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Reflexiones sobre el machismo

por Redacción ProMosaik América Latina, 3-1-017

He
intentado comprender por mucho tiempo qué lleva a tanta gente a creer
que el feminismo debe desaparecer porque ya cumplió con su cometido.
Intento ponerme en el lugar de quienes eso afirman, y en algo tienen
razón: las condiciones de vida de las mujeres han mejorado radicalmente
desde hace algunas décadas. Esa verdad no da lugar a discusiones.

 Ya hay una lucha generalizada a lo largo de casi todos los países y
se ha dado un reconocimiento político y social al género femenino que
durante siglos se le negó, pero, ¿es suficiente eso para afirmar que ya
las mujeres están en condiciones de igualdad? Eso sí que no hay manera
de sostenerlo, y veremos algunos datos propios de la sociedad colombiana
para contrastarlo.

La más reciente Encuesta Nacional de Demografía y Salud confirma una
afirmación que muchos antifeministas lanzan con frecuencia: ambos,
hombres y mujeres, son víctimas recurrentes de violencia física. La mala
noticia es que eso no es nada nuevo, los colectivos feministas aclaran
una y otra vez que no buscan afirmar que son las únicas víctimas de una
sociedad violenta, pero la sistematización de la violencia contra la
mujer, es una realidad incontestable.

Es cierto que las mujeres son víctimas mayoritarias; casi el 32% de
las encuestadas declaró haber sufrido violencia física por parte de su
pareja, a diferencia de un 21,4% de hombres que así declararon. Pero
como los golpes no son el único tipo de violencia, veamos otros datos:
mientras el 10,5% de mujeres encuestadas reportaron que su pareja les
había prohibido trabajar o estudiar, únicamente un 1,5% de hombres
pudieron haber dicho eso; además, un 10,5% de mujeres denunciaron que su
pareja las ha amenazado con quitarle el apoyo económico, mientras un 2%
de los hombres así lo afirmaron.

Esto exuda una arista que se suele soslayar al hablar de violencia de
género: la violencia económica. Miles de mujeres sufren con el martirio
de depender económicamente de su pareja gracias a que las condiciones
estructurales de educación y acceso laboral privilegian al género
masculino. Prohibir que la mujer estudie o trabaje es una reacción
típica de una sociedad que tiende a ver mal que un hombre gane menos que
su mujer, o que un hombre cuide los niños mientras la mujer cursa una
carrera. Esto hace parte de problemas de base que se cimentan en el
pensamiento y terminan por normalizarse en toda la población. Quizá por
eso muchos afirman que no hay razón para luchar por igualdad, porque
creen que la distribución tradicional de roles es natural y está bien.

Hablando de estructuras mentales, estos datos sí que deberían ser
aterradores: el 41,3% de los hombres encuestados afirman que “los
hombres de verdad son capaces de controlar a su pareja”, el 50,1% que
“una buena esposa obedece a su esposo siempre”, y el 61,8% dice que
aquellas mujeres que siguen con sus parejas luego de ser golpeadas es
“porque les gusta”.

Si bien el porcentaje de mujeres que afirmó esto siempre fue mayor al
porcentaje de hombres, la brecha entre ambos no es muy grande, y nos
demuestra que hay mucho por hacer para lograr una igualdad real y no
superficial.

La sociedad
colombiana sigue justificando la violencia, distribuyendo roles y
asignando funciones en valor del género. Hay un despertar, hay muchas
más mujeres que rechazan estos estereotipos, que se emancipan y exigen
el respeto de sus derechos, pero todavía queda mucho por hacer.

Hombres y mujeres, debemos cambiar nuestra estructura mental; el
feminismo no es inservible, no hay condiciones igualitarias, y no son
pretenciosos quienes levantan su voz contra los abusos de una sociedad
que aunque usted no lo crea y se niegue a aceptarlo, sigue siendo
machista.