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Pedro Sánchez: 1,89 m

Rosa Llorens 06/01/2020
N. del E: Este artículo fue escrito en los últimos días de diciembre, antes de la firma del pacto de gobierno entre el PSOE y Unidas Podemos

Desde junio de 2018, cuando se convirtió en Presidente del gobierno (en funciones), Pedro Sánchez ha establecido una democracia « thriller », con investiduras fallidas, elecciones, y reelecciones, que reactivan constantemente el suspenso: abril 2019: elecciones, julio: investidura fallida, noviembre: elecciones, y desde entonces: negociaciones para la investidura. ¿Pero qué sabemos de Pedro Sánchez?
Su apellido más bien podría asegurarle el anonimato en lugar de identificarlo. Cosa extraña, sus antecesores socialistas tenían apellidos igual de triviales: con el primero, González, se obviaba la dificultad designándolo (eran los primeros tiempos, optimistas, de la transición, y aún se confiaba en los camaradas socialistas) por su nombre, Felipe, y su reinado (1982-1996) se llamó el “felipato”; al segundo, Rodríguez, se le conoce por su apellido materno, Zapatero. En cambio, no se ha buscado ningún substituto para el apellido de Sánchez: quizás nos hemos percatado de que los políticos son sólo testaferros que tendrían que llamarse todos John Doe (es cierto que si buscamos cuál es el apellido materno de Sánchez, nos encontramos con Pérez Castejón, lo cual no solucionaba nada).
Sin embargo, una cosa sí que individualiza a Sánchez, es su estatura, que destaca aún más por su actual pareja, relativamente tan pequeña, Pablo Iglesias (1,78 m) a quien vemos a menudo tan cerquita de él, especialmente en sus famosos abrazos. Lo cual nos lleva a interesarnos a esa estatura, inusual en el personal político del Estado español, y a pensar que algún sentido tendrá.
En una reciente encuesta sobre la correlación entre nivel económico y voto, se substituyó el nivel de renta por la estatura de los encuestados, considerándola un criterio más objetivo y significativo, porque se puede tergiversar el importe de su fortuna, pero no su estatura. Los resultados arrojan desde luego una coincidencia entre los dos criterios: cuanto más alto se es, más rico, y por consiguiente, más se vota a la derecha.
Antes de Sánchez, otro político destacó por su estatura: el presidente mexicano (2000-2010) Vicente Fox, 3 centímetros más alto, con 1,92 m; se pensó entonces que cabía enunciar una teoría política nueva: cuanto más alto era un presidente mexicano, más sujeto estaba a la influencia de los gringos, y, por lo tanto, más a la derecha (se podía explicar esa correlación por los estudios cursados en USA, de donde la élite mexicana se traía esposas que mejoraban la raza). Y, efectivamente, Fox privatizó el sector del petróleo, militarizó el país (con la excusa de la lucha contra los narcos), aumentó la tasa de pobreza. Pero, por un lado, los presidentes sucesivos demostraron la misma docilidad hacia los USA, mientras que su estatura descendía a un nivel medio (1,69 m Calderón, 1,72 Peňa Nieto), y, por otro lado, la madre de Fox, igual que su esposa, era mexicana; en realidad, si queremos hablar de genes, tendríamos que remontarnos a un antepasado alemán, cuyo verdadero nombre era Fuchs, que emigró a América en el siglo XIX. Lo que no debe impedir de alegrarse de que el presidente actual, López Obrador, mida sólo 1,73 m.
Sin embargo, en el contexto español, esa estatura sugiere otra comparación: hasta ahora, el personaje cuya estatura sorprendía era el Rey, primero Juan Carlos (1,88m), y después, aún más, Felipe VI, 1,97m: el hombre en la cima de la jerarquía sociopolítica es también el más alto, lo cual parece lógico. Pero ahora, son dos los que dominan por su estatura la clase política, con lo cual el diálogo entre el Rey y el jefe del gobierno (en funciones) se asienta sobre bases – o, más bien dicho, a una altura – que deben facilitar el acuerdo, como lo demuestra el nombramiento, de Sánchez por el Rey para formar gobiernos minoritarios.
Las observaciones que sugiere la estatura de Sánchez se pueden relacionar a otro elemento: sus rasgos son tan anónimos y a la vez tan notables como su nombre: Sánchez es un “chico guapo”, del mismo tipo que el actor Jean Dujardin, tiene esos rasgos clásicos que se consideran propios del “yerno ideal”, pero que también te convierten en un “viejo guapo” desde los 30 años. Y esas facciones clásicas combinan con un peinado igual de clásico y correcto. Uno llega entonces a pensar que se ha escogido como Presidente del gobierno una perfecta antítesis de la clase política catalana. El por mucho tiempo carismático President de la Generalitat Jordi Pujol era apodado el Enano, y el President en el exilio, Carles Puigdemont, destaca por un corte de pelo igual de raro que el de Kim Jong-un. Y nos preguntamos: ¿esos líderes catalanes de pinta tan hortera o anticuada, no van a ser barridos por esa encarnación típica de la nueva clase política europea y tecnocrática, que es Pedro Sánchez?
En efecto, si nos lo imaginamos dialogando fácilmente con Felipe VI, más fácilmente aún lo podemos ver intercambiando pareceres con los demás líderes europeos, en un inglés que habla con fluidez. Y es en los organismos europeos donde empezó Sánchez su carrera política, en 1997, primero como consejero de la diputada europea Bárbara Dührkop, luego como jefe de gabinete de Carlos Westendorp, alto cargo europeo en Bosnia (sí, ambos son espaňoles) ; Westendorp sería después nombrado embajador en Washington por Aznar, y su cargo confirmado por el gobierno de Zapatero. Ese medio es el que le abrió el camino hacia una carrera un tanto movida, pero, finalmente, siempre victoriosa. La teoría mexicana sobre la estatura de los presidentes quizás no sea tan disparatada…
Último suspenso del aňo 2019: ¿Logrará Sánchez formar gobierno antes de Noche Vieja y con quién? Las últimas elecciones tenían como fin hacerle independiente de los votos de los diputados catalanes (Catalunya tiene una población de 7,5 millones de habitantes). Después del 10N, no solamente necesita su apoyo, o, por lo menos, su abstención, sino que incluso podría pasar, en la próxima legislatura, que se las tenga que ver con el único diputado de Teruel existe (¡elegido por unos 20.000 aragoneses!). Las conversaciones entre gigantes, a nivel europeo, serán muy gratificantes, pero, para gobernar, Sánchez necesita aún a los enanos españoles y catalanes.