Sahara occidental ocupado: Lecciones a diez años de Gdeim Izik
Jesus Garay 06/11/2020 |
Diez años después, Gdeim Izik sigue siendo un referente a la hora de plantear cualquier modelo o estrategia de movilización social. Debería serlo también para las asociaciones y organizaciones que trabajamos a favor de la causa saharaui.
El ocho de noviembre de 2010 la Policía y Ejército marroquíes, utilizando una violencia extrema, acabó con el Campamento de la Dignidad, levantado apenas un mes antes en Gdeim Izik (Sahara Occidental) para exigir el fin de la ocupación y el respeto a los derechos civiles y sociales. El campamento consiguió reunir a miles de personas (entre 20.000 o 35.000 según fuentes) en una movilización sin precedentes que se considera un antecedente y modelo de lo que más tarde se llamaría la Primavera Árabe.
La ola de represión que siguió al desmantelamiento culminó con duras condenas para veinticuatro militantes en un proceso denunciado internacionalmente por su ilegitimidad y las irregularidades en su desarrollo. Sigue pendiente una investigación rigurosa e independiente sobre la actuación del régimen marroquí, pero la organización y posterior desmantelamiento del campamento ha dejado claras algunas cosas que conviene recordar.
Desde entonces es innegable que la inmensa mayoría de la población saharaui está en contra de la situación social y política que sufre bajo la ocupación marroquí y por la inacción de las organizaciones internacionales.
A pesar de la ausencia de libertades y de las duras condiciones de represión esta mayoría demostró que no solo es posible, sino claramente factible, tomar la iniciativa y enfrentarse a la situación.
La condición principal para una acción masiva con posibilidades de éxito pasa por la unidad. Gdeim Izik fue capaz de reunir grupos sociales con intereses aparentemente diversos: jóvenes y mayores, trabajadores y en desempleo, progresistas y nacionalistas tradicionales, organizaciones sociales y grupos de presión de distinto ámbito.
Las demandas sociales y la reivindicación nacional aparecen en el mismo plano. El campamento de la dignidad –como más tarde lo harían otros movimientos de la Primavera Árabe– logró aunar en un solo grito las reivindicaciones sociales y la lucha política, demostrando que, en el caso saharaui, independencia política y bienestar social están unidos en un proyecto único. Las reformas y promesas de mejora parcial en cualquiera de las cuestiones pendientes, empleo, salud, educación, equidad, libertades públicas… no bastarán para detener la movilización.
El gran eco comunicativo alcanzado tiene que ver con que las demandas planteadas eran muy simples, claramente asumibles por cualquier persona en cualquier parte del mundo. La forma radical en la que Gdeim Izik planteó sus reivindicaciones dejó al descubierto la falsedad del discurso oficial que instituciones y medios marroquíes y de sus aliados se empeña en destacar las supuestas ventajas del statu quo, gracias al desarrollo, la democracia, la cooperación internacional, etc.
El régimen marroquí no tardó en captar la dimensión enorme del desafío. No es posible negociar con pueblo entero movilizado, pidiendo algo que no es posible conceder sin cambiar radicalmente el statu quo: libertad. A ello se añade la dificultad de neutralizar de alguna forma a los dirigentes de un movimiento ampliamente asambleario y autogestionado. Por ello, los asesores españoles, franceses e israelíes del régimen marroquí optaron por su desmantelamiento radical, sin contemplaciones. Y ello a pesar del coste en imagen y credibilidad que supuso la represión y el deplorable espectáculo del juicio y encarcelamiento de algunos dirigentes.
Diez años después, Gdeim Izik sigue siendo un referente a la hora de plantear cualquier modelo o estrategia de movilización social. Debería serlo también para las asociaciones y organizaciones que trabajamos a favor de la causa saharaui: unir nuestras fuerzas, organizándonos de forma libre, pero coordinada, aunar lo social y lo político en nuestras reivindicaciones, enfrentarnos radicalmente a quien se opone a los derechos del pueblo saharaui y proclamarlo alto y claro con una sola voz. Es posible que nos encontremos con muchos más enemigos y más fuertes de lo que ahora vemos, pero la posibilidad de que la justicia y la solidaridad se impongan a los intereses geopolíticos y económicos de los poderosos merece la pena.