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De Uber a lber: dos caras del trabajo precario en América Latina

Gladstone Leonel da Silva Júnior 15/07/2020
El repartidor hambriento de Uber y el potosino Iber son algunas de las caras de esta máquina para moler a la gente y los sueños llamada capitalismo.

Este mes se ha llamado la atención sobre la precaria situación de los repartidores de plataformas de entrega en este período de pandemia. Además de estar más expuesto a los virus y recibir una remuneración miserable por las aplicaciones, como “Uber Eats”, un repartidor dijo al periódico: “Estoy entregando comida mientras me muero de hambre”. Algo que hace que la trama de la sobreexplotación sea más trágica.
Esta situación límite llevó a los repartidores brasileños a llamar a una huelga el 1 de julio de 2020. El grito “Basta” resuena ante los efectos de la política neoliberal actual.

Esta situación me llevó al pasado reciente, hace diez años, y a una historia de continua explotación de nuestro pueblo, como ya ha descrito Galeano en Las Venas abiertas de América Latina. Estuve en Potosí, Bolivia, en enero de 2010 y lo primero que percibí en la ciudad fue la falta de un elemento básico: el oxígeno. Una buena caminata por la segunda ciudad más alta del mundo sólo es posible masticando un buen paquete de hojas de coca, utilizadas por los ciudadanos de esta ciudad.

La historia nos recuerda cuando visitamos la Casa de la Moneda, de la que se desprende que la ciudad era la más rica del mundo en el siglo XVII gracias a la extracción de plata. Estaba asimilada a la capital de la metrópoli, Madrid. No es casualidad que el equipo de fútbol de la ciudad se llame Real Potosí. Además del estatus de “capital”, también puede recibir el título de la ciudad más saqueada por los colonos europeos.
Lo peor es saber que las víctimas de ayer también son las de hoy. Bajo un discurso moderno y la vestimenta transnacional, los explotadores son los mismos.
Fue en este contexto que conocí al pequeño guía Iber, durante una visita a las minas en la montaña conocida como Cerro Rico. Las galerías llevan a los visitantes a descubrir condiciones de trabajo insalubres, quizás cercanas a las del siglo XVII. Después de esta experiencia, descubrí que siete de cada diez mineros murieron a causa de su trabajo en la mina. Literalmente, una máquina de moler a la gente en nombre del capital. Y eso en 2010.
Las iglesias, la espiritualidad del dios “Tío”, el humo, el aguardiente, la hoja de coca, suavizaban la corta vida del minero.
Como guía, el pequeño Iber todavía no necesitaba someterse a este trabajo, pero pronto llegaría su hora. Como sucedió con su padre, que a poco más de treinta años ya había muerto a causa de la silicosis, una enfermedad pulmonar que afecta con frecuencia a quienes respiran el aire de la mina.
Iber, un huérfano, un potosino, de familia pobre, no tendrá elección si no hay oportunidades y si el destino sigue señalando este camino para su familia. En pleno siglo XXI, era plenamente consciente de que, si prevalecía la lógica del capital, su esperanza de vida en una mina sería más o menos de 15 años y que pronto sería una cifra más en las trágicas estadísticas y en el destino fúnebre de los mineros de Potosí.
El mensajero hambriento de Uber e el potosino Iber son algunas de las caras de esta máquina para aplastar a la gente y los sueños llamada capitalismo. No es posible pensar en un mundo mejor sin interrumpir esta máquina, aunque sea por un día. ¡Hoy es uno de esos días!