Planchado de senos, la tortura que aún sufren algunas niñas en Camerún
Cristina Gonzalez |
En algunos países de África se cree que esta práctica puede proteger a las niñas contra los abusos sexuales.
Sin embargo, no es más que una tradición tribal que supone una tortura para las niñas, a quienes las someten a quemaduras y graves daños para evitar el desarrollo de sus senos.
Hace unos días denunciábamos los lebouh o granjas de engorde, una de las tradiciones arcaicas que aún persisten en países africanos como Mauritania. Esta vez nos hemos centrado en otra diferente: el planchado de senos que, aunque en menor medida, por desgracia aún lo siguen sufriendo algunas niñas en África, especialmente en Camerún. Se trata de una práctica propia de algunas tribus que consiste en atrofiar el desarrollo del pecho de las niñas sometiéndolo a quemaduras. Sus madres, abuelas o tías presionan sobre los senos piedras, palos o planchas candentes con el objetivo de detener su desarrollo. ¿La justificación? Creen que si el pecho no se desarrolla, hará que las niñas resulten menos atractivas para los hombres y por consiguiente podrán evitar violaciones o el mantenimiento de relaciones sexuales a edades tempranas.
© Mujerícolas
Esta práctica que en países como Camerún, Benín, Nigeria, Chad, Togo o Guinea consideran una medida de protección, no es sino una forma más de violencia infantil, una tortura que sufren aproximadamente un 25% de las niñas camerunenses, según estima la ONU, aunque pueden existir más casos. De hecho, el pasado año, diferentes ONG alertaron de esta práctica en otros países: el diario británico Expressinformó de que unas 1.000 niñas en torno a los 10 años dentro de Reino Unido habían experimentado este tipo de tortura.
El planchado de senos lo sufren las niñas de 9 a 14 años, coincidiendo con el momento en que comienzan a desarrollarse. Según explicó a The Telegraph Margaret Nyuydzewira, presidenta de la Organización para el Desarrollo de las Mujeres y Niñas Camerunesas: “El planchado de senos se realiza en secreto y se lleva a cabo por la madre o por la pariente mujer más próxima, como una tía o una abuela”. Una tortura que puede durar hasta seis meses y que normalmente se realiza de manera diaria.
En un documental emitido hace tiempo por National Geographic, Philomene Moungang, una madre camerunense, explicaba cómo realizó el planchado de senos a sus hijas: “Se lo hice a las dos cuando tenían ocho años. Cogía una piedra de pulir, la calentaba al fuego y se la aplicaba con presión sobre los senos”, explicaba en un duro testimonio. “Ellas lloraban y decían que les dolía, pero yo les expliqué que todo era por su bien”.
Consecuencias para las niñas
El planchado de senos causa daños físicos y psicológicos en las niñas que lo sufren. Además de las inevitables quemaduras, las jóvenes se enfrentan a daños como infecciones, quistes, deformidades o la destrucción de las glándulas mamarias, algo que imposibilita la futura lactancia materna.
Igualmente, las niñas pueden desarrollar secuelas psicológicas derivadas de esta práctica, como depresión, estrés postraumático, pánico o complejos derivados del aspecto de su propio cuerpo.
Es imprescindible que se regule esta práctica desde los organismos competentes estableciendo su ilegalización, pero también es de vital importancia que se proporcione información a las regiones donde se realiza aún el planchado de senos. La educación sexual es imprescindible para cambiar esta mentalidad, así como la concienciación de las fatídicas consecuencias que esta práctica puede tener para las niñas.