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Derechos Humanos, 1948-2017: del nazismo a las redes sociales

Diego Corbalán
La violación de los derechos de millones de personas cobran vigencia pese al paso de los años y a la distancia emocional y racional de los horrores vividos hasta el fin de la Segunda Guerra Mundial, con consecuencias aún vigentes.

Cada 10 de diciembre desde el año 1948 el mundo reflexiona sobre los Derechos Humanos. Lo hace desde lo que fue el cierre de una de las etapas más nefastas de la historia moderna como fue el Holocausto nazi hasta nuestros días.
En casi 70 años de aquella proclama en defensa de los derechos de todos los seres humanos muchísimas deudas se saldaron, pero nuevas comenzaron a anotarse en la lista de los deberes de los poderes públicos.
En ocasión de esta celebración, el director de Amnistía Internacional en España, Esteban Beltrán, puso en números la cruda y sangrienta realidad de los que hoy salen a diario a defender los derechos humanos.
En este contexto, durante 2016, 281 militantes pro derechos humanos fueron víctimas de homicidio en el todo mundo, contra los 146 defensores en 2015 y los 145 de 2014.
Indudablemente algo no anda bien.
Como señala Beltrán, los victimarios de dichos defensores son los gobiernos, las empresas, grupos armados como así también aquellos que fomentan el odio y la discriminación, especialmente a partir de las redes sociales.
Es así: el abanico de aquellos que ponen en riesgo los derechos humanos es amplio y se renueva constantemente.
Así como en la Argentina vivimos (y padecemos, aunque depende de la consideración personal) la grieta política, el mundo tienen sus propias contiendas que enfrentan a unos y otros en una retórica, por momentos sin pausa y sin cuartel.
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Conflictos vigentes.
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Así podemos mencionar, entre otros conflictos, los sucesos en Turquía, con la persecución y detención de más de una decena de defensores de los derechos humanos.
Otro caso es el de Filipinas, en donde la denominada “guerra contra las drogas” encabezada por el presidente, Rodrigo Duterte, se viene cobrando miles de víctimas, entre ellas niños y niñas, sin que las fuerzas de seguridad hayan rendido cuentas de estas matanzas.
Otro episodio de actualidad y que genera gran preocupación global (con referencias explícitas del Papa Francisco) es el que se registra en Myanmar.
Allí, el pueblo rohingya está atrapado en un sistema de discriminación institucionalizada de máxima crueldad, con patrocinio del Estado, lo que, a los ojos de la comunidad internacional, constituye un verdadero apartheid.
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Europa y los refugiados.
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Un capítulo para nada menor, más aún teniendo en cuenta que se trata de uno de los territorios más ricos del mundo, es el de Europa y los inmigrantes que huyen de sus países en conflicto.
El sistemático incumplimiento del asilo a refugiados en Grecia e Italia, por ejemplo, es una de las postales que muestran cómo el primer mundo no puede/no quiere asumir el compromiso de dar respuesta a quienes golpean las puertas de sus fronteras (con casos extremos como los de Polonia y Hungría que no aceptaron ni un solo refugiado).
Una agravante a este cuadro es la decisión de los Estados Unidos de abandonar el Pacto de Naciones Unidas sobre migraciones.
La medida conlleva a un agravamiento del estatus legal de los inmigrantes en el mundo, especialmente por el fortalecimiento de una ética antimigraciones que pareciera hacer carne en varios líderes mundiales, buscando contentar a porciones importantes de los ciudadanos de sus países, preocupados por la pérdida de derechos locales en pos de la llegada de “ese otro” extranjero, desconocido, temido y repelido.
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Terrorismo e inmigración.
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Las oleadas terroristas que golpearon especialmente a países europeos no han hecho más que restringir las libertades personales, especialmente la de los inmigrantes.
Las nuevas normativas antiterroristas relativizan distintos derechos, restringen la libertad de expresión, aumentan la vigilancia gubernamental con controles laxos y generan un clima de opresión que perjudica especialmente a las minorías étnicas y religiosas, muchas veces nutridas de refugiados y migrantes de otros países.
Amnistía Internacional señala, por ejemplo, que en España, los dos años de vigencia de la Ley de Seguridad Ciudadana terminó confirmando lo denunciado: más poder para la policía, menos garantías para que la ciudadanía defienda sus derechos y un impacto negativo en el ejercicio de los derechos de reunión pacífica, información y expresión”.
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Redes sociales.
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Las redes sociales son una verdadera caja de resonancia de la amplia y compleja comunicación humana que hoy se expresa de manera multiforme.
Sin embargo, también son amplificadoras de una lógica de enfrentamiento que se expresa mediante abuso y violencia.
Tanto el honor, el decoro como la propia privacidad se ven amenazadas a través de las numerosas plataformas de comunicación.
Es así que varios derechos conocidos (y algunos nuevos) se ven erosionados por la comunicación en las redes sociales.
Uno de ellos es el derecho de autor, que tiene sus resguardos en tanto y en cuanto sea un artículo publicado en la Web pero que queda a merced de los oportunistas en las redes sociales.
Otro asunto es el uso del WhastsApp. La privacidad de los audios y conversaciones que allí se vierten queda a consideración de quienes consideran que dicho registro debe pasar a la esfera pública.
Depende la legislación de cada país (y la voluntad de hacerlos cumplir) estos contenidos podrán tener o no protección.
Asimismo, también hay que mencionar el denominado “derecho al olvido”, es decir la potestad de decidir qué contenido puede publicarse sobre uno y el derecho a que el mismo sea retirado de los registros en Internet y en las redes sociales.
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América Latina, sus desaparecidos y desplazados.
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En nuestro subcontinente, los derechos humanos también están en deuda y tal vez con más crudeza.
Por un lado, la cuestión de los desplazados, especialmente en Colombia (aunque también en América Central) revela un drama humanitario de millones de personas que, por distintos motivos, deben abandonar sus países.
Sin embargo, el tema más acuciantes y siniestro es el de los desaparecidos. Aquí es donde México aparece con sus más de 32 mil personas que permanecen sin paradero, víctimas de la acción de las bandas narcocriminales y de los grupos para estatales.
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Derechos Humanos en la Argentina.
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La cuestión de los derechos humanos en la Argentina tuvo una relevancia central desde el retorno democrático de 1983 hasta nuestros días.
La sistemática violación de los mismos durante al última dictadura militar (1976-1983) y el largo proceso de reparación de dichos derechos violados demandó un debate público extenso con resultado positivo.
Si bien la cuestión va saldándose año tras año, con largos juicios contra imputados por delitos de lesa humanidad, por ejemplo, el debate pendiente en el país es por la vigencia de los derechos humanos y su cumplimiento.
Los conflictos territoriales con los pueblos originarios, el poco apego de democrático e institucional de las fuerzas de seguridad, los derechos sociales que siguen siendo deuda (como la vivienda, la salud y la educación de calidad) y los derechos a la igualdad de minorías y especialmente de la mujer componen una lista de cuestiones a debatir y resolver.
Sin embargo, la ausencia de un debate vigente y de interés sobre gran parte de estos temas ralentiza el reconocimiento de dichos derechos (uno caso paradigmático fue en 2015 la casi nula referencia a la cuestión de los 
derechos humanos por parte de los candidatos presidenciales).
Los recientes episodios protagonizados por las fuerzas de seguridad en las muertes de Santiago Maldonado y Rafael Nahuel son muestras del debilitamiento institucional de las fuerzas de seguridad, que continúan desplegando su accionar (por momento hasta con autonomía de los poderes políticos) golpeando a los sectores más vulnerables como los pueblos originarios, mientras el Estado posterga hasta el absurdo el relevamiento de tierras que debe intentar cerrar la etapa de reclamos que realizan distintas comunidades y otorgarles títulos de propiedad en caso de que las parcelas en disputa le sean reconocidas.
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Estas líneas finales están especialmente dirigidas a nuestros lectores argentinos: Los derechos humanos no “fueron” sino que son.
Aunque su violación haya constituido una de las películas más siniestras de nuestra historia moderna no deja de ser una parte del debate sobre el respecto a los mismos.
Celebrar elecciones democráticas cada dos años, con los recambios de cargos cada 10 de diciembre (en coincidencia con el día de la Declaración de los Derechos Humanos de 1948) conlleva a una necesaria memoria histórica sobre los dolorosamente vivido y luchado para poder ir a las urnas y exige una activa defensa de dichos derechos en el presente.
Confiar en que la democracia per se obture la violación de los derechos humanos sería atentar contra la propia inteligencia.
Más o menos peronistas, más o menos radicales (o más o menos de la expresión partidaria que fuere) los derechos humanos son únicos y supremos y, sin dudas, deben ser militados más allá de las banderías políticas, aunque con ellas también.