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Radiografía del gran éxodo venezolano

Naiara
Galarraga Gortázar
, El País, 26 MAR 2018

Un millón
del 1,6 millones que hay instalados legalmente en el extranjero marcharon a
partir de 2015, según la OIM. Unos 145.000 más han pedido asilo
Ciudadanos
hacen cola para comprar pan en Caracas el viernes pasado. 
Ariana Cubillos AP
Carlos
Raúl Toro Gómez, diseñador gráfico de 27 años, jamás imaginó que su primera
visita a Europa sería para quedarse y sin perspectivas de regresar pronto a su
patria. Venezuela nunca fue un país de emigrantes. Todo lo contrario. Durante
décadas fue, gracias a la riqueza petrolera, refugio de pobres y perseguidos.
Toro llegó a Madrid en avión. Directo desde Caracas. Era el 27 de julio de
2016. Vino solo. Atrás dejó a su madre y a sus dos hermanas pequeñas. La
descomposición económica, política y social de Venezuela genera un éxodo que ha
obligado a emigrar a 1,6 millones de venezolanos. Son los que viven legalmente
en el extranjero. Uno de cada 20 habitantes. Un millón hizo las maletas a
partir de 2015, según los últimos datos
recopilados por la Organización Mundial para las Migraciones
(OIM).
En paralelo, las
solicitudes de asilo también se han disparado
: suman 145.000 en todo
el mundo.

Toro
cuenta que al llegar a Madrid se sintió “como un turista”. Duró un
tiempo.  “A los dos, tres meses, te das cuenta de que no, de que ya
no eres un turista. Ya estás viviendo aquí y ahí empiezas a recordar, empieza
la nostalgia”
Aunque
las imágenes del abarrotado
paso de Cúcuta
hacia Colombia son las más impactantes, la diáspora
venezolana se ha repartido por toda América. La huida es ardua. Tomada la
decisión, en ocasiones requiere conseguir un
pasaporte
, cada vez más escasos por la carestía del papel moneda;
comprar uno de los
preciadísimos pasajes de avión
o reunir dinero para un largo viaje
por carretera.
Muchos
han superado todo obstáculo: hay 600.000 residentes en Colombia; casi 300.000
en Estados Unidos, unos 120.000 en Chile… Pero el desembarco también ha llegado
con fuerza al otro lado del Atlántico, con 210.000 en España y 50.000 en
Italia. Lo que empezó como un goteo es ahora una corriente potente sin visos de
reducirse. Estas cifras ni siquiera incluyen a quienes se presentaron en otro
país como turistas y con los meses se han quedado sin papeles.

El grupo
de amigos con el que Toro estudió la secundaria en el colegio Salto Ángel de
Barquisimeto refleja la magnitud del éxodo. “Nos conocimos en 2003 y nos
graduamos en 2006”, explica en Madrid. En poco más de dos años, cuatro de los
seis colegas que se bautizaron como Jareaa (por sus iniciales) se han visto
obligados a emigrar. Toro, en España; Albert Prieto, en Tenerife; Agny Daniel
Rodríguez, en Perú; Eduardo Palacios, en Costa Rica. Solo Adrián Albi y Julio
Rodríguez permanecen en Venezuela. Cada vez que se reunían se sacaban una foto
idéntica a modo de recuerdo.
 

Toro y
sus amigos del colegio en 2006 (izquierda) y 2010. Dos están en España, 
uno en
Perú, uno en Costa Rica y dos siguen en Venezuela. 
La vida
en Venezuela se ha vuelto difícilmente soportable porque el 87% es pobre, el
71% no tiene suficiente para comer, la inflación supera el 6.000% y el crimen
está desbocado con 89 asesinatos por 100.000 habitantes.
Los 1,6
millones de la OIM es una cifra conservadora. El Observatorio
Venezolano de la Diáspora
, de la Universidad Central del país
sudamericano, eleva el éxodo a tres millones de compatriotas desde que Hugo
Chávez fue elegido presidente en 1999, según explica en un café de Madrid su
director, el sociólogo Tomás Paez. Un dato fruto del cruce de diversas
estadísticas y encuestas a venezolanos. Paez critica la opacidad oficial: “Las
autoridades tienen el registro [de entradas y salidas] pero no producen la
estadística. Es como si quisieran negar el fenómeno”.
 
Pero el
fenómeno es evidente. Los madrileños oyeron llegar a los venezolanos. En pocos
meses su dulce acento se convirtió en habitual, en tiendas, bares y aceras.
Ocurrió en otras muchas ciudades. La escritora y editora Claudia Larraguibel,
nacida en la capital chilena y criada en Caracas, lo notó también al otro lado
del mundo, en los cafés de su barrio en Santiago. Y los conductores de Uber,
“¡son todos venezolanos!”. Cuenta que atrás quedó para los venezolanos la época
de viajes de ida y vuelta; y la época en que emigraban unos pocos
privilegiados. “A principios de los 2000 eran las clases medias-altas, que
llegaban a Miami, a Madrid, a Panamá… Ahora llegan por tierra (a Chile) en un
viaje de ocho días”, explica. Un blog
ofrece pistas útiles
para quienes emprenden la odisea.
Desde
principios del siglo XX, pobres españoles, italianos o portugueses, desplazados
colombianos, izquierdistas chilenos, argentinos o uruguayos y otros muchos
buscaron un futuro en Venezuela. Ahora los venezolanos desandan el camino de
sus antepasados en busca de un futuro.

 

Una mujer
ante los estantes casi vacíos de un supermercado en Caracas el viernes. 
Carlos Garcia Rawlins, REUTERS
Los
países de la región (incluidos los de Unasur, a los que se puede viajar solo
con la célula de identidad) han ido adoptando medidas ordinarias y
extraordinarias en respuesta al desembarco. Este es un repaso a esas normas en
algunos de los principales destinos en base a la evaluación de la OIM:

Chile
Pequeño,
poco poblado (18 millones) y remoto, es el país que en relación con su
población, más venezolanos ha acogido. En dos años ha otorgado 120.000 permisos
de residencia permanentes y visas temporales. Entre 2016 y 2017, 108.000
venezolanos pidieron su primer visado para entrar como turistas. La escritora
explica que los chilenos no olvidan que muchos izquierdistas perseguidos por la
dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) encontraron refugio en Venezuela.
Llegan atraídos, explica, porque es, junto a Argentina, el destino más estable,
seguro y europeo de la región.
  

Perú
Gracias a
una norma específica, 27.000 emigrantes han recibido un permiso para instalarse
temporalmente. Las llegadas han aumentado más de un 1.000% en dos años. Casi
24.000 han solicitado asilo, una vía que a menudo permite quedarse legalmente
mientras se resuelve el expediente.
Colombia
Unos
68.000 llegados antes del pasado verano fueron regularizados y obtuvieron un
permiso especial que da derecho a la atención sanitaria. Otros 155.000
arribados antes de febrero pasado lo han solicitado. Tras otorgar a 1,6
millones de venezolanos la tarjeta que permite ir y venir a través de la
frontera, las
autoridades colombianas suspendieron en febrero su expedición
.
  

Estados
Unidos
Han ido
llegando de manera más paulatina que a Sudamérica. En 2016 más de 5.600
lograron la residencia y en el periodo 2006-2016, unos 64.000 obtuvieron la
nacionalidad. Con 60.000, es el país con más
venezolanos que pidieron asilo
.
España
El
desembarco se aceleró en 2015 con la peculiaridad de que un 60% de los
instalados poseen también la nacionalidad española, muchos como el sociólogo
Paez, de los tiempos cuando los españoles emigraban y Venezuela los acogía. Las
peticiones de asilo se han disparado hasta superar las 12.000,
pero poquísimas son aceptadas. En 2017 solo 15 venezolanos fueron admitidos

como refugiados.
 

Brasil
Las
llegadas se producen sobre todo por el Estado fronterizo de Roraima, donde el
presidente Temer decretó
el estado de emergencia
el pasado febrero. El Gobierno, la OIM y
Acnur, entre otros, han creado un equipo conjunto para gestionar la situación
fronteriza. Las autoridades permiten a los venezolanos solicitar un permiso de
residencia temporal de los que se han otorgado 8.000. Mientras, casi 25.000
venezolanos han solicitado refugio.
Panamá
Aunque en
2017 regularizó a 10.000 personas, desde octubre les exige visado.
Ante la
pregunta de si antes solo huían los ricos y poderosos y ahora también escapan
las clases medias y los pobres, el sociólogo Paez recalca que “toda la sociedad
venezolana está empobrecida”. Su caso es ilustrativo: “Soy un catedrático que
cobra al cambio unos 5 dólares al mes con un poder de compra que es incluso
menor. Tendría que trabajar 18 años seguidos para comprar un boleto de avión.
Muchos venezolanos viven de las remesas”. Paez añade que a este le precedieron
otros éxodos en un país que, insiste, “fue un país de gran movilidad social”:
los perseguidos políticos, los empleados del sector petrolero, los médicos, los
periodistas, los empresarios…
Cola para
sacar dinero este viernes en Caracas. Marco Bello, REUTERS
Pero el
acelerado deterioro ha golpeado duro a esas clases medias que, como explica la
escritora chileno-venezolana, no puede subsistir porque “no tiene ingresos en
divisas”.
El resto
de los amigos de la foto también se busca la vida.
Pese a
compartir idioma y cultura, la adaptación es dura. Muchos llegan solos, casi
sin ahorros, la burocracia acecha y tienen que trabajar en lo que salga para
pagarse techo, comida y, a ser posible, enviar algo a los que quedaron atrás.
Toro, fotógrafo además de diseñador gráfico, encadena trabajos de camarero en
España. No es para nada lo que soñó pero está contento aunque siente añoranza.
Su amigo
Eduardo Palacios, ingeniero agroindustrial, trabaja como asesor de ventas en
Costa Rica, adonde eligió emigrar porque había alguien que le podía echar una
mano. Cuenta que al llegar en 2015 abrió un local de comidas con un socio que
le estafó aprovechándose de que carecía “de un estatus migratorio que pudiera
considerarse sólido”. Ha logrado iniciar allá una nueva vida con su pareja y un
bebé.
Albert
Prieto, licenciado en estudios ambientales de 28 años jamás imaginó que tendría
que “trabajar de camarero tras estudiar tanto en la universidad”. Pudo llegar
hasta Tenerife porque un tío le acogió allí. Tuvo que dejar atrás a su esposa.
Ha sido limpiador de coches, lavandero, mozo de almacén, repartidor y ahora es
camarero. Está terminando de pagar “las muchas deudas” que tuvo que contraer
para traerse a su familia.
Agny
Daniel Rodríguez, ingeniero agroindustrial de 28 años que trabajó cuatro en
Nestlé, salió el año pasado por carretera a Colombia para volar a Lima. “Me fui
porque la situación se volvió insostenible, el sueldo no alcanzaba para
satisfacer las necesidades básicas, comida, medicina, movilidad. Además, no
podía ayudar a mis padres económicamente. Y ya la inseguridad se apodero del
país”. Eligió Perú por dos motivos: “Por ser un país que le abría (la puerta) a
los profesionales venezolanos sin tanta burocracia, además de ser el destino
más ideal al presupuesto con el cual yo contaba para ese momento”.
Gracias a
Facebook, estos seis amigos del colegio siguen en contacto 15 años después pese
a la distancia. Esperan reencontrarse algún día. Se tomarán la foto. “En el
momento en que podamos volver a encontrarnos, así tengamos 40 años, la
volveremos a hacer”, proclama Toro. Saben que no será pronto.