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Educados en la tribu

Pablo León, 02 Junio 2016.

Las deficiencias del modelo
educativo y los precios de las guarderías impulsan la crianza
compartida entre varias familias.


 
“Me pinto el
pelo, mi madre no me deja que me pinte el pelo”, canta India, de
cuatro años, desde un escenario improvisado en una plaza del barrio
barcelonés de Poble Sec. Está rodeada de niños. Sus amigos y
compañeros del
grupo
de crianza en el que se educa. “Babalia

nace en 2011 como un proyecto de crianza en el que varias familias,
madres o padres nos juntamos para compartir la cría de nuestros
hijos”, explica Julia Le-Senne, de 27 años, y madre de India. 

El modelo educativo, el tipo de acompañamiento (más emocional y
cercano) o la escasez de plazas en las guarderías públicas y los
precios de las privadas impulsan el interés por este método
pedagógico. La crianza compartida ha despertado especial interés
después de que
la
portavoz de la CUP, Anna Gabriel, declarara que apoyaba que los niños
fueran educados “por la tribu”

“Las familias convencionales son muy pobres y enriquecen poco”,
añadió la política. Los sectores más conservadores de la sociedad
criticaron con dureza no sólo las palabras sino el modelo de
educación.
Educar en
grupo es lo que siempre se ha hecho. Este modelo puede funcionar,
pero aparecen dos problemas. El primero si no se prepara bien a los
niños para las etapas educativas posteriores. El segundo, que estos
proyectos funcionen como guarderías encubiertas”, cuentan desde
ACEIM
(Asociación de Centros de Educación Infantil de Madrid)
.
En España,
según
la base de
datos
de educación alternativa Ludus
,
hay unos 130 grupos de Crianza. 

“Solo en Barcelona —Cataluña es
una región muy activa en este modelo — debe haber unos 30”,
cuenta Le-Senne.
 

Es
algo que en realidad se lleva haciendo toda la vida”, añade la
madre de India.

Mientras India canta, su madre y su
padre cocinan. 

Babalia ha organizado una fideúa popular en el
barrio. 

Si unos progenitores se encargan de la comida, otros lo hacen
del cuidado y supervisión. También se han organizado para elegir a
las educadoras de sus hijos y toman decisiones en común sobre la
formación de los niños. Se definen como un grupo de crianza
compartida,



“Las familias
no viven juntas, pero establecen un ví
nculo
m
ás profundo, una relación”, cuenta
Martine Mancini, de 31 años, educadora de India. Mancini y otra
compañera se encargan de los niños, de 9.00 a 16.00, en un local
del barrio, cedido por la asociación La Base, donde organizan
diferentes actividades. También salen: los niños de Babalia van un
día a la semana a un centro de día de personas mayores; “a
jugar con los abuelos”, dice India. Los padres pagan 220 euros
al mes (una guardería cuesta de media unos 400 euros), y cada día,
una de las veinte familias del grupo cocina (comida ecológica) para
todos los niñ
os. También
se organizan para recoger a los pequeños y salir con ellos. 

“Acordamos el modelo de educación, la línea pedagógica, las
veces que queremos que salgan… Además, es muy bonito ver la
confianza que tienen todas las criaturas en el grupo de padres”,
comenta Le-Senne. Al principio, los padres se rotaban para que cada
día, uno estuviera con el grupo. Dejaron de hacerlo porque sus
respectivos hijos se ponían mimosos. “Babalia es un grupo de
crianza porque hay un modelo educativo común”, añade la
madre.
 



“Llevo más
de 30 a
ños
educando ni
ños.
Los menores en grupo y con una estimulación adecuada, crecen mucho”,
cuenta Adela Coello, vicepresidenta de ACEIM y
directora,
desde hace más de tres décadas, de la escuela privada infantil
Nanos en Madrid
.
Pero añade, que “habría que valorar su proceso de formación y
si el niño llega al colegio en el mismo punto que el resto”. 

“Eso no es que falle la tribu sino que la sociedad igual no está
preparada. En otras épocas ya ha habido intentos y algunos no han
funcionado. De base, no me parece una mala idea, pero habría que
vigilar que estos grupos cumplen los mismos requisitos que nos piden
al resto de centros para que no acaben convirtiéndose en guarderías
encubiertas”, incide la directora de Nanos.


“No entiendo por qué
nos cerramos a
una posibilidad que simplemente es diferente”, dice Carolina del
Olmo, filósofa,
directora
cultural del Círculo de Bellas Artes
,
y autora del libro
¿Dónde
está
mi
tribu?

(Traficantes
de Sue
ños.
2013)

“La
gente se escandaliza cuando oye

hablar de la
tribu mientras es evidente que hay un problema con la familia nuclear
moderna”, continúa Del Olmo. Se refiere al hogar en el que
conviven madre, padre e hijos. Considera que las ideas y los valores
asociados a la familia extendida, el barrio o el pueblo (practicados
por la generación de nuestros abuelos), se han erosionado. “Recurrir
a un colegio, con personas que ni eligen ni conocen, o contar con una
niñera para que cuide de los niños todo el día es algo que
actualmente los padres ven normal. Ellos sólo están con sus hijos
dos horas al día y aún así creen que es normal. Sin embargo, un
grupo de crianza les parece una locura”, añ
ade
Del Olmo.
 

Le-Senne, de
Babalia opina que la sociedad actual trata a los hijos con cierto
sentimiento de propiedad y como consecuencia la responsabilidad de
criar a los niños recae exclusivamente en los padres. La tribu
considera esa tarea como global: “los niños son el futuro”,
dice Le-Senne. Una idea base es la denominada Educació
n
Libre,
un
modelo pedag
ógico
basado en el respeto, la confianza, el acompañamiento emocional

y las consecuencias lógicas –en sustitución del premio o del
castigo externo-, que comparte fundamentos con los métodos
Montessori, originario de finales del siglo XIX, o Waldorf. 

En
Inglaterra, el interés por la escuelas Montessori ha crecido un 65%;
el príncipe Jorge acude a una de ellas
.
Mientras que en Estados Unidos en los últimos 15 años han abierto
más de 300 escuelas públicas que aplican principios Montessori,
según una investigación de la Universidad de Yale. “Los niños
están en un lugar donde les acompañan con más amor y respetan sus
procesos de aprendizaje, sin presionarles”, explica Pam, madre
de otro de los pequeños de la tribu del Poble Sec, que se mantendrá
unida hasta que los niños cumplan seis años. A esa edad, los
chavales obligatoriamente tienen que estar escolarizados. Pero ya
empiezan a surgir lugares como
la
escuela El Roure, en el Alto Penedés
,
que ofrece formación libre hasta los 16 añ
os. 



Kibutz israelíes


La inquietud por aportar otro tipo de
educación asalta a muchos padres. Marta Monaster, madre de dos
hijos, forma
parte de la Tribu de Arganzuela
, un grupo de padres conectados y
que se apoyan en el barrio de Madrid que da nombre al clan. “Tenemos
una red de apoyo y una vida común. No hacemos crianza compartida
porque no estamos tan organizados. Para practicar esto no hay que
irse al campo a vivir”, cuenta. El estereotipo que se ha creado
con respecto a estos grupos, que mucha gente ha querido asemejar a
las comunas de los kibutz israelíes (retirados de las urbes,
cultivando y viviendo juntos y cuyo modelo educativo no prosperó),
no encaja en el modelo de crianza compartida en una ciudad.



Algunos chavales
siguen tarareando, micro en mano, en la plaza del Poble Sec, India
está pintando con tizas en el suelo junto a un puestecillo lleno de
ropitas y zapatitos, cedidos por las familias y que se venden por uno
o dos euros. “En lugar de comprar todo nuevo, vamos reutilizando
y con los fondos apoyamos a Babalia”, cuenta la madre de la
pequeña. Y añade
: “Hemos
perdido parte de nuestro clan, por eso tenemos que buscar la tribu”.

El Pais