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Refugiados sirios en América Latina: un futuro más allá de Europa

por Sergio Segura, ProMosaik America Latina, 21 Junio 2016. Las guerras que se viven en el mundo, las personas que viven
el terror y la persecución política o religiosa, son las principales causas
para solicitar refugio político en un país diferente al de nacimiento. Cada
minuto ocho personas lo dejan todo para escapar de este flagelo. El 20 de junio
es el día mundial del refugiado, veamos cómo viven algunas de sus comunidades
en América Latina.

por El Diario, 01 mayo 2016.
Salieron de Siria huyendo de la guerra, pero tomaron un
rumbo distinto al de la mayoría. En vez de embarcarse en una peligrosa e
incierta travesía hacia Europa a través del mar Mediterráneo,
prefirieron montarse en un avión con destino a América Latina. Desde que
comenzó el conflicto armado en 2011, más de 5.000 sirios han optado por
iniciar una nueva vida en la región.
“Vine a Ecuador
porque en este país no me piden visado para entrar”, cuenta Wahed,
nombre ficticio de un refugiado sirio que pide ocultar su identidad.
“Cuando estaba en Siria, pensé en arriesgarme en el mar junto a mi
familia para llegar a Europa, como mucha gente ha hecho. Pero luego un
amigo que vive en Ecuador me dijo que podía ir a trabajar con él. Por
eso vine hasta aquí”, explica este hombre de mediana edad y de tez clara
procedente de Idlib, una ciudad cercana a la frontera turca en disputa
entre el gobierno sirio y diferentes grupos rebeldes.
“Tuve que dejar a mi familia en Siria”, manifiesta con
pesadumbre. Wahed lleva más de un año en América Latina. Ahora regenta
una tienda de dulces árabes en Quito llamada Siria, como su país. “Los
hace buenísimos”, afirma su amiga libanesa, que ejerce de traductora
durante la entrevista.
En los últimos cinco años, al
menos 5.413 ciudadanos sirios han llegado a América Latina, según ACNUR.
La gran mayoría de ellos, el 87%, decidió solicitar refugio en Brasil.
Desde 2013, el gigante regional ha mantenido una política de puertas abiertas hacia los refugiados sirios, concediendo más de 8.000 visados humanitarios.
“Brasil ha tenido un rol muy importante en el tema de derechos de los
refugiados en América Latina: no solo porque ha propiciado políticas o
cuenta con un sistema de asilo bastante eficiente, sino porque también
ha motivado a que otros países de la región promuevan políticas
similares”, confirma Karina Sarmiento, directora para América Latina de
la ONG Asylum Access.
Jalil es uno de los miles de
sirios que solicitó un visado humanitario en un consulado brasileño. Lo
hizo en Estambul, después de haber sido deportado desde Dubái en su
intento por llegar a América Latina. Este ingeniero eléctrico originario
de Latakia, en la costa siria, decidió abandonar el país para evitar
ser reclutado por un grupo armado. “Elegí venir a Ecuador porque mi
hermano lleva 18 años viviendo aquí”, describe. Su viaje, que duró un
total de 23 días, no fue ni mucho menos un paseo idílico.

“En Dubái no me dejaron pasar por ser sirio”

“Fui en coche a Líbano, donde cogí un avión a Estambul. Desde allí volé
a Dubái. Mi viaje tenía que ser desde Dubái hasta Sao Paulo y desde Sao
Paulo a Quito. Pero como soy sirio, me pararon en Dubái durante tres
días y perdí mi vuelo”, recuerda el joven. Compró otro billete para ir
de Dubái a Rio de Janeiro, desde allí a Lima y luego a Quito. Pero de
nuevo se chocó con la negativa, y vuelta a Estambul. “Tenía papeles y
una invitación firmada por el gobierno, pero no me dejaron pasar por ser
sirio, por mi pasaporte. Estuve allí siete días en Estambul, fui al
consulado brasileño y conseguí un visado.
“Finalmente
llegué a Ecuador desde Estambul, pasando por Sao Paulo. Todo esto duró
23 días. Gasté 7.000 dólares porque perdí dos billetes de avión. Pasé
mucho sufrimiento, mucho dolor. Todo por ser sirio, por mi pasaporte”,
continúa Jalil en un inglés entrecortado, salpicado por la rabia de un
árabe que se sabe discriminado por otros árabes.
La
mayoría de sirios que llegan a América Latina son profesionales de clase
media-alta, según Gómez, experta en migraciones internacionales. El
viaje desde Siria hasta Ecuador cuesta alrededor de 2.000 euros,
mientras que viajar a Europa a través del mar supone un gasto aproximado
de 4.000 euros.
En el caso de este sirio padre de
tres hijos, Brasil solo fue un país de tránsito en su cruzada por
escapar de la guerra. Tuvo que dejar a su familia atrás, dado que no
contaba con el dinero suficiente como para pagar el viaje a su esposa e
hijos. “He venido aquí para trabajar con mi hermano, necesito dar de
comer a mi familia. Ahora les envío dinero todos los meses”, desvela
Jalil, quien no quiere revelar su verdadera identidad por miedo a que su
familia sufra represalias.
Los más de cinco años que
ya dura la guerra en Siria se han saldado con un balance catastrófico
para la población civil. De los 23 millones de personas que vivían en
Siria antes del inicio del conflicto armado, en la actualidad casi 5
millones han tenido que abandonar el país en busca de protección
internacional, mientras que casi 7 millones son desplazados internos.

La tradición humanitaria de América Latina

“América Latina ha demostrado a lo largo de su historia una tradición
humanitaria de mantener sus puertas abiertas”, asegura Sonia Aguilar,
directora de comunicación de ACNUR en Ecuador. “Durante décadas, los
países han buscado respuestas ante el desplazamiento forzado. Desde la
propia experiencia, como demuestra la existencia de la Declaración de
Cartagena de 1984, la región mantiene tanto en su acervo legal como en
sus prácticas, una orientación hacia la acogida. Y en ese sentido,
América Latina ha asumido un compromiso importante para apoyar en una
respuesta humanitaria frente a la crisis que viven los refugiados del
conflicto en la República Árabe Siria”, declara la portavoz de ACNUR.
Esa disposición latinoamericana hacia la acogida de personas
perseguidas puede explicarse por la propia historia de la zona. Las
dictaduras del Cono Sur y los conflictos en Centroamérica y en Colombia
afectaron a miles de personas, que se vieron obligadas a huir de sus
países en búsqueda de protección. Como consecuencia, los estados
latinoamericanos firmaron la Declaración de Cartagena, un documento
clave que amplió la definición de refugiado y permitió que fueran
reconocidas como tales no solo las personas perseguidas por su raza,
religión, nacionalidad o ideas políticas, sino también aquellas personas
que huían de situaciones de violencia generalizada.

Falta de ayudas

En septiembre de 2015, cinco familias sirias que habían sido
reasentadas en Uruguay un año antes, acamparon en una plaza de
Montevideo para expresar su deseo de regresar a Líbano. Los refugiados
se quejaban del alto coste de la vida y de las escasas ayudas que
recibían del gobierno uruguayo, lo que apenas les alcanzaba para vivir.
“Normalmente, los programas de acogida a personas refugiadas en la
región no incluyen apoyos. Y, si los incluyen, suelen ser pequeños, como
en Brasil y Uruguay, donde se dan ayudas económicas, pero no son tal
vez apoyos como se los preveía antes en Europa: alojamiento, un salario o
un beneficio por el mes”, comenta la responsable de Asylum Access en
América Latina.
En sus propias carnes lo está
viviendo Ahmed, un joven refugiado sirio que lleva dos años y medio en
Ecuador que tampoco quiere revelar su nombre real. “La situación aquí es
muy difícil: no puedo estudiar y tampoco hay trabajo por la crisis
económica en el país. Además, nadie busca trabajar con refugiados”,
denuncia este chico de 22 años que se vio obligado a dejar sus estudios
de Literatura Inglesa en la Universidad Nacional de Damasco. Ahmed,
quien dice tener facilidad para los idiomas, aprendió a hablar español
mientras trabajaba en un restaurante de Quito. “Encontré un trabajo en
un restaurante, pero me pagaban menos del salario mínimo (366 dólares al
mes), la jornada era de 14 horas y no tenía seguridad social. Con lo
que gastaba en transporte no me sobraba nada”, afirma Ahmed, que llegó a
Ecuador junto a sus padres y hermanos después de haber probado suerte
en Egipto. En Ecuador, donde residen 10 refugiados sirios y 79 solicitantes de asilo,
el estado no aporta ayudas a las personas que buscan refugio. Estos
dependen de ONG como HIAS, cuyas contribuciones económicas son
irrisorias.

“Tenía sueños, pero la vida me los está destruyendo”

A Ahmed le gustaría continuar con sus estudios en Quito, pero dice no
poder porque para entrar a la universidad le exigen superar un examen de
español para el que no tiene suficiente nivel. Al no poder estudiar ni
trabajar, Ahmed se siente atrapado. No puede volver a su país, pero
tampoco ve esperanza en Ecuador. Por eso quiere ser reasentado.
“Es mi última opción. En este tiempo ya debería haber acabado la
universidad, pero están pasando los años y no estoy haciendo nada: no
estoy trabajando, no estoy estudiando, no estoy apoyando a mi familia”,
confiesa con voz temblorosa. “Solo espero no llegar al punto de no
querer nada de la vida. Cada vez hay que adaptarse a una cosa y a otra
cosa y a otra cosa. Tenía sueños, pero la vida me los está destruyendo”,
concluye.
Sham, refugiada siria en Ecuador. | Esteffany Bravo

Sham, refugiada siria en Ecuador. | Esteffany Bravo

Aparte de los problemas económicos,
las barreras culturales se alzan entre los refugiados y las sociedades
receptoras. Sham, una jovial mujer siria que llegó a Quito hace 10 meses
destaca que su madre “pasa todo el día en casa, no quiere salir. Se
pone el hiyab (velo) y la gente no sabe lo que es, le miran raro y ella
se siente mal. Por eso prefiere estar en casa. No habla ni una palabra
de español”.

Raghida, que huyó de Siria porque el grupo yihadista Jabhat al-Nusra
quiso obligarla a convertirse al Islam, plantea que el mayor reto de
integración es el idioma. “En Ecuador casi nadie habla inglés, aunque la
gente ha sido muy buena conmigo y me ayuda cuando digo algo mal en
español”, relata la joven drusa. Raghida dio a
luz a su hijo poco después de llegar a Quito. Ahora solo quiere
aprender español para encontrar un trabajo. “Así podríamos vivir una muy
buena vida”, sentencia mientras da de mamar su bebé.

¿Por qué América Latina?

¿Por qué hay población siria en América Latina? Esa es la pregunta del
millón para Carmen Gómez, profesora de la Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales (FLACSO). No tiene fácil respuesta, asegura, pero
entre los principales motivos están las políticas de apertura de varios
países de la región. Para el caso de Ecuador, un país al que los
ciudadanos sirios pueden entrar sin necesidad de visado, “una de las
hipótesis que se baraja es que en los últimos años se generó una imagen
pública de apertura de las fronteras del país, de flexibilidad a nivel
migratorio y de estabilidad económica que pudo atraer a los sirios”,
aclara Gómez. A esta imagen puede haber contribuido el caso del fundador
de Wikileaks, Julian Assange, al que Ecuador proporciona asilo en su
embajada en Londres desde 2012.
No obstante, según
Gómez, esta percepción que se tiene del país andino puede ser engañosa.
“Últimamente, Ecuador no está proporcionando el estatus de refugiado a
la población que viene de Oriente Medio. Esto ocurre por varios motivos,
entre ellos el desconocimiento de lo que ocurre en la región y los
prejuicios que se tienen hacia los musulmanes”, explica.
Según Gómez, “Ecuador está muy centrado en el caso colombiano” y por
eso es reticente a facilitar el refugio a personas de otras
nacionalidades. Ecuador, el país latinoamericano que alberga a más
población refugiada en América Latina, acoge en su territorio a casi 60.000 refugiados colombianos.
En cualquier caso, los sirios que huyen del conflicto armado en su país
lo hacen para salvar su vida y asegurar un futuro para ellos y sus
familias. Los casos de Wahed, Jalil, Ahmed, Sham o Raghida muestran cómo
algunos sirios prefieren buscar refugio más allá de Europa, evitando
arriesgar su vida cruzando el mar y viajando a una tierra mucho más
lejana y desconocida para ellos. Como afirma Raghida, “cuando Siria esté
bien, me encantaría regresar a casa con mi familia”. Por el momento,
ella y todos los demás tendrán que construir un futuro en América
Latina, una región que les ha abierto sus puertas a pesar de no contar
con tantos recursos como Europa.