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“Los soldados birmanos quemaron vivo a mi hijo de ocho años”

9 Marzo 2017


La pequeña Dilejan junta sus manos, muñeca con muñeca, replicando con gestos de mímica cada palabra que sale de la boca de su madre. “Agruparon a todos los varones”, detalla ésta con voz desgarrada. “Les obligaron a quitarse las camisetas. Les forzaron a ponerse de cuclillas y a meter la cabeza en el arrozal”. Y la pequeña de siete años agacha la cabeza con las manos en la nuca y la mirada fija en la mujer, a la espera de la siguiente instrucción. “Entonces les mataron. Dispararon a nuestros hombres y niños, y a quienes sobrevivieron les cortaron el cuello”.

La voz de Hassina, piel aceituna, labios carnosos y profundas ojeras alimentadas por su particular infierno, queda ahogada por el llanto en pleno relato. Su hija, que escenifica la muerte de su padre, Abul Bashar, y de sus hermanos Mujiburahman, de 14 años, Shofiqulrahman, de 12 y Najimuddin, de 10, se queda congelada ante la reacción de su madre. Las lágrimas incontrolables consternan por un momento a las niñas, hasta que Hassina encuentra el coraje de seguir. “Los soldados apilaron los cadáveres y los rociaron con queroseno. Les prendieron fuego. Mi pequeño, Riadshuddin, de ocho años, corrió hacia el grupo gritando ‘papá, papá’. Un militar le cogió en volandas y le arrojó a las llamas. Ví cómo quemaron vivo a mi hijo”.