General

De alemanes, nazis, judíos y sionistas

Luis Ernesto Sabini Fernández 10/08/2019
¿Por qué los alemanes han tenido que explicitar su posición y su relación respecto del nazismo?

Indudablemente, porque el Tercer Reich ha perdido la 2GM. Como consecuencia, su población ha debido incluso soportar la sospecha generalizada de connivencia con el régimen nazi, en su momento indudablemente popular. Han sido incluso expuestos a teorías del tipo de las de Daniel Goldhagen sobre la impronta étnica en los comportamientos humanos (alemanes como “verdugos voluntarios” del nazismo).
Con el paso del tiempo y las peripecias, sobre todo las sufridas por los palestinos (pero no solamente), surge la pregunta de por qué los judíos no se ven precisados a definir su posición respecto de Israel. Porque Israel, que se iniciara como un golpe de mano, estilo pirata, aunque muy recubierto de amparos (por ejemplo, de las “Grandes Potencias” de la época), ha ido entrando en un vórtice de brutalización y violencia aun peor al de los momentos fundacionales. Y cada vez más impune.[1]
No se trata de hacer una comparación literal o exhaustiva entre Israel, bandera de la democracia occidental, y el Tercer Reich de triste memoria. Lo germano se considera nacional y lo judío es más ambivalente; puede ser religioso, idiomático o cultural, aunque con el Estado de Israel ha devenido cada vez más nacional.
Sin embargo, los judíos en general, y en particular los progresistas, llevan adelante su actividad social, política, intelectual, como si nada tuvieran que decir o que ver con lo que acontece en Israel.[2]
Lo cual, en términos puramente personales, es aceptable, pero considerado socialmente, pensando en vínculos de comunidad o de nacionalidad, incluso los tribales, la responsabilidad es otra; rendir cuentas forma parte de cada uno, lo asuma o lo ignore. O haga como que lo ignora.
Si tal fue la situación con la realidad israelí, la de su surgimiento e implantación manu militari, la responsabilidad se acrecienta inconmensurablemente con la expansión del peso y el poder sionista en el mundo entero; pensemos en Sudán del Sur, Honduras, Colombia, Irak, Líbano, Siria, Irán, en el lado castigado del planeta, y en el Reino Unido y en general Europa y, fundamentalmente en EE.UU., el lado favorecido de ese mismo planeta…
La tesis presentada al principio es que los alemanes debieron, debían, incluso deben rendir cuentas porque perdieron la guerra mundial, porque salieron del círculo áulico de la humanidad y pasaron al de los que, precisamente, deben rendir cuentas.
A través de la consolidación del Estado de Israel como presunto estado soberano; algo no tan nítido si observamos el constructo político que llamamos Israel, que para algunos es “el portaaviones de EE.UU. en el Mediterráneo Oriental” (versión cada vez más obsoleta de la progresía occidental), para otros el quincuagesimoprimer estado de la “Union” con funciones particularmente directivas dentro de EE.UU., y para otros finalmente, parte de una entente que bien merece llamarse Triple por una configuración de poder combinado y mundial, entre elites del Reino Unido, Israel y EE.UU. (con sus City y Wall Street incluidas; no sabemos si Israel tiene un equivalente dentro de sus difusas fronteras; por internet no logramos captarlo). [lo están construyendo en Jerusalén, Nota de Tlaxcala]
La segunda y sobre todo, la tercera opción se perciben, por ejemplo, en la política de “Los 5 ojos” (que son 6) de la red Echelon.[3]
Como resultado de la 2GM, los judíos no necesitan rendir cuentas. Por suerte, existen judíos como los que mencionáramos antes.[4]
Hay motivos para estos deslindes, estas tomas de posición. Porque nos encontramos en una situación más problemática, más ardua, que en otros momentos culturales pasados. Estamos cada vez más en el terreno de una policía del pensamiento.
Y eso, en sus dos variantes más conocidas; las dos con impronta israelí.
Por un lado, tenemos los desarrollos tecnológicos securitarios en los cuales Israel está a la vanguardia con intervenciones cada vez más sofisticadas para oír, ver, registrarlo… todo. Ya es mucho más que la pesadilla Echelon. Hay capacidad tecnológica para convertir, por ejemplo, todo celular, aun apagado, en micrófono y con alcance de muchos metros. Al lado de lo cual, los viejos sistemas de escucha telefónica resultan paleolíticos. El paisaje urbano, el interior de los vehículos de todo tipo, se van convirtiendo en escenarios de un teatro mundial, generalmente inconsciente, involuntario.[5] Israel se ha especializado en la producción de tales dispositivos de omnicaptación.
Y al lado de esta tecnopolicía de vigilancia, arrecia otra policía del pensamiento… la de lo políticamente correcto.
Para su instauración, el sionismo ha desempeñado un papel primordial. Mediante la construcción de relatos como, por ejemplo, el de “Israel democrático” (tratándose de una sociedad racista y colonialista), o de los juicios de Nurenberg de 1946 como si hubiesen sido objetivos, o, por ejemplo, el culto a “El Holocausto”. Un historiador estadounidense, Norman Finkelstein, precisamente judío, por abordar esta últma cuestión en su excelente La industria del holocausto (cuya tesis es que el suceso, así presentado, ‘tiene cierto parecido con la realidad, aunque remoto’), desde que puso en circulación el fruto de sus investigaciones ha sido despojado de sus cátedras universitarias en EE.UU. Finkelstein está sitiado laboralmente desde hace años mediante una conspiración de silencio.
Como resultado de esta guerra informacional, en la actualidad, ya tenemos leyes en países hipersensibles por sus antecedentes, como Francia o Alemania, que reputan antisemita cualquier crítica a Israel. Y consecuentemente, ya tenemos presos políticos por aplicación de tales leyes… seres humanos arrestados y encarcelados porque han planteado boicotear productos israelíes en tanto israelíes maltratan, hambrean y matan impunemente a palestinos. Boicotear, repare el lector, no dañarlos, no usar violencia.
Esa atroz asimetría contemporánea que resume tan bien Richard Falk al recordar los 15 años del Muro de 700 km. construido por los israelíes en 2004 dentro de los territorios bajo conquista: “fragmentando a las comunidades y vecindarios palestinos, dividiendo a los campesinos de sus tierras de cultivo, y constituyendo una recordatoria constante, ineludible, de la naturaleza de la opresión israelí.” [6]
Si criticar a Israel deviene un acto antisemita, ¿adónde fue a parar el derecho a crítica o la libertad de cátedra, por ejemplo?
En la mayor parte de los países de Europa ahora la historia del sionismo, la del nazismo, la del judaísmo están escritas. Definitivamente. Inamovibles. Reinvestigar, otorgar otro ángulo, otra información, ha pasado a ser delictivo.
Es la sustitución lisa y llana del conocimiento histórico por la versión oficial. El sueño −estalinista para unos, bíblico para otros− encarnado como revelación.
De ese modo, toda crítica a Israel es antisemita, investigar sobre las muertes de judíos a manos de nazis está fijado de antemano (p. ej., en 6 millones y las correspondientes indemnizaciones. Y a todos los que duden, tengan alguna observación, algún reparo, se los ubica en el campo “antisemita” (término impreciso si los hay, por cuanto “semita” no es un pueblo siquiera, sino una familia idiomática).[7]
Obviamente, la policía de pensamiento no se aplica sólo a salvaguardar la imagen de Israel. Veamos otro ejemplo, tan distinto: una estrella del rugby australiano, étnicamente originario de ese continente, cristiano evangelista −Israel Folau− condenó recientemente en un mensaje de Instagram a “homosexuales, adúlteros, mentirosos, fornicadores” asegurando que les esperaba el infierno… y fue expulsado de la federación de rugby australiana y segregado socialmente.
Considero sus opiniones deleznables, pero condenarlo por ellas, es muchísimo más grave.
La policía del pensamiento, vieja pesadilla de antiutopistas, está deviniendo realidad y el motor actitudinal para este ahogo de la libertad de pensamiento es llevado adelante a través de la sobresaturación de información y entretenimiento y la configuración de las mentalidades.
Calvino (Jean Calvin) aspiraba a conocer todos los pasos de sus conciudadanos, desde que se levantaban hasta que se acostaban. Para sujetarlos bíblicamente a la virtud. Su ciudad, Ginebra, contaba entones –siglo XVI−con unos 23 mil habitantes.
La aspiración de ‘una policía de la virtud’.
Hoy esa pesadilla se va concretando sobre miles de millones de seres humanos.
Notas
[1] Algo que también había pasado con el nazismo; una política reactiva, beligerante y agresiva, que fue acentuando sus rasgos hasta llegar a persecuciones y castigos atroces contra sus enemigos y víctimas.
[2] Con la excepción, claro está, de los judíos que se han desmarcado del proyecto sionista, a menudo con riesgo de sus posiciones y hasta de su vida.
[3] Fundada en 1948 por EE.UU., RU, Canadá, Australia y Nueva Zelandia, fue ampliada por única vez en 2004… con Israel.
[4] Apenas como ejemplos: Marek Edelman, el bundista, sobreviviente polaco en los ’40 que se negó a aceptar una invitación de Israel, como “héroe judío” en los ‘50. O los miles de haredíes de Neturei Karta. O investigadores e historiadores como Ilan Pappe, David Comedi, Gilad Atzmon y tantos otros que han roto con Israel y su geopolítica mundial, que con acierto ha definido el historiador Miguel Ibarlucía como “fascismo exitoso” (tesis doctoral). 
[5] En Argentina, Chacho Álvarez denunció esa técnica a fines de los ’80 o principios de los ‘90.
[6] “Remembering the World Court Advisory Opinion on Israel’s Separation Wall After 15 Years, News & Analysis, Palestine, 12 jul. 2019.
[7] Aunque en los últimos 20 años, la Academia de la Lengua Española se ha avenido a restringir el significado del término al de “contrario” o “enemigo” de lo judío.