Una mutación judía
Amira Hass 03/01/2020 |
Nos brillan los ojos: dinero. Un millón y un millón más. Tragamos saliva. Tomemos un poco más de ellos. Esta vez, digamos 149 millones de shekels (43 millones de dólares). No importa cómo se calcule. Lo principal es que podemos. Del mismo modo que podemos, y lo hacemos, reducir su economía, así seguirán dependiendo de las donaciones y de nuestros caprichos.
Tradotto da J.M.
Una trama antisemita contemporánea se está escribiendo ante nuestros ojos: un judío, de ojos azules y de talla alta, con un mechón rubio sucio y una nariz respingona, cuenta billetes reales con dedos virtuales y los envía por el desagüe, también conocido como el tesoro israelí. Pase la página: una niña palestina de Hebrón no recibe un tratamiento vital porque los judíos, como explican en el hospital del Gobierno, robaron el dinero de la paga por los medicamentos.
Otra página: la reconstrucción de una carretera principal en la ciudad de Yatta fue pospuesta por la misma razón. La siguiente página: los padres dicen a sus hijos que no pueden pagar su matrícula universitaria para el próximo semestre; sus salarios se redujeron una vez más a la mitad después de que Israel una vez más metiera su largo brazo en los bolsillos de la Autoridad Palestina.
¿Quiénes son ustedes, países europeos, dice el joven del apuesto mechón en la actual narrativa, para decirnos que violamos los acuerdos internacionales y el Protocolo de París sobre Relaciones Económicas? Si afirman eso, les responderemos que son antisemitas. Si hacen las protestas más débiles (como llamar a embajadores para consultas) diremos que su gente es descendiente directa de los nazis. Entonces sus parlamentos temblarán de miedo, debidamente, y se apresurarán a aprobar las condenas de los palestinos.
¿Es una ley de la naturaleza que los descendientes de una minoría oprimida y perseguida se conviertan en perseguidores y opresores, desheredadores furtivos, expulsores y megaladrones, como ha resultado la mutación judía que creció en Palestina/la Tierra de Israel? No lo sé. Pero sé que es una ley de la naturaleza que cada grupo perseguido se levante contra sus perseguidores. En olas, con pausas, con altibajos, solos y juntos. Por esperanza o por desesperación.
Es admitido, necesario y esencial discutir la sabiduría, la viabilidad, la eficacia o la moralidad y la congruencia con las filosofías de liberación de ciertos actos de resistencia y desafío llevados a cabo por los perseguidos. Uno puede cuestionar una táctica particular o rechazar el uso de otra, pero la lucha misma, la resistencia misma, no están en discusión. Son evidentes, una ley de la naturaleza.
Y además los socios activos en el despojo y la opresión no tienen derecho a sorprenderse por la forma en que se libra la resistencia y poner mala cara en desaprobación. Lo mismo es para aquellos que por su silencio, indiferencia y desprecio, colaboran con la violencia continua del opresor. La inmoralidad y el desprecio por la justicia, que se han convertido en la base de nuestra existencia, claman desde cada colonia y puesto de control en Cisjordania, desde cada soldado que vigila el campo de concentración que es la Franja de Gaza, desde cada gira de Taglit-Birthright a Israel y de todas las llamadas granjas familiares en el Negev.
La mutación judía está funcionando a toda velocidad para avanzar en un programa que no se enuncia en público: otra expulsión, lo más masiva posible, de palestinos de Cisjordania. El código del programa se revela en la política de facto, que se evidencia todos los días en las órdenes de confiscación y demolición, en los edictos impuestos por el zar (perdón, el ministro de Defensa) y en las mentiras propagadas en las escuelas y en los medios de comunicación manipulados.
Las máquinas israelíes de hasbará (propaganda), el Ministerio de Asuntos Estratégicos y -en el espíritu de la privatización- las organizaciones sin fines de lucro y campañas calumniosas y de difamación trabajan para representar a Israel como perseguido y a los palestinos como perseguidores. Israel, con todos sus complots y conspiraciones, hace lo que quiere no solo en un vano intento de reprimir todos los deseos naturales de resistir, sino también de representar la resistencia a su opresión como un crimen y a cada activista como un criminal ya sea si él escribió algo en Facebook, si marchó en una manifestación, si pidieron sanciones o dejaron de comprar terneros a los israelíes.
Y luego, tanto como el poder tecno-militar, la miserable víctima perseguida, lo desea, no solo castiga a los “criminales” sino que se venga colectivamente de todo su entorno. Eso, porque a los mutantes todo está permitido.