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La caza del inmigrante en Italia

Daniel
Verdú, El Pais, 10 JUN 2018

El
asesinato de un jornalero africano en Calabria ilustra el clima de tensión que
el nuevo ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, ha sabido explotar
para el crecimiento de la Liga
Los
jornaleros africanos de San Ferdinando protestan por el asesinato del compaero
Soumayla Sacko. Adriana Sapone

Un
reguero de bicicletas atraviesa la nube de polvo y regresa al campamento de San
Ferdinando (Calabria) por un camino de tierra. A las tres de la tarde los
jornaleros africanos vuelven tras 12 horas en el campo por 25 euros. “Son como
bestias”, masculla un policía con una colilla de puro en la boca. Pero Soumayla
Sacko, un maliense de 29 años, no regresó el pasado sábado
. Su
barraca, una precaria estructura de madera al final de un camino de fango con
excrementos y bidones de aceite a un lado y otro, había ardido y se fue con dos
amigos a buscar algo de hojalata para reconstruirla. Iba a ser llegar a la
fábrica abandonada, coger el material y volver. Pero un tipo bajó de un Fiat
Panda blanco, sacó una escopeta de perdigones y empezó a dispararles. Cuatro
veces. A Soumayla le voló la cabeza y lo dejó tirado en un charco de sangre.
Luego se fue a por Fofana y Drame, que corrieron entre los olivos durante 20
minutos aterrorizados con el escozor de los perdigones en las piernas. Nadie
les ayudó.

El
asesinato de Soumayla Sacko, relatado a este periódico por los dos
supervivientes, ha sacudido Italia y ha inflamado la barracópoli (como llaman
al asentamiento). Un polvorín
que ya explotó en 2010 con la revuelta de Rosarno cuando el hijo de un capo de
la ‘Ndrangheta disparó a dos inmigrantes con una escopeta de aire comprimido.

Entonces se formaron sindicatos de jornaleros y el mundo miró hacia ese pequeño
pueblo calabrés. Ocho años después no ha cambiado nada. Hoy hasta 3.000
personas de 13 nacionalidades viven hacinadas en condiciones inhumanas en lo
que iban a ser los terrenos donde florecería una industria atraída por un
puerto comercial que convertiría Calabria en la Róterdam del Mediterráneo. Los
empresarios de la zona arrasaron los naranjos, urbanizaron 700 hectáreas de
suelo agrícola y pusieron el cazo cuando llegaron los 1.200 millones en fondos
europeos. Luego se esfumaron. El puerto de Gioia Tauro, inaugurado en 1995,
terminó siendo el hub logístico del tráfico de cocaína de la ‘Ndrangheta en
Europa.
El
asentamiento de jornaleros africanos en San Ferdinando (Calabria). A. Sapone
Hoy el
campamento, construido con lonas de plástico y pedazos de hojalata como la que
le costó la vida a Soumayla, es el vivero de mano de obra que los empresarios
de la zona no encuentran ya entre los italianos. Los capataces aparecen de
madrugada y seleccionan a los más fuertes. “Si no fuera por ellos, ya nadie trabajaría
el campo”, señalan en privado en los sindicatos. Pero este lugar, en la fértil
llanura de Gioia Tauro, también es la herida por la que sangra un conflicto que
alimenta la política nacional. Don Roberto, el párroco de la zona conocía muy
bien al jornalero asesinado y recuerda que tenía permiso de residencia y los
papeles en regla. “Todo esto es fruto de un clima de tensión y división que se
ha creado”. Su colega Don Pino va más allá. “La campaña ha generado un
hostigamiento inaceptable. Salvini dice que se les ‘ha terminado la buena
vida’. Pero, ¿de quién habla?”

Soumayla
Sacko fue abatido de un disparo en la cabeza por un agricultor que vigilaba una
finca abandonada
El sur es
el nuevo campo de batalla político. Especialmente
para las dos formaciones que gobiernan el país —Liga y Movimiento 5 Estrellas—
que, tarde o temprano, volverán a verse las caras en las urnas y han centrado
sus propuestas en este terreno.
Y Calabria (1,9 millones de
habitantes) es el premio gordo. Uno de cada tres habitantes vive en el umbral
de la pobreza y la renta per cápita (16.500 euros), la más baja de Italia, es
casi tres veces menor a la de Bolzano (41.100), la provincia más rica. Si uno
nace aquí, tiene una expectativa de vida 4 años menor que en el norte. Una
tormenta perfecta entre inmigración descontrolada (630.000 en los últimos
cuatro años), agricultores y empresarios que braman contra Europa y un crimen
organizado que controla con precisión militar la mano de obra africana y el
sistema de ayudas para la acogida. “Aquí no hay nadie explotado. Esto es un
pacto de solidaridad entre los trabajadores y los empresarios, que no pueden
pagarles más que esos 25 euros si tienen que vender las naranjas a 0,3 euros el
kilo. La culpa es de Europa y las cuotas”, señala Antonella, miembro de una
asociación católica que asiste a inmigrantes. El mantra de la Liga cala en el
sur de Italia.
Matteo
Salvini, que no ha hablado en toda la semana del asesinato pese a ser el nuevo
vicepresidente y ministro del Interior, se presentó por
el colegio uninominal de Calabria a las elecciones y hoy es senador por dicha
región. 49.797 votos.
No hace tanto, sin embargo, su partido se
llamaba Liga Norte y gritaba contra el sur de Italia. Pero la metamorfosis en
un artefacto político nacional y lepenista funcionó tan bien que volvió tras
las elecciones a Rosarno, un Ayuntamiento disuelto dos veces por infiltración
mafiosa, para dar las gracias. Aquel día dos miembros el clan Bellocco de la
‘Ndrangheta, según contó Repubblica, se sentaron en la primera fila para
aplaudir. Aquí votaron a la Liga en 2013 el 0,07%. Cinco años después ya son el
13,82%.
Un
compañero de Sacko Soumayla muestra su foto. A. Sapone

Soumayla
encontró en este pedazo de Europa su tumba después de cruzar media África y el
Mediterráneo. Trabajó en los campos de naranjos, se partió el lomo recogiendo
cebollas. Se unió al sindicato de jornaleros y peleó por los derechos de otros
trabajadores. Se convirtió en un líder siempre dispuesto a echar una mano. Los
25 euros al día, explican los dos amigos que sobrevivieron, no daban ni para
mandar algo a su mujer y a su hija a Malí. Pero él y todos los que llegan son
un negocio redondo. Además de la mano de obra reventada, las ayudas que el
Gobierno destina a la acogida (35 euros día por adulto, 45 por menor) se han
convertido en una manera de sortear la quiebra de determinados negocios.

Es fruto
del clima de división creado en la campaña electoral”, denuncia el cura de la
zona
Fofana y
Drame no han vuelto al campo, donde sus compañeros buscan acomodo a la familia
de Soumayla, recién llegada de Malí para encargarse del cadáver. Ellos no fían
de nadie y esperan noticias en un centro social de un pueblo cercano a San
Calogero, donde mataron a su amigo. Un agricultor emparentado con un clan de la
‘Ndrangheta fue detenido el jueves acusado del crimen. Él lo niega todo, pero
estaba a punto de fugarse a casa de unos familiares en el norte de Italia.
Ahora deberán señalarlo en el juicio. Drame cree que su largo viaje no ha
valido la pena. “Pensaba que esto era un país de ley. Creía que estas cosas
solo sucedían en Libia, donde nos trataron como a animales”.