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La juventud obrera francesa tiene hambre de victoria ¡le hace falta un partido revolucionario!

Christian Porta tiene 29 años y es obrero en la industria agroalimentaria. Reflexiona sobre su recorrido, del sindicalismo a los Chalecos Amarillos pasando por la huelga contra la reforma de las pensiones al paso hacia la militancia revolucionaria.

Francia se encuentra en una situación de mucha complejidad marcada por la crisis de su sistema político en el que se hundieron los partidos tradicionales. Esto da lugar a la emergencia de fenómenos de ultra derecha como Marine Le Pen de Rassemblement national (RN), pero también a la lucha de clases más abierta. La situación se agrava por la pandemia y el parate económico que trajo consigo.

Desde la gran huelga contra la reforma privatista de la empresa pública de transporte ferroviario de Francia (SNCF) de 2018, al movimiento histórico contra la reforma de las pensiones (2019-20), pasando por la irrupción espontánea de los Chalecos Amarillos (2018-19) y por el compromiso de una franja de la juventud con las movilizaciones antirracistas y en defensa del medioambiente, la principal oposición que ha encontrado Macron ha sido de las luchas dirigidas por la clase obrera y la juventud.

El 8 de abril de 2022 está fijada la fecha para las elecciones presidenciales y, tal y como se perfila hoy el panorama, esta poderosa oposición corre el riesgo de ser la gran ausente de la elección, dejando espacio a un posible duelo Macron-Le Pen, completamente alejado de las aspiraciones de la gran mayoría de los trabajadores y de las clases populares.

En este contexto, paradójicamente, la izquierda que pretende tener una perspectiva revolucionaria nunca ha sido tan marginal a pesar de los fenómenos de radicalización y de lucha de clases. Esto se puede explicar en parte por la profunda crisis que atraviesa el Nouveau Parti anticapitaliste (Nuevo Partido Anticapitalista, NPA), que puede causar su implosión.

Desde el Courant Communiste Révolutionnaire del NPA, parte de la FT-CI que impulsa el sitio Révolution Permanente en la Red Internacional La Izquierda Diario sostenemos la necesidad de crear una Partido Revolucionario de las y los Trabajadores que dispute por la representación y dirección política de esos sectores que se oponen a las políticas derechistas de Macron y lo enfrentan en las calles.

Parte de esta pelea se expresa hoy en la presentación de la precandidatura de Anasse Kazib, miembro de la CCR, trabajador ferroviario y uno de los principales referentes de la vanguardia

La entrevista que presentamos a continuación también forma parte de esa lucha. Christian reflexiona sobre su recorrido político, como se acercó a la militancia revolucionaria y la importancia del partido.

Un territorio obrero damnificado por la crisis y de la izquierda institucional

Vengo de Moselle, en Grand-Est, un territorio golpeado por las crisis económicas y la ruptura social llevada a cabo por la patronal y los sucesivos gobiernos desde los años 80. Mi abuelo era minero y mi madre me contaba sobre él. Mi generación creció con las grandes huelgas que veíamos en televisión, recuerdo la de los mineros, en 1995, que afrontó la represión de los CRS (Antidisturbios franceses). La lucha es algo que está en nosotros, el orgullo de venir de esta tradición obrera que plantó cara en cada batalla a la patronal. Es algo también presente en nuestro día a día, por ejemplo, en Folschviller, al lado de mi fábrica, donde hay todavía una gran cabecera de la vieja mina.

Esta región ha sufrido las traiciones del Partido Socialista y de la izquierda institucional. Desde Mitterand, que a pesar de todas sus promesas hizo cerrar las minas. En aquel momento el Partido Comunista Francés era muy fuerte y estaba implantado en todas las fábricas, pero a base de alianzas electorales, promesas rotas y planes de supresión de empleo la gente se ha desligado. A partir de la crisis de 2008 hemos visto a las grandes fábricas cerrar localmente. Hollande vino a los altos hornos de Arcelor Mittal en Florange a prometer que el sitio acabaría abierto… Todo esto explica el porqué del crecimiento de la extrema derecha en las últimas elecciones.

Por mi parte, yo comencé a trabajar en una panadería artesanal después en una industrial que se llama Neuhauseur en Folschviller (Moselle), donde sigo trabajando actualmente. La empresa forma parte de una enorme multinacional agroalimentaria que se llama Soufflet, el mayor productor de cereales de Europa con 5.000 millones en ventas. Rápidamente comprendí que trabajar para un pequeño o un gran patrón es lo mismo.

Sindicalismo, primeras huelgas y auto-organización frente a la burocracia sindical

Con varios de mis compañeros de trabajo, un día nos hartamos de nuestra situación en la fábrica y montamos un sindicato y nos presentamos a las elecciones. Era 2016, tenía 25 años y ganamos la mayoría de la representación en la empresa con CGT. No sabíamos nada de sindicalismo o de política, éramos jóvenes de barrio y estábamos cabreados ya que veíamos que ganábamos una mierda mientras nuestro jefe ganaba millones.

Fue cuando tuvimos que enfrentarnos a un plan de supresión de empleo (PSE), que emprendimos nuestra primera batalla por nuestro trabajo y también la primera vez que nos enfrentamos a la burocracia de CGT y otros sindicatos. Con mis compañeros tomamos la iniciativa. Empezamos a hacer paros, a organizar asambleas generales, a explicar el conflicto a los trabajadores para que la huelga perteneciese realmente a los huelguistas. Fue en ese momento cuando conocí a la extrema izquierda a través de Lutte Ouvrière. Estaban sorprendidos de ver a jóvenes de nuestra edad actuar de esta forma y nos hicieron tomar conciencia del carácter político de nuestra lucha. Me dieron libros, me hicieron descubrir el marxismo y el trotskismo y de esta forma empecé a politizarme.

Poco a poco, a medida que evolucionaba en el sindicalismo me di cuenta de que todas las cosas que Lutte Ouvrière me contaba o podía leer sobre la burocracia sindical era verdad. Estaba en sindicato local bastante combativa con multitud de antiguos obreros de la petroquímica militantes del PCF, pero rápidamente tuve que enfrentarme a un verdadero derrotismo y a unos dirigentes sindicales encerrados en los problemas de sus centros de trabajo. Mi federación de CGT, la agroalimentaria, muy marcada por la influencia del PCF, incluso en mi sindicato local. Cuando algunos camaradas de la federación se enteraron de que debatía con Lutte Ouvrière, su actitud empezó a cambiar. A base de leer y conocer la historia del marxismo y del movimiento revolucionario, supe porqué ocurría eso. Hay que recordar que los trotskistas fueron atacados y reprimidos delante de los centros de trabajo por el PCF estalinista.

También me encontré con una burocracia sindical, que no quería coordinar los sectores en lucha o recrudecer las huelgas, notablemente durante el movimiento de los Chalecos Amarillos. Y discutiendo con militantes revolucionarios comprendí que, si los sindicatos son una herramienta central para la clase obrera, no será a través de luchas puramente sindicales, que no buscan desbordar los límites de su propia empresa, como podremos transformar realmente la sociedad y atacar las raíces de la explotación y la opresión.

De la lucha por el empleo a los Chalecos Amarillos: “grandezas y debilidades de la espontaneidad”

El segundo plan de supresión de empleo (PSE) tomo forma al mismo tiempo que apareció el movimiento de los Chalecos Amarillos. En los primeros días fuimos a la rotonda de Saint-Avold para debatir con ellos y tratar de hacer acción común. Explicamos que nos enfrentábamos a un PSE y como estaban en la rotonda, se pusieron a bloquear los camiones que se dirigían a nuestra fábrica. Chalecos Amarillos han participado a nuestro lado en luchas contra nuestro patrón ocupando con nosotros la sede de Neuhauser.

Se dice mucho que los Chalecos Amarillos eran básicamente pequeño burgueses, pero en realidad la mayoría trabajaba para pequeñas empresas. Son gente que se reunía todos lo sábados, en las rotondas, ¡era la clase obrera! Muchos Chalecos Amarillos trabajaban en empresas locales y algunos incluso estaban sindicados. Por supuesto, hubo muchas discusiones porque muchos se sentían traicionados o abandonados por los sindicatos en sus propias empresas, pero hacían la diferencia entre las direcciones y los representantes sindicales de base como nosotros.

Frente a este movimiento, fui muy crítico con la actitud de Lutte Ouvrière. Para mi era esencial que un partido fuese a discutir y a influenciar al movimiento para dirigir contra la explotación y el capitalismo, no solo para derribar a Macron. Sin embargo, Lutte Ouvrière ha tenido una actitud abstencionista, mirando por encima del hombro a este movimiento. En este sentido, el debate NPA-LO en la fiesta de Lutte Ouvrière de 2019 me influenció mucho y sobre todo el discurso de Daniela Cobet de NPA-Révolution Permanente que intervino al lado de Gaël Quirante. Tome conciencia que el rol de los revolucionarios no es esperar a una revolución químicamente pura sino intervenir en la lucha de clases. Con todas sus contradicciones que podía tener un movimiento como el de los Chalecos Amarillos, era muy importante de conectarlo con el movimiento obrero batallando contra las burocracias sindicales que impedían esta unión.

Del movimiento contra la reforma de las pensiones a la construcción de un partido revolucionario

El movimiento contra la reforma de las pensiones fue para mi revelador para la cuestión organizativa. Comencé a tener mayores desacuerdos con Lutte Ouvrière. Para empezar sobre los Chalecos Amarillos, pero también en relación con las opresiones, notablemente sobre el racismo y la islamofobia a la que soy sensible habiendo crecido en un barrio popular y habiendo vivido siempre en una ciudad. Me decepcionó descubrir la posición favorable de Lutte Ouvrière a la ley de 2004 que prohibía llevar velo a la escuela o su posición al respecto de las revueltas de los jóvenes de las banlieus en 2005. Posiciones aún más retrógradas en vista de la enorme ofensiva islamófoba.

Al mismo tiempo, seguía a Anasse Kazib, ferroviario que intervenía en medios de comunicación. Escuché sobre la Coordinadora RATP-SNCF, y me llamó la atención la determinación e los huelguistas que formaban parte, y sobre todo su rechazo a la tregua que el gobierno buscaba imponer junto a la complicidad de las direcciones sindicales, con Philippe Martinez (secretario general de CGT) a la cabeza. Vi que la Coordinadora RATP-SNCF organizaba una manifestación el 26 de diciembre, al día siguiente de Navidad, y aproveché para ir. En el proceso, aproveché para participar en una Asamblea General Interprofesional donde participaban Anasse y Laura de NPA-Revolution Permanente y que participaban en la Coordinadora RATP-SNCF. Estaba con un camarada de Arkema, una empresa petro-química, y Anasse lanzó un discurso que nos convenció sobre la propuesta de estructurar la auto-organziación del movimiento y el tipo de Coordinadora que necesitábamos. Le escuchamos y pensamos, ¡tiene razón! Es a partir de este momento que decidí unirme al NPA junto a los camaradas de Révolution Permanente.

Rápidamente, vi como mi intervención en mi centro de trabajo estaba alimentada por la política que elaboraba con mis compañeros. Nuestro patrón en Neuhauser se asustó más porque ahora éramos capaces de escribir y mediatizar lo que ocurría en nuestra fábrica gracias a Révolution Permanente, una herramienta que me impresionó. Durante el primer confinamiento y la crisis sanitaria, iniciamos un paro de 5 días y conseguimos imponer nuestro protocolo sanitario al patrón. Incluso conseguimos iniciar un embrión de control obrero sobre la producción con el que mis camaradas y yo conseguimos imponer a la empresa que no tirase palés llenos de comida fresca y distribuirlas por las asociaciones locales, ya que veíamos que la crisis sanitaria y económica había acentuado la precariedad.

El otro gran aspecto es la dimensión colectiva. Con mis camaradas podía sentirme menos solo en la empresa frente al patrón. En realidad, había muchos jóvenes como nosotros que peleaban y eso me hizo tomar conciencia para participar en una organización revolucionaria. Conocí a jóvenes de 30 años como Gaëtan Gracia, militante obrero en el sector aeronáutico, Anasse Kazib en la SNCF, pero también jóvenes militantes como Rozenn quien, con 19 años en un sector como la gran distribución, denuncia violencias sexistas y acoso sexual en su empresa.

Aprendí que hay toda una generación que no está influenciada por el derrotismo o el fatalismo. Incluso hay jóvenes obreros como Rudy de SNCF, proveniente de barrios populares y que durante su primera huelga habló de violencia policial, lo que me impresionó. Hay una juventud obrera que tiene ambición, pero la clave está en el proyecto político que proponerle para transformar este sistema.

Estoy convencido de que los obreros como yo necesitamos un partido revolucionario, implantado en la clase obrera, con una estrategia clara y consecuente. Un partido que reagrupe todos los militantes obreros que se enfrentan a sus jefes y que luchan a diario por sus condiciones de trabajo, contra la explotación, pero que también ven la necesidad de combatir las opresiones, como el patriarcado o el racismo. Todas estas luchas se reagrupan y deben ponerse en primera línea por la clase obrera ya que es la clase en cuya diversidad vive más directamente la opresión y la explotación, y es quien puede ponerles fin. Es el proyecto que defendemos en el seno del NPA y que hoy quiero proponer.

Source: La izquierda Diario.