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Opinión: Siria y los errores de Occidente

Kersten
Knipp, DW, 13/03/2018

Es
difícil decir si Occidente pudo acortar la guerra en Siria. Pero una cosa es
cierta: cometió muchos errores, dice Kersten Knipp.

La guerra
en Siria es un caso para la historia ficción: ¿qué hubiera pasado
si…? Esta pregunta es particularmente urgente con respecto a los Estados de
Occidente. ¿Cómo habría sido esta guerra si hubieran actuado de forma
diferente? La interrogante no es para nada ociosa, ya que afecta directamente
al destino de innumerables fallecidos que, con un actuar distinto de parte de
Occidente, podrían seguir vivos.
Desde la
perspectiva actual, la historia de las decisiones occidentales es, ante todo,
una de las oportunidades perdidas. La más evidente ocurrió en 2013, cuando se
hizo patente que el régimen de Assad podría haber usado gas venenoso contra su
propio pueblo. En ese entonces, el presidente Barack Obama alertó sobre pasar
la “línea roja”, y advirtió sobre eventuales consecuencias. Pero
cuando finalmente se usó gas venenoso, Obama no hizo nada. Ignoró el veneno y
sus advertencias.
Obama y
las “líneas rojas”
Al
parecer, esa fue la última oportunidad para ponerle límites al régimen de
Assad. Todavía no estaba bajo la protección de Rusia e Irán, al menos no tanto
como lo está ahora. En ese momento todavía existía un equilibrio de fuerzas que
hubiera hecho posible cualquier tipo de intervención de Estados Unidos y sus
socios. Obama dejó pasar esa oportunidad.
Pudo
tener buenas razones para tal determinación. La intervención de Estados Unidos
en Irak hace diez años resultó un desastre político, moral y propagandístico.
La operación, basada en mentiras, hizo que se viera a Estados Unidos como una
nación neoimperialista, arrogante, imagen de la que aún no se han
recuperado. Realizar una nueva intervención en Medio Oriente, esta vez en 
Siria, era arriesgado: dependiendo de curso de los hechos y del resultado, la
reputación de Estados Unidos podía seguir arruinándose.
Pero el
riesgo estratégico tenía un costo incalculable, pues era un misterio cómo 
terminaría la intervención. ¿Assad se sentiría presionado? ¿Rusia e Irán
habrían aceptado una invasión? Y si Obama hubiera actuado invadiendo, ¿tendría
a parte del mundo islámico en su contra, sunitas y, quizás también, chiítas?
¿La intervención habría significado nuevos ataques yihadistas en Estados Unidos
y en Europa?
El precio
de la pasividad
Es obvio:
una invasión podría haber tenido consecuencias fatales. El dilema es que este
mismo resultado se aplica a la decisión de no intervenir. La situación actual
es bien conocida: Irán y Rusia tomaron el timón e intervinieron tan
intensamente que la confrontación ya no es posible para Occidente. Las demandas
de Washington y de las capitales europeas para que Assad renuncie se han
convertido en farsas y son cruelmente irrelevantes. Lo que Occidente quiere o
no quiere ya no importa. Los gestos habituales de quejas no impresionan a
nadie.
La
situación va más allá: el hecho de que Estados Unidos aparentemente
tuviera planes para sacar a Assad antes del inicio de la guerra,
probablemente también habrían sumido a Siria en el caos y deja ver a la
potencia como un actor de dudosas intenciones. Y la situación no mejoró cuando
Obama y sus aliados decidieron intervenir, pero sin verdadera convicción.
Apoyar a los rebeldes sí, pero no demasiado, por miedo. El falso apoyo (dicen
los yihadistas). Esta estrategia no es la mejor. Al contrario, alentó a una
creciente oposición a una batalla que ya estaba perdida. No sólo murieron
combatientes, sino que también lo hicieron cientos de miles de civiles que
fueron víctimas de la violencia más terrible, ejecutada con gran cinismo.
¿Falsas
promesas? ¡Nunca más!
Ahora la
pregunta es: ¿qué se puede aprender de todo esto? Las intervenciones de
Occidente se llevaron a cabo de forma dilatada y fracasaron sangrientamente,
tanto en Irak como en Libia. Una cosa es clara: Occidente es (actualmente)
incapaz de realizar intervenciones significativas a largo plazo.
Pero no
puede dejarle el campo libre a los demás: el giro que Rusia e Irán le han dado
a la guerra en Siria es de un cinismo que difícilmente puede ser superado. Para
el futuro, si bien para Siria es demasiado tarde, podemos tener presente que a
las posibles declaraciones deben seguir acciones concretas y bien pensadas, o
bien Occidente se queda fuera desde el principio. No se logra nada con las
habituales falsas promesas. Eso sólo empeora las cosas.