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El torero gay y judío que triunfó en España y murió olvidado en una residencia de Nueva York

EMILIO LÓPEZ ROMERO 2 JUL. 2019
Nunca salió del armario, pero 50 años después de Stonewall, la comunidad judía de Nueva York ha querido rendir homenaje a la figura de Sidney Franklin, el torero de Brooklyn que triunfó en los ruedos de España en los años 30 y 40 cuando todavía faltaban cuatro décadas para los disturbios del mítico bar de Greenwich Village, que marcaron un antes y un después en la lucha por los derechos de la comunidad LGBTI.

Una ciudad, la Gran Manzana, que vive con más orgullo que nunca su diversidad y que en junio fue el escenario de numerosos actos de conmemoración de los disturbios de Stonewall. Uno de ellos tuvo lugar en Center for Jewish History donde se presentó la autobiografía que escribió en 1952 el matador de Brooklyn, quien se ganó su fama como el “Torero de la Torah” en templos de la tauromaquia como Las Ventas o La Maestranza.
Su identidad sexual fue siempre un secreto a voces en su entorno más cercano, pero frente al público nunca se supo que era homosexual. “La tauromaquia le permitió desenvolverse con mucha elegancia y estilo sin salir del armario, donde su estilo queer era permisible pero invisible”, según explicó al diario The New York Times la historiadora Rachel Miller, de la American Jewish Historical Society.
Nació en el verano de 1903 en el seno de una familia rusa de judíos ortodoxos del barrio de Park Slope. Huyendo de la figura autoritaria de su padre, uno de los primeros agentes de policía judíos de la ciudad, a los 18 años se mudó a México, donde su vida cambió para siempre al ver torear en Veracruz a Rodolfo Gaona, “el Califa de León”. Fue entonces cuando decidió que quería ser matador y saltó al ruedo por primera vez en 1924.
Cinco años más tarde, tras haber dejado su huella en otras plazas de Panamá, Colombia o Portugal, y una vez que se instaló en España, se convirtió en el primer judío estadounidense en presentarse como novillero en Sevilla. Apodado El Yanki por los aficionados, se ganó el respeto del público por su valentía en el albero, y un año después casi pierde la vida tras una grave cornada en Madrid.
La Guerra Civil todavía no había comenzado y por aquel tiempo conoció a quien terminaría siendo su gran amigo Ernest Hemingway, quien en su clásico de la literatura taurina Muerte en la tarde se refirió a Franklin como un “valiente con un valor frío, sereno e inteligente (…) cuyo repertorio con el capote es enorme”. Una amistad que siguió con los años, pero que se enfrió por culpa de la mujer del escritor.
El Yanki, que también llegó a probar suerte con el cine y participó en algunas producciones como El Niño de España, entabló amistad con otras destacadas figuras como el escritor Barnaby Conrad, el director Budd Boettiche o el mismísimo James Dean, el sex symbol de los años 50 que también era amante de los toros y del que mucho se ha especulado sobre su sexualidad.
Cuando decidió cortarse la coleta, a mediados de los 50, Franklin se instaló en Sevilla y fundó su escuela taurina. Fue en ese tiempo cuando pasó nueve meses en la cárcel y según su biógrafo, Bart Coer, fue otra víctima de la represión franquista por ser homosexual. Años después regresó a Nueva York, donde falleció en 1976 a los 72 años solo y en el olvido, en una residencia de ancianos.
Una sobrina del torero afirmó en una entrevista al periódico neoyorquino que su tío “amaba cada minuto de validación” que logró en los ruedos porque jamás la obtuvo de su padre. “Cada vez que mataba un toro, psicológicamente mataba a su padre”, según Doris Ann Markowitz, quien aseguró que si Sidney Franklin estuviera hoy vivo “estaría en la marcha del orgullo gay mostrándonos el camino”.