Haití y la necesidad de otro mundo
Cristóbal León Campos 28/10/2019 |
Inicia la séptima semana de protestas en Haití, cuyo ejemplo es el extremo de las consecuencias suscitadas por las políticas neoliberales aplicadas en América Latina; su condena arrastrada por siglos, lo sumerge en una constante crisis de gobierno y social.
Durante todo el año de 2019, una cadena de manifestaciones itinerantes se han registrado, teniendo la común características con los recientes acontecimientos en otros países latinoamericanos en el rechazo tajante a las medidas económicas implementadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el imperialismo estadounidense; pero en Haití, los causes se desbordan porque a diferencia de otros países, éste no ha tenido en décadas un periodo intermedio de estabilidad, aunque sea cierto también, que en muchos países (como Chile) ese periodo de estabilidad resultó ser más farsa que verdad, porque la pobreza extrema, la desigualdad, la violencia estructural, la sobre-explotación y el racismo son elementos que definen casi por norma la realidad de la nación caribeña, que además, carga sobre su espalda, una permanente campaña de ocultamiento por los grandes medios de comunicación, pues de las crisis, protestas y reclamos sociales en Haití no se habla, ni siquiera para descalificarlos y tergiversarlos, el silencio es tal que, verdaderamente, pone en entredicho la integridad humana. Haití es la evocación continua de la necesidad de construir otro mundo.
Las protestas reiniciaron por la escasez de combustible y el aumento de su precio, la falta de comida, medicamentos, gas, agua potable y por la devaluación de la moneda; esto agudizó la crisis económica que se vive en el país más pobre de Latinoamérica, donde la mayoría de la población sobrevive con dos dólares al día, o mucho menos. El pueblo ha tomado las calles para enfrentar al neoliberalismo, trabajadores y trabajadoras resisten la represión brutal que ha dejado muchos asesinados y encarcelados, mantienen la fuerza para continuar, varios sindicatos y el movimiento feminista junto a diversos partidos políticos se van agregando, la organización de base permite otorgarse solidaridad entre los desposeídos (algo que el poder burgués jamás comprenderá), el magisterio y los estudiantes se han sumado al paro general, el pueblo se agrupa bajo el nombre de Foro Patriótico que ha propuesto ante el deseo de renuncia del presidente, “un gobierno de transición por un período de tres años para atajar los problemas de hambre, miseria y desempleo que afecta a más del 80 % de la población, y la reforma de las instituciones estatales según las necesidades de la población”. La lucha haitiana siempre tiene un toque más elevado en su densidad, pues no sólo se lucha por frenar medidas anti-populares, sino por sobrevivir como pueblo, nación y seres humanos.
Frente a las movilizaciones populares, el presidente haitiano, Jovenel Moïse, ha declarado que “no se encuentra aferrado al poder sino a las reformas que pretende implementar”, pero no dice que las reformas pretendidas son modificaciones constitucionales, modificaciones a la ley aduanera y del sector energético, todo, para seguir beneficiando a los saqueadores y explotadores; el presidente Moïse es acusado de corrupción y se ha exigido su renuncia, por lo que justifica su aferrado amor al poder diciendo que es necesario “ver cómo podemos sacar provecho de esta crisis, cómo hacer de esta crisis una oportunidad”, la realidad no es más que el cinismo de quien oprime, la oportunidad planteada es la permanencia de un estado de indefensión agudizado por la injerencia imperialista y neocolonial.
Haití es la muestra de la soberbia y la venganza, la primera colonia liberada de América es hoy el país más lastimado por todas esas viejas potencias nostálgicas de su hegemonía, la muestra es el botón de oro: Haití vive una ocupación desde principios del siglo XXI, con el pretexto del envío de “ayuda humanitaria”, una coalición de naciones la mantiene asediada, el aval de la ONU a esta condición es otra de las muchas incongruencias en el seno del organismo internacional, el pasado 17 de octubre la ONU dio a conocer la continuación de su política intervencionista con el programa BITUH, que dará continuación del MINUJUSTH que precedió a los Cascos Azules, quienes cometieron múltiples vejaciones contra el pueblo haitiano.
Una de las grandes movilizaciones que se han registrado en estas nuevas jornadas de resistencia, fue justamente dirigida a ese intervencionismo, los manifestante se dirigieron al cuartel general de la ONU, cerca del Aeropuerto Internacional de Puerto Príncipe, donde expresaron su repudio al apoyo del Grupo Central al gobierno de Jovenel Moïse, este grupo lo conforman nada menos y nada más que un representante especial de la Secretaría General de la ONU, los embajadores de Alemania, Brasil, Canadá, Francia, Estados Unidos y los representantes de España, la OEA y la UE, todos estos países y estas organizaciones guardan un silencio culposo sobre la real situación que se vive en Haití, donde todos, desde luego, son cómplices de la opresión de larga duración que ha padecido, todos se benefician y extraen grandes riquezas, el neocolonialismo es real, tan real como la bota imperialista en el mundo. Haití libra una larga batalla contra todo el sistema mundial y es olvidado por la gran mayoría de las naciones. Ya es tiempo de dar luz a la verdad en Haití y extremar las manifestaciones de apoyo, la liberación haitiana es también la emancipación de los pueblos latinoamericanos.
Ninguna solución favorable al pueblo haitiano vendrá de las políticas neoliberales impuestas por el FMI, el imperialismo y neocolonialismo. Haití, como toda Nuestra América, enfrenta el reto y la necesidad de construir un nuevo orden mundial, esta región del mundo está llamada a ser vanguardia en esta impostergable urgencia, la resistencia contra el neoliberalismo ha de conducir a los pueblos a la abierta crítica de todo el sistema capitalista y a la formulación de un proyecto emancipador global. El socialismo tiene que levantar la mano para dar cauce a las demandas sociales, reformularse para concretar el anhelo de un mundo realmente justo, libre y humano.