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Reflexiones para otro mundo necesario

Marco Bersani 14/04/2020
1. Salir de un modelo que no ofrece ninguna protección

Tradotto da  María Piedad Ossaba

El elemento disruptivo que nos proporciona el dramático estado de emergencia sanitaria y social es la toma de conciencia de que un modelo basado en el pensamiento único del mercado y la prioridad de los beneficios no garantiza ninguna protección.
La privatización de los sistemas de salud, los drásticos recortes en el altar de las restricciones presupuestarias, la mercantilización de la investigación científica han transformado un grave problema de salud en una emergencia dramática, que ha trastornado al conjunto de las sociedades, la vida de las personas y sus relaciones sociales, haciendo de la precariedad una dimensión existencial generalizada.
Si la crisis económica y financiera de 2007-2008 había decretado el fin de la fábula del mercado que habría producido suficiente riqueza para garantizar un bienestar en “cascada” para todos, con la epidemia de Covid-19 se puso fin a la ilusión “soberanista” de que el bienestar existente podía ser la prerrogativa de ciertos grupos sociales y/o ciertos territorios económicamente avanzados.
La crisis sistémica -económica, ecológica, social y sanitaria- del modelo capitalista ha puesto de manifiesto su incapacidad para garantizar una protección. El conflicto se ha convertido literalmente en un conflicto entre la Bolsa o la vida. Elegir la segunda significa emprender una lucha generalizada para salir del capitalismo.
2. La pandemia se combate con la ecología
No estamos en presencia de un acontecimiento exógeno al modelo económico-social. La actual pandemia de Covid-19 no es algo externo o de origen desconocido. Nuestra creciente vulnerabilidad a los virus tiene su causa más profunda en la destrucción cada vez más rápida de los ecosistemas naturales. La expansión de la deforestación, la drástica disminución de la biodiversidad, la quimización de la agricultura, la ganadería intensiva, la industrialización, la urbanización y la contaminación han provocado un cambio repentino en los hábitats de numerosas especies animales y vegetales, subvirtiendo los ecosistemas establecidos desde hace siglos, modificando su funcionamiento y permitiendo una mayor conectividad entre las especies.
Desde este punto de vista, la actual epidemia se inscribe ya en la crisis climática más general que, ante la emergencia sanitaria, todo el mundo parece haber pasado por alto o haber decidido aplazar,.
La urgencia de un cambio de rumbo en relación con el modelo capitalista, que en sí mismo es indiferente al “qué, cómo y por qué” se produce , adquiere un sentido aún mayor.
Se necesitarán muchos recursos económicos para superar la actual pandemia y la profunda crisis económica subsiguiente. Desde ahora es necesario exigir que se dirijan exclusivamente hacia la construcción de otro modelo, social y ecológicamente orientado.
3. La reproducción social supera a la producción económica
En la actual emergencia sanitaria, se pone de manifiesto la contradicción fundamental del modelo capitalista entre producción económica y reproducción social. La consideración exclusiva de la primera y la posterior devaluación de la segunda se manifiesta en las medidas adoptadas por los gobiernos para hacer frente a la epidemia: proteger la producción, evitar el colapso económico ha sido su prioridad, con el resultado de transformar un grave problema de salud en una tragedia masiva en los territorios más industrializados del país.
Las huelgas obreras, autoorganizadas por los trabajadores, han sido huelgas por la vida (reproducción social) contra los beneficios (producción económica). La pandemia demuestra que no es posible ninguna producción económica sin garantizar la reproducción social, como siempre nos ha recordado el pensamiento feminista. Y si la reproducción social significa cuidar de si mismo, de los demás y del medio ambiente, es precisamente en torno a estos nodos que hay que repensar todo el modelo económico-social, construyendo una sociedad del cuidado contra la economía de la explotación y del beneficio.
4. Reapriopriarse la riqueza social
La pandemia ha puesto al descubierto la trampa construida artificialmente en torno a la cuestión de la deuda pública, utilizada como chantaje para desregular los derechos sociales y laborales y poner en el mercado los bienes comunes y los servicios públicos.
Son los mismos precursores de la prioridad de las restricciones presupuestarias que hoy dicen que podemos y debemos gastar, que debemos hacerlo inmediatamente y sin techo, demostrando así la utilización política que se ha hecho hasta ahora de la deuda pública.
Si proteger a las personas significa superar el pacto de estabilidad, el pacto fiscal, los parámetros impuestos por Maastricht y lo que siguió, significa que estas restricciones no sólo son inútiles, sino que son la causa principal, mediante drásticos recortes del gasto en salud pública, de la transformación de un grave problema de salud en una tragedia masiva.
Ha llegado el momento de reapropiarse las riquezas sociales expropiadas por la libertad incondicional de los movimientos de capitales, la financiarización de la economía y de la sociedad, la privatización de los sistemas bancarios y financieros, la usura de los intereses de la deuda.
Es necesario reivindicar el control de los movimientos de capitales, el carácter público del Banco Central Europeo y su papel de garante ilimitado de la deuda pública de los Estados, y la socialización del sistema bancario, empezando por la Caja de Depósitos y Préstamos.
Para evitar que las aperturas de hoy sobre la capacidad de gasto se conviertan mañana en cadenas de austeridad aún más estrictas y para poner finalmente las finanzas al servicio de la sociedad y no al revés.
5. Bienes y servicios comunes fuera del mercado
Ninguna protección es posible si no se garantizan los derechos fundamentales a la vida y a la calidad de vida. Reconocer los bienes comunes – naturales, sociales, emergentes y de uso cívico – como elementos fundadores de la cohesión territorial y de una sociedad orientada ecológica y socialmente, significa fijar como objetivo de todas las opciones políticas y económicas la realización de un presupuesto equilibrado en el plano social, ecológico y de género. La protección de los bienes comunes, y de los servicios públicos que garantizan su acceso y uso, debe prever su retirada inmediata del mercado, su gestión descentralizada, comunitaria y participativa, así como una capacidad de gasto adecuada y en ningún caso incompresible.
6. Salir de la precariedad / renta para todos
En esta emergencia sanitaria y social, hemos experimentado lo que significa la precariedad en el sentido existencial del término: nuestras certezas, nuestros rituales cotidianos, nuestros universos relacionales han sido alterados y hemos tenido que tomar conciencia de la fragilidad intrínseca de la vida humana y social. Pero muchas mujeres y hombres tuvieron en cuenta de manera aún más concreta y dramática lo que significa no tener ingresos porque siempre hemos tenido un trabajo precario y no garantizado. O, a pesar de tener ingresos, no hacer valer sus derechos -a la vida y a la salud- rechazando el chantaje en el trabajo en condiciones de flagrante incumplimiento de las normas de seguridad.
Todo esto muestra claramente que no se puede trazar seriamente ningún horizonte sin opciones que apunten inmediatamente a superar todas las condiciones de precariedad.
La riqueza producida en el planeta es más que suficiente para garantizar una existencia digna a todos sus habitantes, mientras que la crisis ecológica y climática es por primera vez una crisis causada por la sobreproducción y no por la escasez. Estos dos elementos exigen un replanteamiento del sentido mismo del trabajo y nos impulsan a tomar inmediatamente el camino de una renta básica incondicional que debe garantizarse a todas y a todos.
7. Retomémonos los comunes
La epidemia de Covid-19 pone en tela de juicio el paradigma de la búsqueda de un crecimiento demencial, basado enteramente en la velocidad de los flujos de mercancías, de personas y de capitales y la hiperconexión resultante de los sistemas financieros, productivos y sociales. Son precisamente estos canales los que han permitido al virus Covid-19 transportar el contagio a través del planeta a velocidades nunca vistas antes, viajando en los cuerpos de ejecutivos, de los CEO, de los técnicos hiper-especializados, así como en los de los trabajadores de transporte y de la logística y de los turistas.
Repensar la organización de la sociedad implica la reubicación de las actividades productivas a partir de las colectividades territoriales, que deberán estar en el centro de una nueva economía transformadora, con orientación ecológica y social.
Se trata de “retomar los bienes comunes” como espacio fértil y vital, y como terreno de reapropiación social, fundado exclusivamente en la búsqueda del interés general, sustrayendo inmediatamente del sector privado y de la ideología privatizadora todos los sectores que se refieren a la producción de bienes y servicios primarios para las necesidades de la población, las infraestructuras materiales y digitales, y la investigación en todas sus formas.
Pero se trata también de superar el “público” dirigista y burocrático para construir el “común” como un espacio potencial de autonomía de las comunidades territoriales, solidarias y federadas.
En este sentido, “retomar los comunes” debe leerse también en el sentido concreto de reapropiación de los órganos de la democracia de proximidad, que han sido puestos contra el muro por décadas de políticas de austeridad, con el fin de hacerles poner en el mercado el patrimonio público, los servicios públicos locales y el territorio, es decir, los bienes colectivos que permiten a una suma de individuos de definirse como comunidad.
8. Hacer de la democracia una realidad
El tema de la democracia es más central que nunca. Todo lo que se ha descrito anteriormente sólo puede lograrse en un contexto de verdadera democracia, entendida como la participación consciente del mayor número posible de personas en las decisiones que nos afectan a todos.
Este contexto es tanto más necesario en este momento, tanto porque debemos imponer colectivamente un cambio de rumbo radical a los poderes económicos, financieros y políticos que, hasta ahora, han tomado decisiones sin siquiera hacer la hipótesis de alguna forma de participación popular, distinta del ejercicio formal de la delegación en elecciones periódicas; y porque las libertades individuales y sociales, comprimidas en tiempos de pandemia por necesidades extraordinarias, corren el riesgo de ser cuestionadas incluso después de un retorno a la normalidad.
Teniendo en cuenta la cantidad y la profundidad de las transformaciones necesarias para que podamos realmente decir “nunca más como antes”, quizás ha llegado el momento de comenzar desde abajo un camino de discusión amplio y “constituyente” para salir definitivamente de las políticas liberales y del modelo capitalista.