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¿No es suficiente el repudio? ¡Ya basta, Trump! Nuestra protesta y algo más

Fernando Buen Abad Domínguez 02/04/2020

Repulsivo, como es, el imperio yanqui no cesa en superar sus propios récords de obscenidad y estulticia.


Ahora le ponen precio a la cabeza de un mandatario que se ha desgañitado proponiendo diálogo, paz, cooperación y respeto mutuo. Claro que el propio concepto “Imperio” exige nombres y apellidos, si no queremos diluir la denuncia entre nociones generales o vaguedades. Si no queremos que la repulsa parezca sólo consigna o “slogan” sin metabolismo del pensamiento crítico. ¡Ya Basta!

Ese “Imperio” se “transustancia” en el Secretario de Estado Mike Pompeo y en el fiscal general de Estados Unidos, William Barr, para imprecar cargos por narcoterrorismo, tráfico de armas y corrupción contra el Presidente Nicolás Maduro y contra 13 referentes de la vida política venezolana, entre ellos: el presidente del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ), Maikel Moreno; el ministro de Defensa, Vladimir Padrino López; el titular de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, y el ministro de Industria y Producción, Tareck El Aissami. El “Imperio”, que entraña la voracidad usurera de las mafias industriales, las corporaciones de terratenientes y un ejército enorme de ideólogos serviles (incluso disfrazados de “progres”) que van difuminando lo tácito y lo implícito en la amenaza de marras. El canciller Jorge Arreaza lo caracterizó: “Ofrecer recompensas, al estilo de los vaqueros racistas del lejano oeste, demuestra el desespero de la élite supremacista de Washington y su obsesión contra Venezuela para alcanzar réditos electorales en el estado de la Florida”. Pero la protesta es contra esos tipejos y contra el sistema económico y político e ideológico que los porhija. ¡Ya Basta! No estamos denunciando “errores” de concepto o de conducta, estamos en guerra contra un sistema económico e ideológico que se expresa, incluso, en amenazas como la esputada contra Venezuela.
Protestar es una parte crucial del pensamiento crítico, especialmente si la protesta es tributaria (y lo sabe) de la lucha madre que los pueblos libran históricamente contra todos sus opresores, en todas sus escalas y modalidades. Protestar implica destrabar las voces, todas las formas de las “voces”. En la protesta están los embriones de la justicia. Darle lugar el descontento y abonar a la lucha los sentires que le dan memoria a los fines y a los principios de cada batalla. Protestar en una de las formas de la “Batalla de las Ideas”… pero no es suficiente. Se requiere la acción concertada, la razón emancipadora incluso en el crisol de las protestas, para insuflarle dirección a la praxis. Sánchez Vázquez insistió “mil veces” en esto. La protesta y la acción transformadoras deben ser un solo cuerpo dinámico, orgánico, perfeccionándose en los gastos y en los gustos, también. Economía, ética y estética.
Suele ocurrirle a la protesta una suerte de “enfriamiento” -auto-inducido- producto de confundírsela con cierta “catarsis” o “desahogo”. Como quien lanzando denuestos se siente aliviado y piensa que el insulto o la protesta son conjuros mágicos. Algunos museos de la burguesía, de gran fama coleccionista y con expertos destacados en casi todo, han hecho exposiciones internacionales sobre protestas sociales históricas. Destacan las exposiciones sobre le Revolución Francesa o el mayo del 68, muy socorridas para reducir la protesta a piezas decorativas “vintage”. La usurpación simbólica como objetivo de la Guerra Semiótica. Los casos abundan. Pero nada demerita la cantidad y la calidad de la protesta amasada por los pueblos.
No dejemos de protestar ante el imperio, ante la canallada burguesa de inventar calumnias para quedarse con el petróleo de Venezuela y con todos los recursos naturales que en esas tierras abundan. No dejemos de protestar ante las aventuras sicópatas de quienes han secuestrado el poder económico y político en USA ni dejemos de protestar ante la putrefacción acelerada del capitalismo en su fase imperial. Pero no nos quedemos satisfechos con eso. Hace falta la acción organizada, la profundización de las capacidades organizativas, la expansión de la creatividad y, desde luego, el enriquecimiento de nuestras protestas con las armas de la ciencia, sin consignas trilladas o ripios. Liberemos nuestra dialéctica de la protesta vacunándonos de todo el arribismo y todo el oportunismo que pululan, desde sus hamacas ideológicas, aguardando la hora de las erupciones políticas para, aun llegando tarde, lucirse como adalides de la primera hora. Protestemos con la autocritica en la mano. O seremos nada. ¡Ya Basta!
A ésta hora las protestas aisladas tenderán a diluirse bajo los escombros informativos del día a día. Nosotros requerimos un plan sistemático y serio de protesta con programa de ideas y expresiones de acción directa. De abajo hacia arriba. Guerrillas semióticas. No de cúpulas ni iluminados. Ya podríamos, en todos los idiomas, mentarle la madre a Trump, a Pompeo y a toda su cohorte empresaria, clerical, académica y farandulera… de poco servirá, Podríamos firmar mil cartas, manifiestos o proclamas… sin caldo de cultivo organizado avanzaremos mal o poco.
No es difícil imaginar un plan semántico, anti-imperialista y anticapitalista consensuado para, así, disponernos a un plan de sintaxis revolucionaria capaz de hacerse praxis renovadora y refrescante a fuerza de no repetir fórmulas de manuales ni simplismos peyorativos. Donald Trump -y su cohorte- escucharán la protesta más potente que es la acción revolucionaria de nuestros pueblos, especialmente del pueblo revolucionario de Venezuela. Sólo si de una buena vez organizamos bien nuestras fuerzas comunicacionales. Tarde o temprano, con la profundización organizada de la Revolución Socialista y Bolivariana, emergerá el estruendo de las voces hartas de humillación y de saqueo. El mundo no soporta más la aberración de los imperios, llámense como se llamen, y el pueblo trabajador no soporta más el fanatismo supremacista de Trump y sus adláteres. Nuestro repudio, del dicho al hecho, no es distinto al del pueblo venezolano y al de los pueblos solidarios empeñados en no sólo protestar contra este mundo intoxicado de capitalismo porque, insistamos, “de lo que se trata es de transformarlo”.