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El amor en los tiempos de la peste y el concepto actual de fascismo

2 Mayo 2017

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En la historia, el fascismo nunca comienza como expresión de una doctrina política, no tiene una filosofía que lo sustente, ni muestra un proyecto social específico, como en cambio ocurre en los momentos del socialismo, comunismo, las socialdemocracias y los movimientos cristianos, incluso en los primeros movimientos anarquistas.

El fascismo por desgracia no se anuncia nunca antes; los pocos que lo hacen, no son nunca escuchados.

Esto se debe a que se trata, antes que nada, de un espacio mental y visceral definido, situado en un lugar muy bajo del propio yo, una dimensión de conciencia en la que se instala el miedo a perder, el odio, el desprecio en general hacia los demás y hacia la vida, el resentimiento hacia todo lo que es diferente, la codicia y el deseo extremo por el mantenimiento de ciertos privilegios.

Opera de una manera jamás declarada abiertamente por parte de la clase dominante, que luego puede permear capas populares más amplias que reaccionan por instinto, con resentimiento y movimientos viscerales de miedo en respuesta a la inquietud social, la crisis, la confusión, la sensación de incertidumbre, producidas justamente por las políticas implementadas por las propias clases dominantes.

El fascismo siempre se produce en respuesta a la crisis generalizada, como última “invocación al orden y la disciplina”, en una espasmódica, incontrolable necesidad de métodos fuertes, lo que, desgraciadamente, sabe interpretar con extrema decisión.