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¿La crisis cambiará la historia latinoamericana?

Juan José Paz y Miño Cepeda 29/04/2020
Diversos análisis y estudios sociales sostienen que la crisis provocada por la pandemia del coronavirus es inédita, solo comparable con la de los años 30 del siglo XX (aunque peor); que la humanidad se halla en una situación similar a la segunda postguerra mundial; y que la historia cambiará en forma inexorable. El panorama es igualmente válido para América Latina.

La devastadora crisis de los 30, que estalló en los EEUU provocando millones de desempleados (llegó al 25%) y miles de empresas cerradas, solo fue superada con la política del New Deal, del presidente Franklin D. Roosevelt (1933-1945). Gracias a ella, fueron abandonadas las recetas de la economía liberal ortodoxa -que se demostraron inútiles- y se impusieron soluciones nunca antes aceptadas: intervención sobre bancos y empresas, prisión y sanciones a empresarios especuladores, prohibición de despido de trabajadores, fomento del sindicalismo, plan emergente de abastecimientos, bonos y subsidios, seguridad social universal y pensiones jubilares; pero, ante todo, intervención del Estado con regulaciones, controles de precios, inversiones, obras y servicios públicos, financiados con fuertes impuestos (hasta el 79% sobre ingresos superiores a 5 millones de dólares) y controles de ganancias y patrimonios. Roosevelt cuestionó la insensibilidad de las corporaciones, mientras los republicanos y la elite empresarial se quejaba del “desplume a los ricos”. EEUU iniciaron así la construcción de una economía social.
Después de la II Guerra Mundial (1939-1945), los EEUU consolidaron su hegemonía en el mundo capitalista/imperialista, pero su liderazgo también fue importante para la reconstrucción de la devastada Europa con la ayuda del Plan Marshall y para la creación de múltiples instituciones internacionales que marcaron al siglo XX: tras los Acuerdos de Breton Woods (1944) nacieron FMI, BM y también GATT, años después la ONU (1945), OMS (1948) e incluso la OEA (1948). Sin duda, ese liderazgo estuvo condicionado por la guerra fría con la URSS y el bloque socialista que nació en esa misma postguerra, ampliado luego por las revoluciones en China (1949), otros países asiáticos, y Cuba (1959). En cambio, los países europeos edificaron sus economías sociales de mercado, con Estados de bienestar.
Las economías sociales en Europa y los EEUU se modificaron a partir de la década de 1980, cuando las políticas de Ronald Reagan (1981-1989) y Margaret Thatcher (1979-1990) en Gran Bretaña, encabezaron el giro mundial hacia el neoliberalismo, que triunfó con el derrumbe del bloque socialista y el éxito de la globalización transnacional. De acuerdo con Joseph Stiglitz, al abandonar el camino hacia una economía social, los EEUU agudizaron la desindustrialización a favor del capital financiero, crecieron las injusticias económicas, y se incrementó la pobreza al ritmo de la concentración de la riqueza.(1) En Europa solo los países nórdicos mantuvieron fuertes beneficios, porque en los otros fueron afectados los Estados de bienestar, aunque sin renunciar a varios beneficios colectivos como la seguridad social y la educación pública. Aún así, quienes perdieron con las reformas fueron las clases medias y, sobre todo, los trabajadores y sus derechos.
En América Latina las soluciones a la expandida crisis de los años 30 llegaron con los gobiernos “populistas” clásicos (Getulio Vargas [1930-1945; 1951-1954] en Brasil, Lázaro Cárdenas [1934-1940] en México, Juan Domingo Perón [1946-1955; 1973-1974] en Argentina), que fortalecieron las capacidades estatales, su intervencionismo económico, el nacionalismo y amplias políticas sociales y laborales. Fueron orientaciones comparables con el New Deal, que Ecuador adoptó aún antes, con los gobiernos julianos (1925-1931)(2), aunque el país se estancó, de acuerdo con un estudio que aborda el período 1927-1937, en el contexto de la crisis”.(3) Todas esas políticas latinoamericanas se orientaron tanto a superar los regímenes oligárquicos tradicionales, como a lograr una modernización capitalista propia, que no descuidara la cuestión social.
Sin embargo, después de la II Guerra Mundial (1939-1945) no se afirmaron en la región sistemas de economía social (el contraste estuvo en Argentina y Uruguay, que lograron condiciones de vida que eran comparadas con países europeos). El capitalismo se consolidó con los desarrollismos de las décadas de 1960 y 1970, que tampoco las crearon, aunque mejoraron las condiciones generales gracias al activo intervencionismo estatal. Pero durante las décadas finales del siglo XX, América Latina se orientó por la globalización y el aperturismo económico en auge, época a la que siguió el ciclo de los gobiernos progresistas, que retomaron el camino para la construcción de economías sociales, que nuevamente sufrieron retrocesos y hasta parálisis con la sucesión de la actual fase de gobiernos conservadores, en medio de la cual el progresismo se reduce a unos pocos países.