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Moratoria e inflación por las nubes: el “cataplún liberal” de Macri en Argentina

Achille Lollo 13/10/2019
El 23 de agosto, solo dos meses antes de las elecciones presidenciales, el ministro de Hacienda de Argentina, Hernán Lacunza, y el presidente del Banco Central de Argentina, Guido Sandleris, informaban al FMI y a los bancos acreedores de que el presidente Macri solicitaba una moratoria y suspendía todos los pagos comprometidos para los próximos seis meses.

Más tarde, el 5 de septiembre, el andamiaje político del liberalismo comenzaba a desmoronarse con el anuncio de que según el Índice de Precios al Consumidor (IPC) la inflación había llegado al 54,4 por ciento en los últimos 12 meses.

Tradotto da S. Seguí
Así, el “cataplún liberal” del presidente Mauricio Macri tenía lugar el 25 de septiembre cuando el INDEC (Instituto Nacional de Estadística y Censos) declaraba que en los cuatro años de gobierno neoliberal –es decir, del 10 de diciembre de 2015 al 15 de septiembre de 2019– la inflación ha estado en todo momento descontrolada, con un espantoso aumento para los cuatro años de 230%. Es decir, una inflación anual del 37% en promedio.
Una revelación que ha dejado a la mayoría de los argentinos boquiabiertos, ya que sólo ahora se han percatado de que el “maravilloso programa de libre mercado económico del gobierno de Macri, alabado por Trump y por los popes de Wall Street” en realidad ha resultado ser una trampa, es decir, un programa de bancarrota, que ha aumentado de manera desproporcionada la desinversión, el desempleo y, sobre todo, la inflación. De hecho, muchos aspectos de la crisis económica argentina han provocado un rápido descenso en la calidad de vida y, sobre todo, han reducido la eficiencia de los servicios públicos, haciendo que Argentina regrese al pasado. Por estas razones, las políticas sociales regresivas del gobierno de Macri y su incapacidad para corregir los efectos de la crisis económica han hecho cada vez más evidente el llamado “cataplún liberal”. Una situación que contrasta con la del gobierno de Cristina Fernández Kirchner que, en 2015, según el INDEC y el Banco Mundial, había registrado una tasa de desempleo muy baja (4,4%) y una inflación de alrededor del 20%.
Es evidente que la declaración de moratoria, la explosión de la inflación y las pésimas condiciones de vida de los trabajadores y la mayoría de la clase media deberían haber puesto fin al sueño de reelección de Mauricio Macri. Utilizo aquí el “debería” condicional porque la contradictoria historia electoral de Argentina puede reservarnos algunas amargas sorpresas, como sucedió en 2015, cuando Sergio Massa, un importante aliado del Frente de Todos, abandonó la coalición creada por Cristina Fernández Kirchner para competir como independiente. Esta decisión condujo a la victoria de Macri.
La segunda sorpresa puede venir de la definición de los comportamientos de los principales sectores de la clase media, totalmente despolitizada, siempre dispuestos a seguir las consignas de los medios de comunicación. En particular, la numerosa clase media de la capital, Buenos Aires, siempre dispuesta a dejarse manipular por el grupo Clarín (periódicos, revistas, radio y TV-Canal Trece) y sus dos cadenas competidoras: Telefe de la multinacional Viacom, y Time-Warner, del grupo estadounidense Turner-HBO.
De hecho, a pesar de la dramática situación económica y social, la mayoría de los medios continúan justificando las acciones de Macri y su gobierno y, siguiendo esta lógica, proponen a los votantes los contradictorios conceptos de la política económica neoliberal y la dependencia de los Estados Unidos. Lamentablemente, en la primera vuelta de las elecciones presidenciales, una gran parte de la clase media escuchó la “voz de su amo” y votó por Mauricio Macri, quien de esta manera obtuvo el 32,5% de los votos.
Un resultado que reabre el debate sobre la complejidad política de la sociedad argentina y las posiciones de los diferentes sectores de la clase media. De hecho, en los últimos cuatro años, los torpes planes de reforma económica y monetarista del ministro Hernán Lacunza han hecho sufrir a la clase media, pero ésta se ha mantenido aferrada a la obtusa posición ideológica del antiperonismo histórico, únicamente porque el Frente de Todos de Cristina Fernández Kirchner está estrechamente relacionado con los trabajadores y los sindicatos, representando a un nuevo centro-izquierda argentino, progresista y dispuesto a dialogar con la izquierda. Los medios explotan estos elementos “ad hoc” para promover y alimentar un verdadero “odio de clase” hacia los pobres, que en los últimos años ha experimentado un crecimiento significativo no solo en Argentina, sino también en Brasil y Venezuela.
Las varias razones del “cataplún”
Hoy, los críticos del programa económico del gobierno de Macri no vinculados ni a la oposición peronista ni a la izquierda argumentan que los errores cometidos por Macri y su gobierno no son errores políticos, sino errores técnicos de naturaleza financiera, atribuibles a los ministros que luego fueron reemplazados en 2018. Esta justificación se ha convertido en un elemento central de los argumentos de los columnistas de Clarín, Canal Trece y Telefe, a quienes la oposición responde recordando que Macri había hecho soñar al electorado al prometer reducir la inflación desde 20 % a 8%… ¡e incluso erradicar la pobreza!
Sin embargo, el elemento principal del “cataplún político” de Macri fue el continuo aumento de los precios, en junio y julio, de todos los productos alimenticios, especialmente los más populares, como la leche, las verduras, el pan, etc. Productos que en agosto aumentaron hasta 58,6%. Como resultado, el 11 de agosto, en las primarias de las elecciones presidenciales, el peronista Alberto Fernández, candidato de la coalición Frente de Todos triunfó con un 47,66%.
La victoria de Alberto Fernández y el regreso de Cristina Fernández Kirchner a la Casa Rosada como vicepresidenta han enfurecido a la “raza superior” que, en esta primera ronda, ha sido golpeada a nivel nacional, afectando la elección de varios gobernadores y muchos diputados. Sin embargo, la victoria del Frente de Todos fue significativa, especialmente en el Distrito Autónomo de la capital, Buenos Aires, que durante años estuvo gobernado por Macri, representando la fórmula ganadora del programa neoliberal.
Cabe señalar que la imagen política y la credibilidad del presidente Macri se ha deteriorado con la petición de la moratoria y el anuncio del “impago” durante los próximos seis meses; una moratoria que ha recordado a los argentinos, ricos y pobres, los dramáticos meses de 2001, cuando los primeros signos de incumplimiento inminente, a saber, la bancarrota, eran claramente visibles. Una correlación de situaciones que en septiembre causaron la explosión del tipo de cambio paralelo del dólar y lógicamente la “exportación” de éste a los bancos off-shore de Uruguay y Paraguay.
Los “malhechores de izquierda”, es decir, aquellos que, según los santones de los medios de comunicación italianos, usan el lenguaje de 1968, afirman que la mayoría de los 57.000 millones de dólares se han utilizado para financiar los intereses y la avaricia del “raza superior”, tal como sucedió en el pasado durante los gobiernos dictatoriales y luego con los neoliberales. Esta tesis encuentra apoyo indirecto en las palabras del presidente del Banco Central de Argentina, Guido Sandleris, quien culpa a la “… incompetencia y, por lo tanto, un uso imprudente de las reservas internacionales de divisas…”. He aquí pues, de nuevo en palabras de 1968, lo que significa que el clan Macri se ha apropiado de una gran parte de los 57.000 millones de dólares prestados por el FMI como, en el pasado, hicieron los Menem, Galtieri, Viola, Videla, Onganía, Lanusse, sin olvidar a El Brujo, es decir, José López Rega, fiel secretario de Perón y ministro de Isabelita, quien con los fondos del Tesoro argentino financió la Triple A, con la que, en Argentina, comenzó el drama de la guerra sucia y los desaparecidos.
Frente de Todos
Pocos recuerdan, y los santones de la “gran prensa” evitan evocarlo, lo que sucedió en 2015 en Argentina y en Brasil, cuando el Departamento de Estado y la CIA del demócrata Barack Obama obtuvieron dos importantes victorias políticas, gracias a algunas maquinaciones jurídicas. De hecho, en Brasil se desarrolló un falso impeachment para deponer a la presidenta Dilma Rouseff, poner fin a los gobiernos del PT y meter a Lula en la cárcel con una escandalosa condena por corrupción.
Sin embargo, en Argentina, los agentes del Departamento de Estado y las antenas de la CIA “aconsejaron” al juez federal Claudio Bonadio que llevara a cabo seis juicios contra la presidenta Cristina Fernández Kirchner, precisamente en los últimos seis meses de su mandato. De esta manera, fue bastante fácil desestabilizar la campaña electoral atacando la imagen política de Cristina Fernández Kirchner, fundadora del Frente de Todos, y luego dividir al electorado. Una manipulación muy bien orquestada por los medios de comunicación, destacando el grupo editorial Clarín, que tuvo un papel decisivo en la victoria de Macri.
Hoy, el Frente de Todos, después de los percances mediáticos y también los errores cometidos en la campaña electoral de 2015, se presenta como una coalición mucho más abierta y pragmática, que reúne a todas las corrientes peronistas del Partido Justicialista, el Frente Renovador de Sergio Massa, los sectores radicales que siguiendo a Leopoldo Moreau formaron el Movimiento Nacional Alfonsinista, y luego el Partido de la Concertación de Gustavo López, el Proyecto Sur de Pino Solanas, el Partido Socialista de Buenos Aires dirigido por Jorge Rivas, el Partido Solidario de Carlos Helles, el Nuevo Encuentro creado por Martin Sabbatella y otros grupos menores vinculados al movimiento popular.
Los dos grandes sindicatos, la CGT (Confederación General del Trabajo) y la CTA (Central de Trabajadores de la Argentina), que representan el 70% del movimiento sindical argentino, son los Grandes aliados del Frente de Todos, que, de esta manera, se presenta a los votantes en forma unitaria como el nuevo centro-izquierda argentino.
Así pues, si esta coalición de centro-izquierda permanece unida y evita los errores de 2015, la victoria de Alberto Fernández y Cristina Kirchner contribuirá enormemente a aflojar el lazo geoestratégico que Estados Unidos, o más bien deberíamos decir el imperialismo estadounidense, ha logrado imponer a la soberanía de Argentina y de muchos otros países latinoamericanos.