Manos atadas de Obama: por qué expulsar a los espías rusos era su mejor opción
30 Diciembre 2016
El presidente saliente había anunciado “represalias proporcionadas” contra Rusia por su interferencia en las elecciones. Un ciberataque habría sido peligroso e ilegal, y las meras sanciones, ineficaces
La decisión de Barack Obama, ayer, de expulsar a 35 operativos de inteligencia rusos de EEUU y otras medidas punitivas, sorprendió a la mayoría de los observadores por su contundencia. Por un lado, señala la convicción de la Casa Blanca de que el Gobierno ruso realmente está detrás de diversas ciberoperaciones dirigidas a influir en el proceso electoral estadounidense, incluyendo el hackeo de los correos del jefe de campaña de Hillary Clinton, John Podesta, y los servidores del Comité Nacional Demócrata, y filtrando la información a Wikileaks. Algo que el Kremlin niega, y que probablemente provocará un movimiento similar por parte del Gobierno de Vladímir Putin.
“No puedo decir cuál será la respuesta, aunque, como sabemos, aquí no hay alternativa al principio de reciprocidad”, declaró anoche el portavoz presidencial ruso Dmitry Peskov. “La respuesta será formulada en una dirección determinada por el presidente de Rusia”, indicó. Y en el pasado, Putin ya ha encontrado formas creativas de responder a los castigos estadounidenses, como cuando, en respuesta a la llamada Ley Magnitsky -que imponía sanciones contra oficiales responsables de corrupción y violaciones de derechos humanos, llamada así por Serguei Magnitsky, un abogado ruso muerto en custodia policial en condiciones extremas-, prohibió la adopción de huérfanos rusos por familias de EEUU.
Pero Obama ha considerado que no tenía más remedio que actuar, no solo porque, como dijo ayer, considere que “el público estadounidense debe alarmarse” por las presuntas acciones rusas, sino por el temor fundado a que su sucesor, Donald Trump, no haga absolutamente nada. Si, como sostienen las autoridades estadounidenses, Rusia ha ‘hackeado’ las elecciones en EEUU para apoyar a un Trump mucho más amistoso con Putin de lo que Hillary Clinton habría sido nunca, se trata de una seria interferencia por parte de un Gobierno extranjero en un proceso interno estadounidense, y, según han declarado varios miembros tanto del Partido Demócrata como del Republicano, debe ser considerado una amenaza.”Estas actividades tienen consecuencias”, ha dicho Obama, indicando que las medidas tomadas son “una respuesta necesaria y apropiada a esfuerzos por dañar los intereses de EEUU”.
De ser cierto, las operaciones han sido tan exitosas que varios gobiernos europeos, de Alemania a la República Checa o Francia, temen que Rusia intente algo similar durante sus respectivos procesos electorales en 2017. “Tan preocupado como estoy sobre lo que nos ha sucedido en estas elecciones, lo estoy también sobre lo que nos ocurrirá en el futuro. Estoy firmemente convencido de que los rusos y otros dirán: ‘En 2016 funcionó bastante bien, así que sigamos’. Y tenemos elecciones cada dos años en este país”, declaraba esta semana un alto funcionario estadounidense al diario “Washington Post”.
Sin herramientas adecuadas… hasta ahora
Se especulaba con que la respuesta de la Casa Blanca tomaría una forma diplomática o, más probablemente, económica. Horas, antes, un grupo de senadores encabezado por John McCain había pedido el establecimiento de nuevas sanciones contra Rusia, similares a las que ya aplica EEUU desde 2014 por la invasión de Crimea. Pero la expulsión de agentes va varios pasos más allá. Las sanciones, sin duda, han tenido un impacto importante en la economía rusa, pero por sí solas no han logrado el efecto disuasorio que muchos oficiales estadounidenses esperan conseguir ahora.
Los expertos legales habían advertido de que no se podría utilizar la orden ejecutiva aprobada por el propio Obama en 2015 para responder a ciberataques desde el extranjero, puesto que ésta solo cubre los daños a infraestructuras críticas o el robo de información económica de compañías estadounidenses. Además, se temía que responder en forma de ciberataque podría provocar una escalada no deseada. Una manera de obviar esta dificultad habría sido declarar los sistemas electorales “infraestructuras críticas”, pero aún así eso no salvaría el carácter retroactivo de la agresión. La opción de Obama ha sido, finalmente, emitir una nueva orden ejecutiva que complete la anterior.
Otro de los problemas es que una parte del público sigue sin estar convencido de la culpabilidad del Kremlin en el hackeo, una idea alimentada por el propio Trump, que ha declarado: “Por lo que sabemos, podría haberlo hecho cualquier tipo en su sofá”. Entre los críticos prominentes están los responsables de la influyente publicación “The Intercept”, creada, entre otros, por el abogado Glenn Greenwald (el que hizo famoso a Edward Snowden). Hace dos semanas, este medio digital abría con una historia titulada: “Aquí está la evidencia pública de que Rusia hackeó el CND. No es suficiente”. Sin embargo, expertos como Steven L. Hall, antiguo oficial de la CIA, han explicado que es improbable que las agencias de seguridad quieran revelar cómo han obtenido la información, puesto que eso supondría exponer sus métodos de recogida de inteligencia y fuentes humanas, que perderían toda utilidad de cara al futuro. La única opción, pues, es creer (o no) lo que dicen la CIA y el FBI. Para acallar algunas dudas, esta última institución ha emitido un informe junto al Departamento de Seguridad Nacional explicando cómo se produjo el presunto hackeo.
Un último desafío es impedir que Donald Trump revierta la iniciativa cuando llegue a la Casa Blanca, a partir del próximo 20 de enero. “Parte del objetivo es asegurarse de que tenemos gran parte del expediente hecho público o comunicado al Congreso en un formato que simplemente haga muy difícil dar marcha atrás”, explicó esta semana otro alto funcionario al “Washington Post”. Esta misma semana, Trump insistía en que las alegaciones sobre la intervención rusa eran “ridículas”, y pedía a la gente “que siga con sus vidas”. Algo que, ahora, va a resultar difícil. Como nuevo presidente, Trump podría optar por levantar las sanciones y cancelar esta última orden ejecutiva de Obama, pero el mensaje que estaría enviando al público estadounidense sobre sus prioridades políticas sería imposible de ignorar.