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La crisis del proceso de paz en Colombia como coartada para la intervención militar en Venezuela

José Antonio Gutiérrez Dantón 04/09/2019
Era esperable que el gobierno de Duque, el cual no ha mostrado demasiado decoro para arrodillarse frente a los dictados de Donald Trump, utilizara la actual coyuntura, caracterizada por el retorno de un sector de comandantes de las FARC-EP a las armas, para arrojarse lanza en ristre en contra de Venezuela: “No estamos ante el nacimiento de una nueva guerrilla, sino frente a las amenazas criminales de una banda de narcoterroristas que cuentan con el albergue y el apoyo de la dictadura de Nicolás Maduro”[1].

Desconocemos la evidencia para afirmar que el gobierno de Maduro da albergue y apoyo a quienes están reviviendo las FARC-EP. Duque, como de costumbre, no se molesta en entregar ninguna clase de evidencia para sus temerarias acusaciones, que no son más que la reproducción irreflexiva del mismo añejo y trasnochado discurso del uribismo. Lo que sorprende no es estas declaraciones de la ultraderecha cavernícola, sino el grado de convergencia que están mostrando con estas posiciones sectores de la izquierda que alguna vez se dijo revolucionaria, y que hoy se encuentra demasiado ocupada de rodillas recogiendo las trizas del acuerdo de paz y mendigando plata para la reincorporación a un gobierno que les desprecia.

Unas desafortunadas declaraciones de Rodrigo Londoño (Timoleón Jiménez), deslucido dirigente del partido FARC, se suman a la histeria anti-Venezuela del gobierno colombiano. En una carta dirigida a los combatientes rasos desmovilizados en los ETCR, en la que se deja entrever su ansiedad por ganarse las simpatías de la oligarquía, escribe que: “Sabemos que los que se llaman hoy jefes no van a hacer la guerra, que se quedarán del otro lado de la frontera.”[2] ¡Quién diría que Londoño en su postramiento ideológico y emocional al bloque dominante, terminaría sumándose a la cruzada anti-venezolana del gobierno de EEUU y de sus compinches en Colombia! Londoño aparece así como un vulgar ventrílocuo del poder oligárquico; estas declaraciones irresponsables y censurables se hacen, no hay que olvidarlo, en momentos, precisamente, en que la intervención militar a Venezuela por los EEUU es una carta sobre la mesa. Declaraciones hechas en momentos, precisamente, en que se desarrolla una guerra de desgaste y baja intensidad desde Colombia.

El desespero de Londoño debe sentir por su descrédito ante las bases de su partido, así como ante las comunidades que alguna vez los apoyaron y alimentaron, no es excusa para semejante desvarío, que para lo único que sirve es para tender un velo de confusión en torno a los verdaderos responsables de la debacle en que se encuentra el proceso de paz. Si algo queda claro con todo esto, es que los principales responsables de lo que está sucediendo en Colombia no hay que buscarlos en el monte ni muchos menos en Venezuela. Los principales responsables son los que están en el gobierno incumpliendo, robándose las platas del post-conflicto y burlándose del pueblo. Los que se sientan en el parlamento (muy cerca de la bancada “de la rosa”), con el único propósito de hacer trizas ese “maldito papel” que es el acuerdo. Los que en gremios como el ganadero han movilizado toda su influencia para atacar la justicia transicional, ocultando su rol en la guerra y en el despojo masivo de tierras con el que se han beneficiado. Los que en las filas del Ejército continúan con prácticas como los falsos positivos y alimentando al paramilitarismo.


Esa coalición macabra es la que debe ser llamada a rendir cuentas ante la historia por su irresponsabilidad, su perfidia, su venalidad, y sus violencias. Como dijo el admirado profesor Manuel Humberto Restrepo, “Quizá no se conozca en la historia de los conflictos armados recientes, el caso de una guerrilla que haya hecho tanto para desarmarse, ni de un gobierno, que haya hecho tanto para obligarla a desistir de ese propósito”[3]. Los responsables están aquí, ante nosotros, y no podemos darles ya más coartadas para evadir su responsabilidad por tener sumido al país de un ciclo de violencia en otro. Mucho menos, debemos prestarnos para legitimar sus pretensiones de regionalizar la guerra con agresiones militares a Venezuela.

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