General

Derrotar el hambre exige el aporte de mujeres rurales

1 de marzo 2018

Este
artículo es parte de la cobertura de IPS sobre el Día Internacional de la
Mujer, el 8 de marzo.




La
aymara Adelaida Marca vende exitosamente en las sucesivas Expo Mundo Rural, en
Santiago, su apetecido orégano premium, de fragancia especial, producido en
terrazas en Socoroma, su pueblo en el altiplano del norte de Chile. Crédito:
Indap
SANTIAGO,
1 mar 2018 (IPS) – Adelaida Marca, una aymara que produce orégano premium en
Socoroma, en la precordillera del extremo norte de Chile, encarna la
recuperación de semillas patrimoniales, al mismo tiempo que representa una
fuerza laboral clave para el sustento de miles de personas y un futuro con
mayor equidad de género.
”Me
pidieron un orégano que fuera completamente limpio, sin palitos y verde, verde.
Yo logré esa calidad en la  altura en que vivimos, a 3.000 metros sobre el
nivel del mar”, contó a IPS esta agricultora familiar de 54 años.
Orgullosa,
subraya que su orégano “es un legado ancestral: las semillas las  heredé
de mis antepasados de varias generaciones”.
 
“Si
yo vivo de la tierra, puedo sobrevivir. ¿Pero con qué educo a mis hijos y
nietos? La tierra da frutos, pero no genera dineros. Yo si vendo en bruto lo
que saco de la tierra no tiene valor, pero si lo cocino tiene valor agregado”:
Juana Calhuaque.
“Se
produce en andenes (terrazas). El año pasado tenía una hectárea, pero como el
orégano es muy frágil al frío, perdí un tercio de mis cultivos. El fenómeno del
invierno boliviano (de lluvias copiosas en la cordillera andina, durante el
verano austral) nos favorece porque tenemos escasez hídrica y la lluvia ayuda a
las plantaciones” relató.
Marca
bautizó su orégano como Productos Socoroma Marka, y lo presentó con éxito en la
Expo
Mundo Rural
, celebrada en Santiago en octubre pasado, agotando sus
existencias en apenas dos días.
ONU Mujeres
decidió centrar este año al Día Internacional de la Mujer, el 8 de marzo, en el
tema “Ahora es el momento: las activistas rurales y urbanas
transforman la vida de las mujeres”
.
Argumenta
que las mujeres rurales y sus organizaciones representan un potencial enorme, y
hoy se  movilizan para reclamar sus derechos, mejorar sus medios de vida y
su bienestar.
“Utilizan
métodos agrícolas innovadores, crean negocios exitosos y adquieren nuevas
habilidades, luchan por sus derechos legales y se presentan como candidatas
políticas”, enumera la agencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)
en su planteamiento sobre las razones para seleccionar el tema de este año.
Las
mujeres rurales constituyen más de una cuarta parte de la población mundial y
la mayoría de 43 por ciento de la fuerza laboral agrícola
mundial, según datos de ONU Mujeres.
En
el caso de América Latina y el Caribe, según datos
de 2010 de la Organización
de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura
(FAO), la
participación femenina en la población económicamente activa en la agricultura
oscila entre 12 y 25 por ciento, según sus diferentes áreas.
La
urgencia de empoderar a las mujeres rurales
Julio
Berdegué,  representante de la FAO
para América Latina y el Caribe
,  dijo a IPS que “las 
comunidades rurales e indígenas tienen un papel crucial en la seguridad
alimentaria, en primer  lugar de sus propios pueblos. La persistencia del
hambre es muy alta  en las poblaciones indígenas. En muchos países 
duplica, triplica o cuadriplica los porcentajes promedios  nacionales”.
“Sin
que las comunidades indígenas sean  actores centrales, no hay  forma
de resolver el hambre en esos lugares”, agregó en la sede regional en Santiago.
Anamuri,
un modelo de productoras rurales

“Nuestra primera demanda es la producción sana y limpia y el derecho de cada
persona a consumir alimentos sanos”, dijo Alicia Muñoz, de la Asociación
Nacional de Mujeres Rurales e Indígenas (Anamuri), una de las organizaciones de
defensa de las productoras agropecuarias más reconocidas de América Latina.
“Si uno escarba en las comunidades campesinas e indígenas, se da cuenta que
allí está la sabiduría histórica de mujeres altamente conscientes y muy
conocedoras de los alimentos saludables para la humanidad”, agregó a IPS la
reconocida activista.
“El rol de Anamuri apunta a la incorporación de mujeres en sociedad y en
organizaciones y a cómo la producción de estas mujeres hoy se encauza a que
toda la sociedad en su conjunto aprenda a distinguir lo que significa una
alimentación sana y saludable frente a una alimentación intervenida y
transgénica”, detalló.
La otra demanda relevante que moviliza a Anamuri, subrayó, “es el trabajo digno
para la gente, que significa bien pagado y en condiciones sanas y saludables y
no en medio de plaguicidas y de químicos adonde la gente enferma y no puede
volver a ser la persona que antes fue”.
Y en el plano global, la organización apunta a “mercados locales para la comunidad…
que no tengan que salir a un supermercado sino que sean las propias campesinas
las que tengan sus mercados locales y abastezcan a esos consumidores de esas
localidades”.
“Si en cada localidad hay huertos y almacenes, pero producidos por las mujeres,
los campesinos y la pequeña agricultura, esto va a cambiar. Para eso estamos
coordinándonos con otras organizaciones del campo para hacer entender que la
agricultura campesina es la que salvará al planeta”, aseveró.

Berdegué
subrayó que “en estas comunidades hay inequidad de género importante, 
acceso a la tierra, acceso al poder político al interior de la
comunidades,  a la participación y eso es algo que es un tema sensible
porque hay normas,  hay usos,  costumbres propias de estos pueblos”.
“El
empoderamiento de la mujer indígena  es parte de la agenda en la lucha
contra la pobreza rural, la pobreza  y el hambre en las comunidades
indígenas” destacó.
Para
Juana Calhuaque, de Curarrehue, en la región de la Araucanía, en el  sur
de Chile, “la tierra es positiva, lo da todo. Pero lo que pasa es que hay que
venderla para poder tener ingresos”.
“Si
yo vivo de la tierra, puedo sobrevivir. ¿Pero con qué educo a mis hijos y
nietos?  La tierra da frutos, pero no genera dineros.  Yo si vendo en
bruto lo que saco de la tierra no tiene valor, pero si lo cocino tiene valor
agregado”, relató a IPS esta mujer mapuche, el pueblo originario más numeroso
de Chile.
Por
eso, Calhuaque abrió un pequeño local adonde prepara comidas usando hongos,
entre ellos los preciados dihueñes (Cyttaria espinosae), piñones y otros
productos originarios de su tierra, que ella misma cultiva.
“Yo
preparo los platos. Solo necesito que venga más gente y por eso quiero que me
entrevisten en la tele”, dijo.
La
aymara Marca, por su parte, usó las ganancias de su emprendimiento con orégano,
respaldado por el gubernamental Instituto de Desarrollo Agropecuario (Indap),
 para dedicarse
también al turismo rural
en Socoroma,  en la región de Arica,
en el límite norte de este estrecho y largo país sudamericano, con 17,6
millones de personas.
El
orégano “me permitió mejorar mis condiciones de vida y  cumplir mi sueño
de mostrar el territorio  a través del turismo. En Socoroma estoy
restaurando la casa de mi abuelo, que debe tener  más de 150 años, 
para ponerla de servicio a la ciudad”.
Un
problema que enfrenta Marca es “la falta de mano de obra, porque el trabajo de
la agricultura es muy pesado”. Otro es  “el transporte, porque los pedidos
cuesta hacerlos llegar y no está como para mandarlos en avión”.
El
orégano “es una de las pocas plantas que produce dos veces al año, lo que nos
permite hacer una rotación de terrenos”, explicó. En marzo y abril es la
próxima cosecha.
El
mercado juega a su favor porque “el orégano está alcanzando su valor porque
debía se trata de un producto natural, no transgénico ni con químicos”.
”Yo
produzco tradicionalmente, a granel y con un harneado (cribado) manual” relató.
“Aquí
hay mucha diferencia entre el día y la noche, por la oscilación térmica. Ese
contraste  hace que nuestros productos tengan más realce en su sabor y su
aroma. Y el abono natural que uso hace que este producto se diferencie de
otros. Mi orégano es muy aromático”, relató.
Para
ONU Mujeres, casos como los de Calhuaque y Marca  “garantizan la seguridad
alimentaria de sus comunidades y generan resiliencia ante el clima”.
La
agencia  advierte, sin embargo, que “prácticamente en todas las medidas de
desarrollo, las mujeres rurales quedan rezagadas frente a los hombres rurales o
a las mujeres urbanas, como consecuencia de las desigualdades de género y la
discriminación profundamente arraigadas”.
“Menos
de 20
por ciento
de las personas de todo el mundo que poseen tierras son
mujeres, y pese a que la diferencia mundial de salario entre mujeres y hombres
se sitúa en 23 por ciento, en las zonas rurales puede llegar hasta el 40 por
ciento
”, detalla como ejemplo de esas desigualdades.