Lula pretende hacer campaña desde prisión
Talita
Bedinelli, El Pais, 2 jun 2018
El
expresidente brasileño, condenado por corrupción, discute en su celda con su
equipo las estrategias políticas
Un trabajador de Petrobras luce una camiseta con la imagen de Lula. Leo Correa AP |
Hace un
mes, un grupo de seguidores del expresidente se turnaba delante del edificio
para saludar a Lula y mantener una vigilia con actividades políticas que, según
prometen, no acabará hasta que el líder del Partido de
los Trabajadores (PT) sea liberado. Pero es difícil que Lula logre
oírlos. Su celda, en la cuarta planta, está en la parte trasera y la única
ventana da a un patio interno, lejos de donde está el pueblo.
El
edificio de la Policía Federal se erigió en destino final de una procesión a la
que diariamente llegan militantes de izquierdas de todo Brasil. “Pretendo
quedarme aquí hasta que salga. Lula sacó a millones de niños de la pobreza; fue
fundamental para el país”, afirma el carioca Richard Faullaber, de 63 años,
afiliado al PT desde 1981 y profesor voluntario en una favela. También hicieron
acto de presencia los primeros días del encarcelamiento el Nobel de la Paz Adolfo Pérez
Esquivel, el teólogo Leonardo Boff
y la expresidenta Dilma
Rousseff. A todos ellos la justicia les prohibió entrar,
argumentando que podía dificultar el funcionamiento del edificio. Las visitas
de amigos no se autorizaron hasta un mes después de su ingreso en prisión.
Para
acoger a los militantes, el PT alquiló un terreno situado a aproximadamente un
kilómetro. Son decenas de tiendas de campaña y dos carpas de lona, aseos con
ducha y una cocina. La madrugada del 28 de abril, alguien disparó contra las
personas que se encontraban allí, dejando dos heridos. Una semana después, un
comisario de la Policía Federal atacó al grupo, destruyendo los equipos de
sonido empleados para saludar al expresidente.
En una
celda de 15 metros cuadrados, la figura política más popular de Brasil cumple
su pena aislado en una sala especial, un privilegio concedido en virtud de su
condición de expresidente. El espacio, un antiguo albergue de policías, se
remodeló para recibirlo. Dispone de una cama, un baño individual y una puerta
normal, en lugar de las rejas típicas de una cárcel. Su rutina también difiere
de la de los restantes 21 reclusos —en su mayoría condenados por el caso
Petrobras, como él—, que se encuentran una planta más abajo. Una vez al día,
Lula tiene derecho a dos horas de sol en una terraza.
Prácticamente
a diario recibe a sus abogados. Y, los jueves, sus hijos, nuera y nieto se
reparten el día de visita con algunos amigos y nombres importantes del partido,
con quienes discute estrategias políticas. Aun estando preso —y sin fecha
cercana para salir de la cárcel— el expresidente se prepara para disputar las
elecciones. Será el primer candidato a la presidencia preso desde el regreso de
la democracia. “Lula es nuestro Pelé. Nosotros no dejamos al mejor del equipo
en el banquillo”, afirmó recientemente a EL PAÍS la presidenta del PT, Gleisi
Hoffmann, que lo visita frecuentemente. El plan del partido es que,
durante la campaña, otros miembros del PT lo sustituyan en las entrevistas.
Asimismo, la formación quiere que la Justicia lo autorice a salir de la cárcel
para participar en los debates televisados, que en Brasil tienen una enorme
importancia.
Con todo,
Lula se muestra optimista ante sus interlocutores. “Él sabe que es difícil,
pero espera que lo liberen antes de que empiece la campaña”, afirma el diputado
petista Wadih Damous, que también es uno de sus letrados. Lula sigue liderando
las encuestas y ni siquiera su entrada en prisión le ha hecho perder intención
de voto. Es más: los últimos meses el PT está fortaleciéndose y creciendo en un
país dividido y con pocas opciones viables de izquierdas. En el último sondeo,
el expresidente obtuvo un 31% de intención de voto, más del doble que el
segundo clasificado, el exmilitar de extrema derecha Jair Bolsonaro.
Pero
difícilmente podrá llegar a la recta final. La legislación brasileña impide que
los condenados en segunda instancia, como es su caso, puedan ser candidatos y,
tras registrar su candidatura, esta podrá ser impugnada por el tribunal
electoral. La única posibilidad de que pueda disputar las elecciones es que los
tribunales supremos acepten la tesis de que aún tiene posibilidades de ser
absuelto en última instancia.
Es su
última esperanza y la del partido que ayudó a crear el 10 de febrero de 1980,
cuando era un obrero que había liderado las principales huelgas de Brasil.
Fuera del edificio, otros obreros gritan, al unísono: “Buenas noches,
presidente Lula”. Mañana empezará todo de nuevo.
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Dentro de
su celda, Lula realiza estiramientos y ejercicios de musculación improvisados
con un trozo de banda elástica. También ve algo la televisión ya que, en el
momento de la detención, le permitieron llevarse un pequeño aparato, que solo
sintoniza los canales en abierto. Pero Lula se queja de la calidad de los
programas y del contenido de los informativos
Por eso
prefiere leer libros, que mantiene apilados en uno de los rincones de la celda,
según ha contado el diputado del PT Wadih Damous. En este momento está leyendo
Las mentiras que los hombres cuentan, una recopilación de cuentos sobre la
mentira, del brasileño Luiz Fernando Veríssimo. Ya ha pasado por El amor en los
tiempos del cólera, de Gabriel García Márquez, y algunos títulos políticos,
como La élite del atraso: de la esclavitud a Lava Jato, del sociólogo Jessé
Souza, que defiende que Brasil carga con las cicatrices de este trágico periodo
histórico.