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“Mientras dure la guerra”: la “imparcialidad consensuada” de una película revisionista sobre la historia de España

Rosa Llorens 23/02/2020
La película Mientras dure la guerra de Alejandro Amenábar (titulada en francés Lettre à Franco) es, desde el punto de vista del entretenimiento, una muy buena película histórica, sobre un período que sigue siendo actual, ya que en España nunca se ha vuelto la página del fascismo. Pero cabe preguntarse dónde está exactamente la actualidad de la película, lo que nos lleva a analizar la posición del autor sobre su tema.

La película comienza con una bandera en blanco y negro, que por lo tanto parece bicolor (oscuro, claro, oscuro) y luego, durante el genérico, se colorea, y descubrimos la bandera tricolor republicana española: roja, amarilla y morada. Siempre sorprende encontrar, durante el período 1931-36 o 37 (antes de que la guerra impusiera su propia lógica) una normalidad republicana, con banderas tricolores ondeando en todas las alcaldías, incluyendo, aquí, la de Salamanca. La película en efecto se refiere al período de transición entre la República y la dictadura, con una escena crucial en la que la bandera de la monarquía (que sigue siendo la de España) sustituye a la republicana, por iniciativa de Franco. Es también el período de vacilaciones del gran intelectual español Miguel de Unamuno, un conservador humanista, entre el apoyo al levantamiento militar y la denuncia del fascismo.
Los críticos elogian unánimemente la actualidad de la película: “un mensaje ante el aumento de los extremos en Europa y en el mundo”, dice un internauta de “Sens critique”(Sentido crítico); lo mismo ocurre con los críticos profesionales: “en un momento del resurgimiento de los movimientos populistas en toda Europa”, escribe el diario católico La Croix. “En toda Europa”, “en el mundo”: nada mejor que estas generalidades para ahogar al pez, especialmente cuando permanecen en el estado de alusiones, de mantras, como cuando se utilizan los clichés “las horas más oscuras de nuestra historia”, “una ideología nauseabunda”. Estos mantras se lanzan antes de cualquier análisis, y toman el lugar del análisis: una vez pronunciados, cualquier análisis, cualquier reflexión es superflua.
¿Donde está la actualidad de la película? Ciertamente no en la exaltación de una figura de intelectual: la noción de intelectual está completamente devaluada e incluso ridiculizada, ya que Bernard Henri Lévy es designado como un intelectual, además “de izquierda”. Hoy en día, los “intelectuales” patentados y mediatizados se contentan con repetir, quizás en términos más pomposos y turbios, lo que los medios de comunicación martillean al servicio de algunos grandes grupos industriales o financieros.
Ni en el levantamiento y la llegada al poder por las armas de los fascistas con los ojos vendados. Hoy los fascistas declarados llegan al poder con el impulso de una “revolución” colorida como en Ucrania y bajo la bandera de la “democracia” (como en los países Bálticos).
Sin embargo, estas dos figuras, el intelectual Unamuno y el fascista Millán Astray, están en el centro de la película y constituyen su principal interés. Conocemos la frase lapidaria de cada uno de ellos: al segundo que gritó: “¡Viva la muerte!”, el primero respondió: “Venceréis, pero no convenceréis”. Pero esta respuesta había llegado a ser considerada como un simple e ingenioso juego de palabras; la película restituye las dramáticas circunstancias en las que se pronunció: durante una ceremonia oficial del Día de la Raza (12 de octubre de 1936), ante un público de oficiales fascistas armados. Se descubre entonces que Unamuno estaba a punto de ser linchado por su intervención.
Millán Astray se revela como un bruto siniestro cuya pequeña frase es sólo el menor de sus pecados: es el fundador de la Legión española, que hace estragos en la colonia marroquí de España como una columna infernal masacrando pueblos enteros, incluyendo mujeres y niños.
Pero la actualidad de la película es, en primer lugar, para recordarnos que el único régimen legal en España es la República, declarada el 14 de abril de 1931, derrocada por un golpe de Estado y abolida por una guerra ganada por los fascistas españoles con el apoyo de los fascistas italianos y los nazis alemanes. Desde entonces, este régimen ilegal se ha mantenido, primero en forma de una dictadura y posteriormente como una monarquía. A los españoles nunca se les ha pedido de decidir sobre el regreso a la República.
El otro hecho de actualidad es que los fascistas se colocaron bajo la bandera de la defensa de la civilización cristiana occidental y la lucha contra el “separatismo” catalán: desde la primera campaña de Aznar, en 1996, el término separatismo y la política de guerra contra los catalanes no han dejado de estar en primer plano en la fraseología y las acciones de la derecha “democrática” española (incluyendo el PSOE), el PP fue hoy relevado por Vox, el movimiento de extrema derecha que no oculta el hecho de ser fascista. Además, fue la denuncia del “separatismo” catalán (un término absolutamente inapropiado en aquel momento, ya que la opción dominante en Cataluña era el federalismo), como un cáncer que estaba carcomiendo a España, lo que provocó la intervención indignada de Unamuno.
El mismo término “separatismo”, además, se ha vuelto particularmente relevante desde el viaje de Macron a Mulhouse el 18 de febrero: la elección de las palabras, en la retórica de los políticos, es siempre muy estudiada; nos preguntamos por qué Macron reemplazó repentinamente la palabra “comunitarismo” por “separatismo”: con esta última palabra colocamos una categoría de personas fuera de la comunidad nacional, al pretender que ellos mismos lo hacen, se justifica por tanto de antemano cualquier medida tomada contra ellos, ya que son enemigos de la nación, que quieren quebrantarla, dividirla, debilitarla: “España, una, grande y libre” fue el grito de guerra de los fascistas; ¿Se está preparando Macron para gritar: “Francia, una, grande y libre”, como grita Trump: “América, una, grande y libre”? Detrás de esta afirmación de unidad nacional, siempre está en juego la unidad de los pudientes contra las demandas sociales, es decir, la lucha de clases.
Pero ¿cómo se sitúa Amenábar? ¿La aparición de la bandera tricolor en la introducción es una declaración de intenciones? La respuesta viene dada por el genérico de cierre: una vez más vemos, durante mucho tiempo, una bandera ondeando, esta vez bicolor, pero descolorida, con los bordes roídos, y esperamos que, como la del genérico de apertura, cambie y dé paso a una bandera tricolor, como signo de esperanza y promesa – en vano : la “rojigualda” (la bandera roja y amarilla) permanece allí hasta el final, y el mensaje es: sí, la bandera bicolor, la de la monarquía, del imperio y el fascismo, sufrió vicisitudes, pero es nuestra única verdadera bandera, quien partió nuevamente hacia nuevas aventuras, esta vez democráticas.
Se destaca en España hasta qué punto esta película es consensual: está siempre bajo el signo del “al mismo tiempo ” [alusión a un tic verbal de Macron, NdlT]: Sí, se cometen atrocidades en el lado nacional (ese era el nombre oficial del campo fascista), pero se cometen también del lado de los rojos (otro elemento de la fraseología fascista); se fucila sin juicio de nuestro lado? Pero también en frente. Toda una secuencia de la película desarrolla esta posición de “neutralidad”: Unamuno pasa toda una tarde discutiendo con su amigo socialista, ambos intercambiando agravios equivalentes; y vemos una sucesión de instantáneas que marcan el paso de las horas, y las muestran siempre en la posición de los dos combatientes en el cuadro de Goya La riña (un día habría que poner fin a la mitología goyesca : Goya era un afrancesado, es decir un colaborador pro francés durante la ocupación de España por las tropas napoleónicas. Por lo tanto, esta referencia no es inocente). Otras secuencias desarrollan el cliché de la naturaleza española, siempre ocupada en dividirse contra sí misma (además, la derecha dice lo mismo en Francia).
La película se sitúa por tanto del lado de la “tercera España”, esa que sólo pide vivir en paz, y que curiosamente encuentra su portavoz en la persona de Carmen Polo, la mujer de Franco: “¡Mi marido sólo quiere la paz!”. Esta manera ideológica de equiparar a los verdugos y sus víctimas va tan lejos que Amenábar llega a reconciliar las dos figuras radicalmente opuestas de Millán Astray y Unamuno: el primero siempre poniendo de manifiesto su coraje físico y sus heridas (es cojo, tuerto y manco), el segundo replicando que el coraje no siempre se manifiesta en el campo de batalla. Y, durante la fatídica ceremonia del 12 de octubre, Millán Astray, como guerrero que es, reconoce el coraje de Unamuno cuando le insta a aceptar la mano que Carmen Polo le tiende como salvoconducto para salir de la sala sin ser linchado por los militares. En cuanto al propio Franco, la película no es nada subversiva mostrándolo como calculador y astuto, al contrario, después de recibir instrucciones de un oficial nazi, Franco le dice a uno de sus colaboradores: “Hay que exprimirlos como a limones” (es decir, aprovechar su ayuda, sin darles garantías). Aparece aquí como una especie de Pétain del “mal menor”.
Si la película es por lo tanto instructiva, a nivel anecdótico (incluso si las anécdotas, como la del 12 de octubre, son ilustres), o al menos sin quererlo (el punto de vista catalán está ausente en la película), entra en una categoría ya bien representada en el cine español (por ejemplo en Balada triste de trompeta, de Alex de la Iglesia, 2010), la del revisionismo, que consiste en trivializar el fascismo compartiendo los errores bajo una apariencia de imparcialidad*. También sigue otra estrategia bien conocida, la de denunciar viejos abusos para sugerir mejor que ya han desaparecido: en el genérico de cierre, la bandera fascista es lavada y se consagra como bandera democrática, como explica el texto que lo acompaña: “En 1977 se celebraron las primeras elecciones democráticas” – bajo el signo, como sabemos, del Pacto de la Moncloa, donde todos los partidos legalizados se comprometieron a respetar un sistema donde se cambiaba todo para que nada cambiara.
*Léase sobre este tema