General

Bolivia, 1952: revolución obrera en América Latina

Este 9 de abril se cumple un nuevo aniversario de la revolución boliviana. Recordamos aquella gran gesta obrera y comentamos el libro de Eduardo Molina, un valioso trabajo sobre el tema, que será publicado este año por Ediciones IPS-CEIP.

Entre los días 9 y 11 de abril de 1952, se produjo la mayor revolución obrera que ha vivido el continente americano. Iniciada como un golpe controlado por el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), se transformaría rápidamente en insurrección obrera y popular. A fuerza de movilización y cartuchos de dinamita, el proletariado minero y fabril logró vencer a un ejército regular especialmente formado y equipado para la represión interna, responsable de numerosas masacres obreras e indígena-campesinas a lo largo de la historia.

Siendo la columna vertebral del movimiento obrero boliviano, los mineros acumulaban una enorme tradición de lucha y una fuerte conciencia de clase expresada en la Tesis de Pulacayo de 1946 y otros documentos que ponían blanco sobre negro la necesidad de la revolución proletaria para liberar al país de la centenaria explotación que había comenzado en la colonia española y continuaba con “los barones del estaño” aliados al imperialismo.

La revolución de 1952 conmovió hasta los cimientos al capitalismo semicolonial boliviano, poniendo a la orden del día la expropiación de los principales resortes de la economía nacional empezando por las grandes empresas mineras, y liquidó definitivamente al odiado régimen de “la rosca”, un régimen oligárquico, corrupto, antidemocrático y represivo. Se abriría un proceso revolucionario de una profundidad y complejidad sólo comparables con las grandes revoluciones del siglo XX, como la rusa, la española, o la cubana. Un proceso que sólo podría ser cerrado por la clase dominante 12 años más tarde y al precio de enormes concesiones y tras pacientes maniobras de engaño al proletariado.

Diario de octubre de 1952 anunciando la nacionalización de las empresas mineras emblemáticas.

Sin embargo, los mineros, el proletariado fabril y las masas indígenas campesinas alzadas en el campo, pese a toda su combatividad y arrojo, no lograron desembarazarse en el curso del proceso de su dirección nacionalista-burguesa, el MNR de Víctor Paz Estenssoro, el “camarada Presidente” cuyo objetivo central era garantizar que no se rompiese el orden capitalista.

La razón de fondo de esta “incapacidad” no estuvo en una falta de determinación revolucionaria de las masas obreras y campesinas. Por el contrario, la misma emanaba de ellas constantemente. La razón hay que buscarla en el pérfido rol que jugó el ala izquierda de la dirección nacionalista, que había conseguido en el período anterior ponerse al frente de la Federación Minera y luego en la Central Obrera Boliviana creada tras la revolución. Encabezada por Juan Lechín, condujo a los trabajadores al callejón sin salida de la conciliación de clases, es decir a aceptar un gobierno de políticos capitalistas y, colaborando con el mismo, tratar de conseguir que vaya cumpliendo con las demandas obreras y populares, así como ir ganando más espacios de poder. Esto se hizo mediante el cogobierno MNR-COB del cual el que sacó provecho fue Paz Estenssoro.

La izquierda trotskista, expresada en el Partido Obrero Revolucionario dirigido por Guillermo Lora, no había sido capaz de ganar la dirección, a pesar de su gran combatividad y de la influencia que tuvo en la formación de la conciencia clasista del movimiento obrero. Tampoco fue capaz de hacerlo luego del 52. Por el contrario, terminó cediendo por distintas vías a las presiones nacionalistas.

El MNR, de esta manera, logró desviar y luego derrotar con el golpe contrarrevolucionario de Barrientos en 1964 el gran proceso revolucionario que abrieron las jornadas del 9 al 11 de abril de 1952. Pero esos 12 años dejaron impresa en sangre una enorme riqueza teórica y política para las nuevas generaciones que se proponen vencer al capital y avanzar en la construcción de una sociedad sin explotación ni opresión.

Un libro imprescindible: la historia de Bolivia y de su gran revolución

Con el propósito de acercar a esas generaciones las principales lecciones revolucionarias de este proceso, es que nuestro querido compañero ya desaparecido, Eduardo Molina, se propuso elaborar un libro sobre la Revolución boliviana que estamos editando para su publicación este año.

Desde una visión marxista revolucionaria, Eduardo aborda los acontecimientos de 1952, sus causas y consecuencias, al calor del debate con los principales protagonistas y analistas como René Zavaleta Mercado y Guillermo Lora, entre otros.

De esta forma, y a través de un detallado racconto de los principales hechos, rescata, con sus particularidades específicas, las discusiones centrales que rodearon a las grandes revoluciones del siglo XX: el carácter obrero y popular de la revolución, sus objetivos, las relaciones dinámicas entre las principales ciudades y el campo, la dirección del proceso a manos del MNR y las posibilidades que tuvo el POR de ganar esa dirección e imprimirle un carácter socialista.

Este núcleo central de su exposición, al que dedicará varios capítulos, viene precedido por el abordaje de la historia de Bolivia, indispensable para una comprensión cabal de la Revolución de 1952. Una síntesis de los antecedentes precolombinos, de la etapa colonial y la posterior independencia, nos introduce en las bases socio políticas que dieron lugar a la formación del Estado boliviano y sus principales contradicciones como herramienta fundamental de la dominación de clase y de la subordinación al imperialismo.

La historia moderna boliviana, es decir a partir del siglo XX, se analiza detenidamente, tanto en sus aspectos políticos como de la lucha de clases que dieron lugar a la formación del combativo movimiento obrero e indígena-campesino de la nación andina. La cruenta Guerra del Chaco (1932-1935), tiene una relevancia especial en esta sección ya que conmocionará al país de tal manera que sus consecuencias políticas y sociales van a determinar en gran medida las décadas siguientes hasta desembocar en la insurrección de abril del 52’.

En esas dos décadas que van de la gran guerra a la gran revolución, veremos los intentos fallidos de la clase dominante por contener y administrar la crisis orgánica, al decir de Gramsci, desde el “socialismo militar” hasta los regímenes abiertamente contrarrevolucionarios de las alas más conservadoras de la casta política y militar, conocidos como gobiernos de “la rosca”. Y veremos cómo al calor de la lucha de clases, aunque plagada de sangrientas derrotas como la masacre de Catavi (1942), se irá forjando el poderoso proletariado minero que será el gran protagonista 10 años después.

La desaparición física del autor, el 25 de septiembre de 2019, impidió que pudiera concluir los últimos capítulos de su trabajo tendentes a aportar “una vista desde el siglo XXI” a las lecciones revolucionarias que dejó la experiencia de 1952. Una vista que pretendía ajustar cuentas con la falsa alternativa del “socialismo andino” de Evo Morales y García Linera, que bajo el aura de un supuesto cambio social, y a pesar de los avances conquistados en cuanto a la inclusión de las nacionalidades indígenas en el nuevo Estado Plurinacional, garantizó la continuidad de la dominación capitalista y la dependencia con el imperialismo.

Nuestro compañero no llegó a ver el golpe de estado cívico militar de octubre de 2019, lo que hubiera confirmado su firme convicción, expresada en decenas de artículos a lo largo de su extensa militancia en el PTS y la FT-CI, de que esa falsa alternativa solo puede llevar a desviar las tendencias revolucionarias de las masas y allanar el camino para la contraofensiva de la derecha y el imperialismo.
Esperamos que el trabajo de edición que estamos realizando esté a la altura de esta valiosa elaboración que Eduardo encaró durante los últimos 7 años de su vida, y sirva de humilde homenaje a nuestro querido compañero.

Fuente: La izquierda Diario.