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Entrevista realizada por Abby García a Francisco Gatell, coautor junto a Dayana Solórzano del libro ”Cine y Nación: Creación de un modelo cultural en Venezuela entre 1960 y 1983”.


Libro recientemente
publicado por ProMosaik y disponible para su compra en el
portal Epubli y Amazon. 
Francisco y Dayana son unos historiadores
venezolanos, egresados de la Universidad Central de Venezuela.

Gatell, comenta un
poco a los lectores sobre la investigación que Dayana Solórzano y
tú han realizado. ¿Cuál es la hipótesis que han manejado?


Nuestro trabajo
desarrolla la idea de que a finales de los 50s y principios de los
60s, el cambio político que hubo en Venezuela, trajo consigo el
diseño de una reinstitucionalización. El Estado prospectó nuevas
metas; se crearon nuevos pactos políticos, nuevos pactos económicos
y nuevos pactos sociales. Era necesario un modelo cultural estandar
para completar el esquema. Lo que nosostros estudiamos en este texto
es el rol del Cine (como institución, no solo el tema de lo
proyectado en las salas) en el proceso de creación y profundización
de dicho modelo cultural, las implicaciones con el individuo y las
repercusiones en la sociedad venezolana.

¿Qué los motivó
como historiadores a investigar el papel del cine en la sociedad
venezolana y su relación con el Estado?

Siempre he sido
apasionado del Cine, particularmente pienso que si se aprecia con
minuciosidad se puede obtener tanto de él como de los libros.
Asímismo, las virtudes que ofrece el cine venezolano, sobre todo en
el período de estudio, nos hizo romper con el paradigma de que el
cine venezolano suele ser de muy mala calidad, además de ser un tema
que ha sido suficientemente tratado o difundido desde el punto de
vista historiográfico.
La idea de tratar la
relación con el Estado, surgió ya entrados en el arqueo de fuentes.
A medida que leíamos, seleccionabamos o descartábamos material de
investigación, hacíamos lo mismo con el enfoque que le daríamos al
trabajo, cada autor o cada texto que descubríamos abría un nuevo
abanico de posibles temas (todos de cine venezolano); sin embargo,
hubo dos textos que hicieron que nos decidiéramos por el enfoque de
modelo cultural: uno venezolano (que para mi es una joya), llamado
“Nación y Literatura”, que estudia la interrelación entre la
literatura, la sociedad y la cultura venezolana; y el otro es un
artículo titulado “Industria Cultural”, que hace un analisis de
las herramienas transmisoras de cultura y los conflictos entorno a la
clase culta.

Comentan a lo largo
del libro que el cine en Venezuela ayudó a legitimar el
Modelo
Cultural
que la clase dirigente, a través de su poder
hegemónico, dispuso a la nación. ¿Puedes hablar un poco más de
esto?

La respuesta a esta
pregunta es una de las conclusiones a las que llegamos y a donde
esperamos llevar al lector con el discurso. No quisiera delatar nada,
pero puedo adelantar que la hegemonía de la que hablamos en el libro
es cultural, que en el período que trabajamos existen (al menos) dos
facciones políticas opuestas y que dichas facciones están
reproducidas en los distintos estratos sociales. Por lo tanto, en la
clase dirigente, coexisten más de una facción política. Es
sumamente importante prestar atención al concepto de “reflexividad
afirmativa”.

¿Cuáles crees que
son las películas capitales que podrían ilustrar esto precisamente?


Una de las cosas más
relevantes de nuestro trabajo es que concibe al cine como algo mucho
más grande que lo proyectado en las salas, lo concibe como
institución y como industria; y luego intenta describir su relación
con el Estado para transmitir un modelo de cultura.
Entonces, es tan
importante el tema social recurrente en el cine venezolano durante el
período trabajado (la decadencia del barrio caraqueño, el lenguaje
violento); como quienes son los realizadores, a qué clase
pertenecen, quien financia las películas y cuáles fueron más
exitosas en taquilla, respecto a la identificación de la audiencia.
Dos ejemplo reveladores a
cerca de esto son: “Soy un delincuente” y “El pez que fuma”,
de Clemente de la Cerda y Román Chalbaud, respectivamente.
Ambos largometrajes muy
exitosos, ambos muestran la decadencia del barrio y el lenguaje
violento, ambos hechos por realizadores críticos de la realidad
social y aún así, ambos pertenecientes a la clase que imparte
cultura, la clase culta, la clase que detenta la hegemonía cultural.

¿Hubo un cine crítico
al modelo político, económico y cultural en el periodo de estudio
que abordan?

Sí, efectivamente sí.
Aunque la crìtica surgió desde la misma clase a la que se suponía
que se estaba criticando.

¿Qué puedes decir
como conclusión a esta investigación?

Son
muchas las conclusiones que podrían sacarse de esta investigación,
de hecho ya les indiqué un par, sin embargo hay una que me parece
imperante mencionar:
Ya
hablamos sobre la estrecha relación en la reinstitucionalización
de Venezuela, entre el modelo político, social, económico y
cultural; que todos tienen como punto de partida la década de los
60. Ahora bien, el modelo económico y social entra en crisis a
partir de la década de la década de los 80s con la devaluación del
83; sin embargo, el cine, que fue la institución que mejor legitimó
el modelo cultural del período estudiado, sigue teniendo las mismas
características temáticas y discursivas luego de la crisis del
modelo económico. Lo que quiere decir que en líneas generales el
Modelo cultural
trascendió la crisis económica. Incluso podría hablarse de una
intensificación del modelo cultural ya que, a pesar de la crisis,
los administradores de la cultura aumentaron las labores del Estado
con respecto al área cinematográfica, así lo demuestra la creación
de Foncine (1981) y sus estatutos de distribución, exhibición y
financiamiento; y posteriormente del CNAC (1993).

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