Bolivia: ¿golpe o (contra)revolución?
Fernando Molina 17/11/2019 |
¿Cómo interpretar lo ocurrido en Bolivia? El movimiento que culminó con la renuncia de Evo Morales y la polémica proclamación de Jeanine Añez como presidenta interina fue producto de diversas dinámicas y anuncia un giro político-ideológico en un sentido conservador. No obstante, el escenario boliviano no está cerrado.
El presidente boliviano Evo Morales fue derrocado. Para varios países, miles de observadores extranjeros y muchos bolivianos, fue obra de un golpe de Estado. Los motivos que tienen para pensar así son diversos, pero entre ellos sobresale la secuencia de los acontecimientos del pasado 10 de noviembre. Poco antes de que Morales leyera su renuncia en la televisión estatal, compareció ante la prensa el alto mando militar, y su jefe, el general Williams Kaliman, «sugirió» al presidente que dimitiera. «Post hoc ergo propter hoc»: como un hecho sucede a otro, se supone que es causado por este. Esto no considera, entre otras muchas cosas, que también la Central Obrera Boliviana (COB), liderada por un dirigente cercano al oficialista Movimiento al Socialismo (MAS), el minero Juan Huarachi, pidió que Morales renunciara. ¿Por qué Huarachi, insospechable de ser «proimperialista», hizo algo así? Porque en la movilización contra Morales actuaron mineros de Potosí, una región que hasta 2015 fuera un bastión del MAS y luego se volcó en contra de él, a causa de lo que sus dirigentes llamaron el «ninguneo» de la región.
Por otro lado, otros muchos bolivianos consideran que el proceso que derrocó a Morales fue una revolución libertadora contra un «dictador». Una idea que no considera cuestiones como las siguientes: ¿por qué esta «dictadura» no intentó echar mano de los militares para defender su poder? ¿Por qué no trató de acallar a los medios de comunicación en los que, durante los 18 días que duró la movilización, los dirigentes de los comités cívicos llamaron insistentemente a empujar al presidente fuera de su cargo? Y las preguntas siguen.
La verdad no está en las interpretaciones ideológicas. Sin embargo, seguramente el debate doctrinal sobre los sucesos bolivianos –golpe o revolución libertadora– será tan interminable como irreconciliable. Este artículo, lejos de intentar cerrar la discusión, quiere abrirla, proporcionando nuevas perspectivas. Veamos.
La primera causa de la caída de Morales fue un levantamiento masivo de los sectores urbanos y de clase media de la población, que paralizó todas las ciudades del país, con la excepción de La Paz y El Alto, y logró trabar el funcionamiento normal del país. Este levantamiento comenzó luego de que el Tribunal Electoral anunciara que el resultado de las elecciones del 20 de octubre había sido la victoria en primera vuelta de Morales –resultado que la auditoría de las elecciones de la Organización de Estados Americanos (OEA), solicitada por el gobierno boliviano, consideraría posteriormente ilegítimo–. Sin embargo, las motivaciones de la gente para actuar iban más allá de la «indignación por el fraude». La clase media «tradicional» nunca aceptó del todo a Morales. Las razones eran varias: desde su condición de indio, que siempre fue un factor importante de rechazo, hasta la devaluación, en su gobierno, de los capitales educativos respecto de otro tipo de «capitales» (ser dirigente social era más importante para obtener un puesto público que tener un doctorado), lo que perjudicaba sus aspiraciones.