General

Hostilidad hacia los migrantes

El Pais, 11
jun 2018

No
debemos permitir que las voces xenófobas dominen el discurso público europeo
sobre la inmigración
Un
manifestante hace el saludo fascista frente a un autobús de refugiados EFE
La Unión
Europea no puede permitir que su incapacidad para gestionar la crisis
migratoria y de refugiados lleve a adoptar atajos que atenten contra sus
principios y valores. En los últimos días han aparecido signos que deben
ponernos en alerta, tanto sobre el peligro de soluciones fáciles para un
problema complejo como sobre la creciente hostilidad hacia los inmigrantes en
el discurso oficial de algunos países miembros. El primer ministro danés, Lars
Locke Rasmussen, ha revelado que varios países negocian impulsar un nuevo
sistema de expulsión de extranjeros a los que se haya denegado el estatuto de
refugiado. La iniciativa, confirmada por el canciller austriaco, Sebastian
Kurz, contempla crear un gran campo de refugiados en el continente pero fuera
de la UE, al que se trasladaría a los extranjeros pendientes de deportación.
A reserva
de conocer los detalles, la propuesta debe ser objeto de todas las cautelas. La
Unión Europea no puede pensar que podrá resolver los problemas que ella misma
es incapaz de gestionar por falta de consenso encargando a terceros países vías
jurídicamente dudosas de salir del apuro. ¿Bajo qué amparo jurídico se podría
desplazar a los extranjeros en situación irregular a un tercer país fuera de la
Unión en el que no han recalado previamente, a la espera de ser deportados?
¿Cómo se puede justificar la retención forzosa de personas que no han cometido
delitos?
Es
preocupante que en países como Italia, Austria o Grecia hayan tomado el timón
de la política migratoria partidos que han llegado al Gobierno con mensajes
xenófobos. El ministro del Interior, Matteo Salvini, ha anunciado que Italia no
está dispuesta a convertirse en el campo de refugiados de Europa; Grecia ha
endurecido las condiciones de sus campos y ha reconvertido algunos de ellos
como centros de retención, y en Austria se alienta desde el Gobierno una
campaña contra la inmigración.
No
debemos permitir que estas voces sean las que dominen el discurso público
europeo sobre esta delicada cuestión. Es responsabilidad de toda la UE dar una
respuesta conjunta, duradera y respetuosa de los derechos humanos a la crisis
migratoria, y no dejarse arrastrar a una situación de hechos consumados liderada
por quienes no han dudado en contravenir las reglas y los consensos previos
para imponer unilateralmente su retrógrada posición.