Por qué un personaje ‘trumpiano’ como Isabel Díaz Ayuso puede ser presidenta de Madrid (y de España)
Por Luis Gonzalo Segura, Rusia Today, 4/30/2021.
Isabel Díaz Ayuso es un personaje absolutamente trumpiano que puede ser presidenta, y no solo de la Comunidad de Madrid, sino también de España. De hecho, a día de hoy es la figura más popular de la oposición española. Una auténtica, y terrorífica, distopía convertida en realidad. Pero ¿cómo es posible que una caricatura política trufada de manifestaciones delirantes, aberrantes, ignominiosas o surrealistas pueda arrasar en las próximas elecciones a la Comunidad de Madrid, gobierne o no?
Comunismo o libertad
“Comunismo o libertad”, tuiteó Isabel Díaz Ayuso –también conocida como IDA– cuando supo que Pablo Iglesias abandonaba la vicepresidencia del Gobierno para intentar reflotar a Unidas Podemos, por aquellos días al borde del abismo del 5% de votos, umbral bajo el cual los partidos políticos carecen de representación parlamentaria. Una afirmación tan simple como falsa, pero a la altura de la respuesta que recibió –dirigida a ella y a Rocío Monasterio, de la formación ultraderechista Vox–: “democracia o fascismo”. Parafraseando a Groucho Marx, la libertad de Isabel Díaz Ayuso es a la libertad lo que la justicia militar es a la justicia, pero la democracia española es a la democracia lo que la música militar es a la música. He aquí la casi insalvable contrariedad.
El ascenso de Díaz Ayuso es el reflejo de una sociedad enferma, la española –y la madrileña, de forma especial–, en la que se abren centros de manicura a la misma velocidad con la que se cierren libreríasEl ascenso de IDA, la última presidenta de la Comunidad de Madrid, y su próximo y avasallador triunfo electoral, porque posiblemente vaya a devastar a sus adversarios en las urnas aun cuando ello pudiera no ser suficiente para gobernar, es el reflejo de una sociedad enferma, la española –y la madrileña, de forma especial–, en la que se abren centros de manicura a la misma velocidad con la que se cierren librerías. Una sociedad trumpiana en el que el mensaje simple y carente de contenido recorre las mentes sedadas y adictas a la desinformación a la misma velocidad que los datos viajan a través de la red.
Porque España es un país trumpiano en el que los informativos de una de las cuatro grandes cadenas de televisión privadas están en manos de un publicista –¡ni se aparenta!–, lo que supone la culminación de la transformación de los programas informativos –y políticos– en telebasura. Ya ni siquiera persiguen aparentar un rigor y una seriedad de la que en el fondo carecen, sino que directamente se han entregado a las entrañas. A las pasiones. Al exterminio de cualquier atisbo de razón. A los insultos, las peleas, los rifirrafes o el sensacionalismo.
Y es en ese caldo de dislates y de disparates, en ese escenario de película de serie b, de mala película de serie b, en el que personajes más propios de una novela de Eduardo Mendoza han encontrado un ecosistema ideal en el que prosperar. IDA, en cuyo currículum figura haber sido responsable de las redes sociales de Pecas, la mascota de la ex presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, es un claro ejemplo de ello.
Una mujer que tan pronto añora los atascos de madrugada como asevera que la covid recibe su nombre por haber aparecido en diciembre de 2019, que el virus nos ha unido genéticamente a los españoles y a los latinoamericanos, que estos últimos y su forma de vida son responsables de la expansión de la pandemia en Madrid, que la covid llevaba mucho tiempo circulando en España porque las gomas del pelo son chinas –afirmación realizada en marzo de 2020, al comienzo de la expansión– o que la pandemia es lo mejor y lo peor que le ha sucedido en la vida. Una mujer que es una distopía en sí misma. Una distopía de la distopía.
Democracia o fascismo
Porque “democracia o fascismo” tampoco parece ser la disyuntiva y, ahí radica precisamente el gran problema para nosotros y la gran oportunidad para las caricaturas, sean de extrema derecha, de extrema extravagancia o de ambas –Isabel Díaz Ayuso podría haber sido candidata de Vox: “Dios no me hizo perfecta y por eso no soy de Vox”–.
La democracia española, “una democracia plena”, según el PP y el PSOE, lo que en su tiempo fuera denominado el ‘PPSOE’ tanto por Toni Cantó, que hoy milita en el PP, como por Irene Lozano, que hoy milita en el PSOE, no lo parece tanto. La propia IDA nos deja alguna pista al respecto cuando afirma que “No todos somos iguales ante la ley… El rey Juan Carlos no es como usted”. Una democracia en la que lo menos reseñable de sus carencias se encuentra en que un sujeto permanezca al margen de la legislación hasta el punto de haberse convertido en un delincuente múltiple apartado del país para rebajar la presión sobre sus actividades delictivas –los monarcas españoles gozan de inviolabilidad jurídica, lo que les permite de facto cometer cualquier delito con impunidad–.
El gran problema de la democracia ‘plena’ española lo encontramos en la ausencia de independencia real del poder judicial y en la excesiva relación de este poder con el legislativo y el ejecutivo, los cuales, además, constituyen uno solo y dependen junto al poder mediático de los poderes económicos. Todo un Talón de hierro –Jack London, 1908– que, evolucionado y modernizado, gobierna nuestros días. ¿Cómo explicar si no que los parlamentos y las sedes judiciales se hayan trasladado a los platós de televisión?
Porque el juicio mediático de los abusos sexuales –denunciados judicialmente sin resultados– sufridos –hechos demostrados a tenor de la resolución televisiva emitida– por la hija de una conocida artista a manos de un ex guardia civil, ahora tertuliano televisivo, refleja que la justicia ya no reside en los magistrados, sino en los presentadores de televisión, pues los órganos judiciales carecen de tanta independencia como de credibilidad. Y si al frente de los informativos se pone a un publicista, ¿por qué no encomendar a un presentador la dirección de un proceso judicial o situar al frente del Ministerio Fiscal a un tertuliano? España, y muy especialmente Madrid, vive en una sociedad en la que la telebasura domina y determina las vidas, ideas, proyectos y agendas. Una sociedad de telebasura en la que no hay mejor candidata que Isabel Díaz Ayuso.Pero es que, además, se trata de un proceso mediático-judicial que ha determinado la agenda política, con participación incluso de miembros del actual Gobierno, lo que demuestra hasta qué punto los platós de televisión han sustituido a los parlamentos. Y no cualquier plató de televisión: los más vulgares, degenerados y obscenos. ¿Acaso no recuerdan al actual presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, interviniendo en directo en un programa de telebasura? Efectivamente, fue en 2014 cuando Pedro Sánchez llamó a ‘Sálvame’ para aclarar en directo su posición al respecto del Toro de la Vega, un festejo español en el que se torturaba a un toro.
Otra prueba del traslado del eje parlamentario a los platós de televisión la encontramos en la campaña realizada por el PSOE en Madrid, cuya máxima estrella ha sido Jorge Javier Vázquez, precisamente, en uno de los mayores exponentes mediáticos de la telebasura. De esa telebasura que ha maltratado y cosificado a las mujeres durante décadas y que ha convertido los cerebros de millones de españoles en adictos receptores de experiencias de desinformación, mentira, banalización, sensacionalismo, sexo, maltratos o drogas que cada vez requieren de mayores dosis ante el efecto de la tolerancia cíclica a las sustancias inyectadas. Los partidos políticos ya no utilizan a economistas, jueces, filósofos, artistas, catedráticos o activistas para el lanzamiento de sus campañas electorales, sino a presentadores de televisión.
En definitiva, España, y muy especialmente Madrid, vive en una sociedad en la que la telebasura domina y determina las vidas, ideas, proyectos y agendas. Una sociedad de telebasura en la que no hay mejor candidata que Isabel Díaz Ayuso.