.
R.- Yo creo que detrás de la actitud europea de negar acogida a los barcos de las ONG que se dedican a rescatar emigrantes en el Mediterráneo hay una especie de ideología que impone la seguridad de las fronteras, su inviolabilidad, las fronteras, en una palabra, por encima de las personas. Siempre habíamos aprendido y teníamos interiorizado que en el mar hay que salvar siempre y que cualquier barco debe detenerse y prestar auxilio si hay alguien se está ahogando. De repente eso deja de tener vigencia con los excluidos de la tierra, con estos pobres de última generación que son los emigrantes. Empiezan a ser más importantes las fronteras que las personas. Esto es un vuelco cultural que debería hacer sonar todas las alarmas en las universidades, en las escuelas y sobre todo en las iglesias porque no hay nada más importante que la persona. Esto del Aquarius me trae a la memoria necesariamente los muertos playa de la playa del Tarajal de hace unos años, donde de nuevo la frontera fue más importante que la vida de aquellas quince personas. Y ahí tenemos protocolos de actuación de la Guardia Civil que justificaron ese comportamiento por el que quince personas se ahogaron en el mar. Tenemos la actuación de la Justicia que de alguna manera justificó aquel crimen, porque es un crimen. Entonces, ¿dónde estamos? Estamos en un vuelco que atañe a las ideas, a la conciencia, a las leyes, a la justicia y a todo lo que constituye el entramado de la vida de la sociedad. Y es para tener miedo. Hoy dejamos tirados a los emigrantes y mañana nos dejan tirados a nosotros.
P.- Usted está describiendo un problema de gran envergadura. ¿La solución por dónde podría llegar?
R.- Yo soluciones no tengo, no sabría, no soy un político ni un economista ni un empresario… yo soy apenas un creyente que hace lo que puede. Dicho eso, una sociedad que ponga el beneficio, la ganancia, la economía y el capital por encima del valor de las personas está profundamente enferma. Eso por una parte. Por otra, como creyente y como responsable de una comunidad creyente, de una iglesia, tengo el compromiso, la responsabilidad asumida delante de Dios de enseñar a esta Iglesia y de caminar junto a ella al encuentro de los pobres. Voy a decir una barbaridad: supongamos que desde el punto de vista económico hubiera razones muy de peso para rechazar a los emigrantes. Supongamos que desde un punto de vista de seguridad hubiera todas las razones de peso que se puedan imaginar para rechazar a los emigrantes. Aun en ese caso, la Iglesia como tal, los creyentes y los cristianos tendríamos que estar al lado de los emigrantes, junto a ellos, y perdernos con ellos. Y este razonamiento necesito oírlo y repetirlo en las iglesias si no queremos traicionar el evangelio. Me gustaría ver a la Iglesia muy implicada a favor de los emigrantes, me gustaría verla en la calle por los emigrantes. Y esto ayudaría a resolver mucho la situación. Luego está otro principio sobre el que basar eventuales soluciones: un principio de solidaridad del que tiene con el que no tiene, del que tiene más con el que tiene menos. Solidaridad. No hemos venido al mundo para acumular, sino para compartir. Empezamos compartiéndolo todo, porque si no nos dan lo que necesitamos no sobrevivimos dos días. Hemos de aprender a compartir con los demás. Y esto es una forma de estar en el mundo que depende de la educación. Así que no le hablo de soluciones, pero sí de educación.
P.- Usted no quiere que se considere la inmigración como un problema. Pero así se entiende en Europa. Entonces, ¿qué es?
R.- La emigración es un problema gravísimo para los emigrantes, no para Europa. Ellos son los que duermen a la intemperie verano e invierno, ellos son los que tienen que mendigar lo que podrían ganar dignamente con su trabajo, ellos son los que tienen que pasar hambre y frío, expuestos a enfermedades y a todo tipo de infecciones de las que nosotros vivimos protegidos. Ellos son los que tienen un problema enorme y se lo causamos nosotros. Ellos no son un problema para nosotros, probablemente ellos sean una solución para muchos problemas nuestros empezando por la Seguridad Social; se necesita mano de obra y trabajadores que aporten fondos para lo que hoy mismo han de recibir los pensionistas. Uno de los problemas que tenemos muy serios en Europa es que a través del lenguaje, de la política y de los medios de comunicación hemos presentado al emigrante como un problema y como una amenaza. Entonces, el emigrante nunca es un hombre, una mujer o un niño, sino un sin papeles, un irregular, un ilegal, un delincuente, un posible mafioso o traficante de drogas, es uno que viene a quitarnos el trabajo y el bienestar social… Todo es una falsedad, una bola de nieve, un bulo gigantesco. El problema lo tienen ellos y se lo causamos nosotros. No sólo los problemas que tienen en el camino, sino también por qué lo emprenden. ¿Quién se lleva las riquezas de África? África es el más rico de los continentes y el menos habitado y resulta que sus habitantes son pobres. ¿Quién se lleva las riquezas de África? Va a resultar que somos nosotros. El problema somos nosotros.
P.- ¿Ha notado usted un cambio en la política migratoria real de este Gobierno respecto al anterior?
R.- Hombre, yo confieso que algunas decisiones del nuevo Gobierno me han hecho mucha ilusión, pero claro, hay que dar tiempo para ver por dónde van las cosas. De momento no se puede hablar de que haya una verdadera política de inmigración, hay que dar tiempo al tiempo. Algunas decisiones me ilusionaron, no quisiera que me desilusionaran a la vuelta de la página.