No somos víctimas, sino conflicto: escritura de clase, diversa y sin trampas Presentación de la Trlogía working class
Alberto Prunetti 27/10/2019 |
Escribe y no te hagas escribir, es una de las máximas que defiende el autor Alberto Prunetti, cuya novela ‘Amianto’, la primera su trilogía working class, aparecerá próximamente editada en castellano y en catalán.
«No soy un traidor a mi clase»
Tommy Shelby en Peaky Blinders
¿Para qué sirve la narrativa working class?
Vivimos tiempos extraños. Hace años que nos dicen que la clase obrera no existe, y sin embargo en Italia al menos mueren tres obreros al día.
Sí, la clase obrera existe pero se transforma y no es la misma de hace tiempo. Si uso la expresión working class, lo hago para marcar precisamente esa diferencia. El imaginario del mono azul y el hombre blanco con las manos llenas de grasa se debe al peso que en la clase obrera italiana han tenido los trabajadores del metal -el gremio más combativo-, pero esta clase siempre ha sido diversa, múltiple en su composición: obreros-masa, técnicos, lumpen, desocupados, aristocracia obrera, etcétera. El idioma inglés usa un término más inclusivo: working class, clase trabajadora, que agrupa a todas las personas que para sobrevivir deben vender la propia fuerza de trabajo a cambio de un salario.
La nueva clase trabajadora está cada vez menos compuesta de hombres blancos y es cada vez más interseccional. Se ha “feminizado”, tiende cada vez más a la logística y a los servicios y está cada vez más representada por trabajadores migrantes y mujeres que además del trabajo de reproducción social son también productoras en el mercado laboral. Restauración, limpieza o transporte de mercancías son sectores pujantes de la nueva working class. La clase obrera es híbrida, fluida, mestiza, criolla. Es cada vez menos testosterónica y en ella existen orientaciones sexuales que no respetan la vieja heteronormatividad.
Y sin embargo, la representación de la clase obrera en ciertos ámbitos del mainstream es diferente a eso. En Twitter, un compañero, @monster_chonja, ha escrito “Hoy en día eres working class solo si odias a uno de estos colectivos: homosexuales, musulmanes o mujeres. De lo contrario, eres hijo de un banquero hebreo aunque seas conserje y ganes 700 euros al mes”. En un artículo en The Guardian titulado, a la manera de Alan Sillitoe, “La soledad del escritor working class”, Tim Lott pone en evidencia esta paradoja: “De ser heroica, interesante, apasionada, honrada y auténtica, la clase trabajadora ha pasado a ser vista como blanca, racista, matona, gorrona, bocazas, desagradable e inculta. ¿Realmente son así?”.