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Entrevista: ¿Qué sigue para el Black Lives Matter después de la condena a Derek Chauvin?

Trystan Taylor, La Izquierda Diario, 5/5/2021.

Una protesta de Black Lives Matter en 2016
2016 también vio una ola de manifestaciones de BLM por los asesinatos de hombres negros a manos de agentes de policía. Getty Images
Entrevistamos a Tristan Taylor, fundador de la organización antirracista Detroit Will Breathe –nacida con el movimiento Black Lives Matter del año pasado– y miembro de Left Voice. Taylor sigue enfrentando cargos por haber participado activamente en las protestas del año pasado. En esta entrevista, nos presenta una perspectiva realista del racismo estructural en Estados Unidos y un detallado panorama de las potencialidades y contradicciones que tiene el movimiento antirracista en Estados Unidos para triunfar. Explica, también, las dificultades que tendrá el movimiento para enfrentar al gobierno demócrata de Joe Biden –prestigiado por las medidas “populares” que está tomando– y luchar por la independencia de clase en su seno. Finalmente nos habla de los apasionantes debates al interior de la izquierda y el BLM en Estados Unidos y la necesidad de forjar una fuerza política que ponga esfuerzos en unificar a la clase obrera y el movimiento negro para dar una sola lucha, la misma lucha, contra el racismo y el capitalismo.

Derek Chauvin fue declarado culpable. ¿Cómo se logró esto y qué significa? ¿Qué viene ahora?

El veredicto de culpabilidad de Derek Chauvin es el resultado de las movilizaciones masivas que tuvieron lugar en todo el país y el mundo el verano pasado en respuesta al asesinato de George Floyd. Es la primera vez en la historia de Minnesota que un agente de policía fue declarado culpable del asesinato de un civil negro. En Estados Unidos, los agentes de policía rara vez enfrentan cargos, y mucho menos son declarados culpables, por lo que esta victoria es importante.

Para que los lectores de La Izquierda Diario se den una idea, el 27 de abril pasado fue publicado el reporte de la Comisión Internacional de Investigación Sobre la Violencia Policial Sistémica contra Afroamericanos en los Estados Unidos. Entre las 44 personas negras que murieron o fueron mutiladas por la policía y cuyos casos se pusieron bajo el foco de la comisión estaban: George Floyd; Sean Bell, asesinado el día de su boda en 2006 después de que la policía disparara 50 balas; Eric Garner, que murió estrangulado en 2014 al grito de “no puedo respirar”; Tamir Rice, el niño de 12 años que jugaba con una pistola de juguete al que dispararon en 2014 segundos después de que llegara la policía; Michael Brown, el joven desarmado de 18 años cuyo asesinato encendió el movimiento Black Lives Matter; Freddie Gray, que murió en 2015 tras soportar un “duro viaje” en un furgón policial; y Breonna Taylor, asesinada mientras dormía en una redada policial en su casa en marzo de 2020 en Louisville, Kentucky. Del análisis del testimonio de familiares de las víctimas, la comisión encontró graves violaciones a derechos humanos, desde el asesinato por gatillo fácil hasta mutilaciones causadas por disparos, incluyendo la práctica bien arraigada de utilizar infracciones leves de tránsito para acosar a la comunidad negra o los “check points” en los barrios negros para acosar también a la juventud negra. La comisión también concluyó que hay un “alarmante patrón del uso desproporcionado de la fuerza letal no solo con armas de fuego sino también con pistolas eléctricas y una cultura de impunidad donde los agentes rara vez rinden cuentas”.

Lamentablemente los casos que mencioné más arriba son los más mediáticos y alcanzaron visibilidad internacional gracias a la intensa movilización popular, pero son miles de casos de violencia policial racista en el país que pasan desapercibidos o como parte de la “tasa normal” de asesinatos de negros a manos de la policía. Uno de los casos más escalofriantes de la normalización de asesinatos racistas es el de Nathaniel Picket en Sacramento, quien fue asesinado por un policía en 2018 cuando cruzaba la calle rutinariamente y desarmado.

Por eso, que Derek Chauvin haya sido encontrado culpable del asesinato de George Floyd en los tres cargos que se le imputaban, es una conquista que claramente le arrancamos al estado y es una derrota de Trump, el partido republicano y los grupos de ultraderecha que se movilizaron al grito de “blue lives matter” cuando en verano pasado el movimiento antirracista conmovió al país.

Sin embargo, tenemos grandes desafíos por delante. Por ahora el movimiento dejó la calle, producto de las grandes expectativas que hay en el nuevo gobierno de Joe Biden que ya está prometiendo una reforma policial bajo el nombre de George Floyd e intentando expropiar las banderas del BLM. El de Biden es claramente un gobierno de desvío que pretende pasivizar al movimiento negro. Acá en Estados Unidos tenemos una expresión que sintetiza muy bien el rol que juega el Partido Demócrata en la lucha de clases: es el cementerio de los movimientos sociales.

Al mismo tiempo, un sector muy amplio que se movilizó el año pasado no se sintió completamente satisfecho con la declaración de culpabilidad de un solo agente de policía, cuando hay miles de agentes de policía que matan a personas negras y morenas todos los días y se trata de una institución racista por excelencia. Como muestra basta un botón: el día que Derek Chauvin fue condenado, Ma’Khia Bryant, una niña negra de 16 años fue abatida a tiros por un agente de policía en Ohio.

Creo que la combinación de mayores expectativas del movimiento de masas, la persistencia de la violencia policial racista que no se extingue como dicen los políticos del Partido Demócrata separando a las “manzanas podridas” y sectores de vanguardia amplia que no están completamente satisfechos con la declaración de culpabilidad de un solo agente; todo esto puede dar lugar a que el movimiento siga luchando contra el racismo y la violencia policial. Nosotros queremos aportar para ir más allá. Conquistar la independencia política del movimiento respecto del Partido Demócrata y ayudar a que la vanguardia identifique que la lucha contra el racismo sistémico es la lucha contra el capitalismo y que en ese camino tenemos aliados y enemigos y hay que saber reconocerlos.

El racismo es una constante en la historia de Estados Unidos. ¿Cómo se relaciona con las instituciones estatales?

El racismo impregna todos los aspectos de la sociedad estadounidense pero se reproduce y se ejecuta a través de las instituciones estatales que surgieron para disciplinar al movimiento negro. En el Sur por ejemplo, antes de que la policía se organizara formalmente en departamentos, había patrullas de caza de esclavos. Su único objetivo era reprimir a los negros. Lo hacían persiguiendo, apresando y volviendo a esclavizar a los negros que se habían escapado, aterrorizando a los esclavizados para evitar revueltas y embruteciéndolos mediante castigos extrajudiciales por infringir las normas de las plantaciones.

Por lo tanto, no es de extrañar que muchos miembros o admiradores del Ku Klux Klan sean hoy policías. De hecho, históricamente ha habido una estrecha relación entre el KKK y la policía, y ambas organizaciones han trabajado mano a mano en el fortalecimiento de la supremacía blanca. Esta relación histórica se mantiene, como se supo después del asalto al Capitolio azuzado por Trump el 6 de enero pasado, al identificar a varios de los que participaron en la toma como miembros activos o inactivos de la policía.

Volviendo atrás y al Sur, después de la Guerra Civil, estas patrullas de caza de esclavos se convirtieron en departamentos de policía que hacían valer los llamados “Códigos Negros”, leyes de facto que avalaban la segregación en todos los niveles. Los negros libertos fueron sometidos al desempleo, el hambre, el endeudamiento imposible de pagar o reclutados para campos de trabajos forzados parecidos a la esclavitud. Del mismo modo, hoy en día, los negros son arrestados de forma desproporcionada, se enfrentan a fianzas impagables y son super explotados como mano de obra en las cárceles.

En los Estados Unidos de hoy, estas instituciones están diseñadas para adaptarse de forma que sigan manteniendo las prácticas y políticas racistas, incluso cuando se ven obligadas a hacer concesiones al movimiento antirracista. Esto es parte de por qué las luchas antirracistas tienen implicaciones revolucionarias. El Estado, una y otra vez, demuestra ser demasiado racista para “reformarse” completamente y se beneficia directamente del maridaje entre racismo y capitalismo. Un ejemplo concreto de esto es el hecho de que, aunque las leyes de Jim Crow [1] fueron prohibidas por la Corte Suprema de EE. UU. en 1954, las escuelas de todo el país, especialmente en el Norte, están muy segregadas. Esto se debe a que la misma corte de EE. UU. también falló en 1971 para limitar las formas legales en que se podía obligar a los distritos escolares a integrar a los negros. Lo mismo ocurrió con las leyes contra la discriminación, como la “acción afirmativa”. Las instituciones estatales idearon casi inmediatamente formas de limitar la aplicación de la acción afirmativa para mantener el racismo, ya que la segregación es esencial para la supervivencia del capitalismo. Nosotros queremos transmitirle al movimiento estas lecciones históricas, porque el racismo permite a los capitalistas explotar a la clase obrera de conjunto a niveles más profundos de lo que sería posible sin él, mantiene a la clase obrera dividida y justifica la expoliación imperialista de las semicolonias.

¿Cuáles son los debates estratégicos dentro de la izquierda y el movimiento BLM, especialmente sobre la relación entre la lucha antirracista y la lucha de la clase obrera?

Uno de los principales debates que estamos teniendo es sobre la cuestión del poder, cómo es y cómo conseguirlo y esto está estrechamente relacionado a la lucha antirracista y la lucha anti capitalista. Es necesario un mayor debate sobre la cuestión del poder porque la izquierda y el movimiento BLM no tienen un entendimiento claro sobre la cuestión. Por ejemplo, hay una tendencia dentro del movimiento que se centra en la perspectiva política y la práctica de lo que aquí en Estados Unidos llamamos “mutual aid” (ayuda mutua). Primero hay que decir que la idea de “mutual aid” ha sido utilizada por las ONG, que crecieron exponencialmente en Estados Unidos durante la ofensiva neoliberal para paliar las consecuencias sociales de la destrucción de cualquier trazo de seguridad social. En manos de estas organizaciones, que organizan de manera burocrática a los movimientos y las comunidades que luchan por vivienda, salud, educación y hasta contra la violencia policial racista, “mutual aid” significa gestionar las migajas que otorga el Estado para evitar que los pobres y en particular los negros y morenos mueran de hambre o se rebelen, mediante un aparato asistencialista. Muchas de estas burocracias son parte de los tentáculos del Partido Demócrata.

Sin embargo, a la izquierda de la burocracia de los movimientos sociales, un sector del movimiento advoca por una versión distinta de “mutual aid”. Esta perspectiva, que también se denomina “base building” (construcción de base), plantea que es necesario construir organizaciones de la clase trabajadora, los oprimidos y las comunidades, que se encarguen de gestionar programas alternativos a los del estado para paliar las penurias de las masas. Algunos activistas y organizadores, incluso denominados socialistas, opinan que se pueden construir instituciones completamente alternativas al estado capitalista a través de organizaciones de ayuda mutua y que dichas instituciones son puntales hacia el empoderamiento de la clase obrera y los oprimidos.

El problema con la perspectiva de la ayuda mutua es que a menudo se centra en la política local de los barrios y las comunidades, y muy raramente se compromete con la lucha que realmente desafía al Estado o a los patrones directamente. De hecho, la mayoría de las organizaciones de ayuda mutua son en gran medida apolíticas o antipolíticas, ya que no presentan un análisis profundo de las condiciones materiales que crean el racismo y la explotación, el carácter de clase de los partidos capitalistas y el gobierno y no presentan un programa de lo que hay que hacer para solucionar estas penurias en última instancia. Así que estas organizaciones están en gran medida ausentes de la lucha de clases, y no ayudan a la clase obrera y a los oprimidos a descubrir, expresar y movilizar su poder colectivo en el camino de enfrentar al estado capitalista.

Hay otra tendencia de la izquierda y del movimiento BLM que discrepa en gran medida de la perspectiva de la ayuda mutua, busca centrarse en organizar a los oprimidos a descubrir su poder colectivo en la lucha para enfrentarse al estado y a las organizaciones paramilitares que el estado utiliza para perpetrar el racismo. Esta tendencia explica que las fuerzas represivas del Estado, como la policía y otras fuerzas del orden, existen para proteger la propiedad privada de los capitalistas y para reprimir a los que resisten al capitalismo y al racismo. Lo que compartimos con esta forma de entender el problema es que nosotros opinamos que las movilizaciones masivas, y a veces extremadamente combativas, contra la brutalidad policial del verano pasado fueron un ejemplo de ese poder colectivo embrionariamente. Al interrumpir el flujo normal de la sociedad, tomar el espacio público y enfrentarse directamente al Estado para exigir el fin de la violencia estatal y la desigualdad sistémica, el movimiento fue capaz de arrancarle al estado el veredicto de Derek Chauvin. Sin embargo, para eliminar todas las formas de explotación y opresión, la clase obrera debe ponerse al frente, actuar como una clase altamente concentrada y organizada desde los lugares de trabajo y las comunidades, incluyendo a los sectores más oprimidos que yo opino que tienen un potencial disruptivo enorme. Con “los más oprimidos” me refiero a las franjas de la clase obrera “racializadas” y que padecen dobles cadenas de opresión frente al estado imperialista y racista.

En última instancia, la clase obrera y los oprimidos, recientemente “descubiertos” como esenciales frente a la pandemia mundial, hacemos que la economía funcione. Tenemos el poder no sólo de retener nuestro trabajo de los capitalistas, causándoles la pérdida de cantidades masivas de beneficios, sino que podemos incluso tomar el control de la economía y dirigir las cosas colectivamente, eliminando la propiedad privada de los medios de producción. El problema es que la clase obrera estadounidense está muy dividida y esa división se perpetúa gracias a la acción de la burocracia sindical por un lado y de las burocracias de los movimientos sociales por otro, que justamente siempre buscan administrar las luchas cuando las hay y evitar su radicalización. Y qué más radical que la unidad política y en la acción de la clase obrera con el movimiento negro?

¿Cuáles son los debates dentro del movimiento negro ante la nueva administración de Biden? ¿Cuáles son las tareas que tienen por delante los socialistas?

Las masas se han desmovilizado en gran medida, sobre todo porque la administración Biden es capaz de dar a muchos una sensación de estabilidad y hacer concesiones. Esto ha provocado que los sectores de vanguardia del movimiento que aún están organizados y en muchos casos movilizados como en Portland o Minneapolis, estén aislados de las masas.

Uno de los debates que se están produciendo dentro del movimiento en relación con la administración Biden es cómo identificar qué tipo de administración será, y cuál es la relación del movimiento con ella. No se puede decir que Biden era un candidato popular entre la comunidad negra, más allá de la adscripción genérica al Partido Demócrata que la población afroamericana ha tenido históricamente. La población negra, incluso algunos sectores de clase media, consideraban a Biden problemático por su historial de apoyo a políticas racistas. Dos de los ejemplos de los que más se hablaba era su oposición a los programas de transporte escolar destinados a la desegregación de las escuelas en Delaware, y su papel en la redacción del proyecto de ley de delitos de 1994 durante la era Clinton, que condujo a un aumento significativo de la tasa de encarcelamiento de los negros, especialmente de los trabajadores precarios y los desempleados. Sus declaraciones en torno a la brutalidad policial durante la campaña electoral resultaron igualmente repudiables, concretamente su comentario sobre que los agentes de policía deberían disparar a las personas en la pierna. No obstante, el gobierno de Biden es considerado por las masas negras en gran medida como un gobierno estable, sensato y competente que ha dado muestras de estar dispuesto a hacer concesiones y a llevar a cabo reformas limitadas, pero significativas.

Sectores del movimiento están buscando activamente una relación crítica con la administración Biden. Liderados por los demócratas progresistas como “The Squad” [2] y acompañados por organizaciones de izquierda como la DSA, un ala del movimiento –muchos de ellos activistas de base genuinos en su deseo de acabar con el racismo y la desigualdad– buscan presionar a la administración Biden para que se mueva más a la izquierda y conceda las demandas de la comunidad negra, incluyendo las demandas de la clase obrera de conjunto que benefician a la comunidad negra. Algunos creen que una estrategia electoral centrada en la elección de demócratas progresistas para las próximas elecciones intermedias es la única manera de forzar a Biden para ir hacia la izquierda y avanzar. Quienes creen en esta estrategia se oponen a que la clase trabajadora y oprimidos rompan con el Partido Demócrata, o a cualquier intento de socavar la autoridad de la administración de Biden, que critican. Mientras tanto, el Partido Demócrata, ahí donde gobierna, ha reprimido duramente a la vanguardia. Son miles de activistas en todo el país enfrentando cargos federales graves producto de la represión estatal. Y son varias ya las legislaciones antiprotestas aprobadas en varias ciudades.

Existen sectores significativos del movimiento que entienden la necesidad de la independencia política de la clase obrera y los oprimidos respecto a los partidos defensores del capitalismo. Entienden que el gobierno de Biden no representa sus intereses y demandas, y que la única manera de arrebatar nuestras reivindicaciones es a través de la acción masiva y militante dirigida por la clase obrera desarrollando nuestros métodos de lucha como los piquetes, los cortes de calle, las huelgas, las movilizaciones callejeras. Los sectores más amplios harán una experiencia con este gobierno que ya está mostrando su verdadera cara con su política imperialista contra los migrantes, pero es fundamental ser parte de las luchas y entablar un debate fraternal en el movimiento. Al mismo tiempo, los sectores conscientes tenemos que ser parte de cada lucha sin importar que no tengan nuestro programa, pero al mismo tiempo ser una voz por la independencia de clase y por un programa anticapitalista en estas luchas.

Dado que las masas se han desmovilizado en gran medida, la vanguardia está bajo presión para ser pragmática y abrazar al Partido Demócrata y sus políticos para hacer el “cambio”. Por otro lado, algunos se enfrentarán a la presión de aumentar el aislamiento sin buscar un diálogo permanente con la gente, los trabajadores en los centros de trabajo, en las organizaciones sindicales y las comunidades. El papel de los socialistas es dialogar y debatir con la vanguardia de la lucha sobre cómo construir la organización y desarrollar un programa político que responda a los desafíos planteados para las masas y que exponga las limitaciones de los políticos capitalistas y su verdadero carácter, los burócratas del movimiento obrero y los burócratas de las organizaciones antirracistas y/o de la comunidad. Los socialistas tenemos que explicar pacientemente a la vanguardia negra por qué es fundamental mover y conmover a la clase obrera, incluso cuando luchamos contra el racismo, y por qué es necesario desarrollar una organización multirracial e internacionalista dedicada a la revolución socialista. Nuestro programa político para las masas tiene que reflejar sus intereses materiales y la necesidad de la erradicación del capitalismo, algo que sólo puede lograrse mediante una revolución socialista.