Eurovisión, arma de doble filo para Israel
Eduardo
Álvarez, El Mundo, 19 jun. 2018
A
mediados de los años 50, la Vieja Europa se lamía las profundas heridas
provocadas por la devastadora Segunda
Guerra Mundial.
El primer ministro Netanyahu, junto a Netta, imitando su 'baile gallinaceo'. E. M. |
Ese mismo
espíritu guía hoy a los responsables del festival musical más famoso del
planeta. Sin embargo, nunca se ha conseguido que quede al margen de las cuitas
geopolíticas. Antes al contrario, edición tras edición algunos países lo
afrontan como un potente instrumento para hacer sus guerras por otros medios.
Claro que
nunca nadie se había atrevido a politizar tanto el certamen como está haciendo
el Gobierno israelí. Eurovisión, convertido en asunto de Estado, es una
peligrosa arma de doble filo para Netanyahu.
Se juega no sólo la posibilidad de mejorar la deteriorada imagen de su país,
sino también, y más importante, acercarse o alejarse de sus socios europeos y
de los países vecinos del Magreb. Todo dependerá de cómo se resuelva la gran patata
caliente.
La
victoria de Netta
con su cacareada Toy supuso el cuarto triunfo para Israel en la historia del
Eurofestival. En medio de la euforia, miles de personas se echaron a las calles
para festejarlo. Y el propio primer ministro se apresuró a felicitar a la
cantante en Twitter. Pero acompañó los parabienes de un mensaje con el que
propagó al instante la discordia: "El año próximo en Jerusalén".
Israel
tiene el derecho de organizar la próxima edición del concurso. Y sus
autoridades quieren aprovechar tan extraordinaria plataforma mediática para reivindicar
ante el mundo la capitalidad de la disputada Ciudad Santa. Pero, en el contexto
de tensión actual, la celebración en Jerusalén despierta todos los recelos y
podría acarrear el boicot de países participantes, como ya han dejado caer
algunos. Recordemos que para el grueso de la comunidad internacional se trata
de una ciudad sin Estado, a la espera de que su estatus definitivo se resuelva
en el marco de un proceso de paz entre israelíes y palestinos que cada vez se
antoja más lejano. La reciente decisión del presidente de EEUU, Donald Trump,
de inaugurar su
embajada en Jerusalén, ha envalentonado al Ejecutivo judío, que en
el 70º aniversario del Estado ya no está dispuesto a que se cuestione su
capitalidad.
Los
enfrentamientos en la frontera entre Gaza e Israel, que ha dejado más de 100
muertos palestinos en las últimas semanas, son un peliagudo telón de fondo que
complica todavía más la asignación de la sede que en 2019 habrá de acoger
Eurovisión. El Gobierno israelí se mantuvo al principio muy férreo en su pulso.
Y la ministra de Cultura llegó a decir que si la UER -la asociación de
televisiones públicas que organiza el concurso- no aceptaba la candidatura de
Jerusalén, el festival
habría de celebrarse en otro país. Pero en los últimos días se
aprecia un cambio de talante en el Ejecutivo, que teme salir mal librado del
órdago. Se expone a quedarse sin Eurovisión, a ver dañada su imagen exterior y
a sentirse algo más aislada internacionalmente. La suspensión del partido
amistoso entre Israel y Argentina, por la negativa de esta selección a jugar en
Jerusalén, es un temible precedente.
El caso
es que el Gobierno ya no va a imponer una ciudad, y ha acabado cediendo y dando
vía libre a la televisión pública para que aborde sin interferencias el asunto
con la UER. Ello ha permitido que, de momento, cuatro localidades del país se
postulen como sedes: Tel Aviv, Haifa, Eilat y Jerusalén. El misterio se
resolverá en julio.
Falta por
ver también cómo lidiará la organización con las exigencias de los
ultraortodoxos judíos, que rechazan que se celebren los decisivos ensayos
finales durante el Shabat. Y es otra incógnita en qué queda la intención del
Gabinete de Netanyahu de invitar al Festival el próximo año a algunos países
árabes, como Arabia Saudí, Emiratos o Túnez, en otro gesto incomprensible de
politización eurovisiva. De los citados, sólo tendría sentido lanzar el guante
a Túnez, que pertenece al espacio de la UER y que estuvo a punto de debutar en
el concurso en 1977.
Más
difícil parece que Israel pueda aprovechar el concurso para limar asperezas
diplomáticas con Turquía y la convenza para regresar al certamen, que abandonó
hace un lustro. Sobre todo después de que el primer ministro turco haya acusado
al Gobierno de Netanyahu de "amañar Eurovisión". "Israel sabe
cómo matar, no cantar", soltó el sábado en la televisión. Lo dicho, nunca
el festival había estado tan en el epicentro de la geopolítica.