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Camilla Läckberg: “Si las mujeres tuviéramos la autoestima de los hombres, todo sería distinto”

IRENE HDEZ. VELASCO 8 JUN. 2019
Camilla Läckberg (1974, Fjällbacka). Más de dos millones de libros vendidos en España, 23 millones en todo el mundo. La reina sueca de la novela negra llega ahora con Una Jaula de oro, la historia de una venganza en femenino.
Su nueva novela está protagonizada por Faye, una mujer de 32 años que lleva una existencia aparentemente perfecta: ella y su marido, un empresario de éxito, se aman, son millonarios, tienen una hija preciosa… Hasta que su mundo se desmorona cuando descubre que él le es infiel. Y entonces, ella decide vengarse.
Sí. Mucha gente que ha leído el libro me ha dicho que Faye les parece un personaje muy provocador. Pero lo que provoca de Faye es que haga lo que hacen los hombres, que rompa las reglas sobre lo que se supone que pueden hacer los hombres y lo que pueden hacer las mujeres. Reglas que están en todos lados y que, por ejemplo, dicen que un hombre puede sacar a bailar a una mujer pero no al revés. Faye no actúa según esos estándares, actúa como lo haría un hombre. A una lectora de que se mostró escandalizada ante las cosas que hace Faye le propuse el siguiente experimento: que cambiara a Faye por un hombre y que ya vería cómo dejaba de escandalizarse. Y así fue.
¿Las mujeres tenemos derecho a ser tan crueles como los hombres?
Por supuesto. La lucha por la igualdad real implica que debemos tener las mismas posibilidades de amar y de odiar, el mismo derecho a ser complejos y a tener muchas facetas. Pero yo no pretendo decirle a las mujeres que se cobren venganza, para mí eso es algo simbólico. De lo que se trata es de que las mujeres recuperemos el poder. Un poder que con frecuencia regalamos a los hombres, y ellos lo aceptan encantados. Es más fácil que nosotras empecemos a cambiar el modo en que nos comportamos en vez de decirles a los hombres lo que ellos tienen que cambiar. Además, si nosotras cambiamos nuestra forma de actuar ellos se verán obligados a cambiar. Tenemos que cambiar los dos, hombres y mujeres.
Sin embargo, nuestra sociedad considera aberrante que una mujer pueda ser cruel y despiadada como a veces lo son los hombres…
No, no lo tolera. Se supone que nosotras debemos de ser dulces, amables, cariñosas, leales, pacientes, con capacidad de perdonar… Vemos a diario libros y películas con protagonistas masculinos que hacen lo mismo que hace la protagonista de mi libro. Ahí está por ejemplo Venganza, esa película en la que Liam Neeson se venga de los que han secuestrado a su hija y mata a una persona aproximadamente cada segundo. A la gente eso le parece fenomenal eso, lo aplaude. Pero cuando es una mujer la que lo hace, cuando es una mujer la que se cobra venganza, a la mayoría de las personas no les gusta.
Faye es una mujer fuerte, inteligente, brillante, pero en un momento dado se ve en medio de una relación tóxica y se convierte en víctima. ¿Todas podemos ser víctimas?
Sí. Para mí era muy importante subrayar que una mujer fuerte y lista puede acabar en una situación así. Porque no son sólo las mujeres débiles o las mujeres menos inteligentes las que se pueden derrumbar. Es algo que pasa de manera gradual, semana tras semana, día a día, minuto a minuto… Y también es en parte culpa nuestra. Nos sacrificamos, queremos que nos quieran. Las mujeres les decimos a nuestros maridos, a nuestras parejas: “Claro cariño, sal este fin de semana con tus amigos y diviértete”, aunque nosotras no hayamos tenido un fin de semana libre en dos años, aunque estemos agotadas, aunque deseemos dormir y tengamos que ocuparnos de los niños. Eso es lo que hacemos. Y es por eso por lo que hay tantas mujeres quemadas.
¿La mayoría de las mujeres hemos sido traicionadas de un modo u otro por un hombre?
Sí, yo creo que sí. Pero no me confunda: cuando digo ‘hombre’ no me refiero sólo a un marido o a un novio. Puede ser un padre o un jefe el que te traicione. Si miramos a nuestras vidas, creo que la inmensa mayoría de nosotras ha sufrido la experiencia de ser traicionadas por un hombre.
¿Usted lo ha sido?
Sí, claro. A mí también me han traicionado algunos hombres. He conocido a lo largo de mi vida a hombres maravillosos y es importante decirlo, porque no se trata de que todos los hombres sean malos y todas las mujeres sean buenas. Pero la realidad es que son los hombres los que tienen el poder en esta sociedad y eso nos coloca a las mujeres en una posición de vulnerabilidad.
Su libro está lleno de escenas de sexo, de sexo explícito…
Durante 15 años me he resistido a escribir escenas de sexo porque me daba vergüenza por mi madre, no podía imaginármela leyéndolas. De hecho, en un momento dado hasta me planteé quitar esas escenas de este libro. Pero el otro día mi madre me envió un mensaje de texto que decía: “No están tan mal”.
Faye también rompe las reglas respecto al sexo: se acuesta con chavales mucho más jóvenes, a los que apenas conoce…
Rompe todas las reglas respecto a cómo se supone que se debe comportar una mujer. Pero esa parte en concreto es fruto de mi experiencia personal, de cuando hace cinco años conocí a mi marido actual.
¿Se refiere al hecho de que su marido sea 13 años más joven que usted?
Sí. Cuando nos conocimos Simon tenía 27 años y yo estaba a punto de cumplir 40. Yo no le di ninguna importancia a esa diferencia de edad, pero los tabloides estuvieron escribiendo de eso durante dos años, haciendo grandes títulos, analizando lo que suponía que nos lleváramos 13 años… Hubo mujeres que escribieron cosas muy feas sobre nosotros en internet y en redes sociales. Nuestra diferencia de edad generó mucha polémica y a mí me dejó boquiabierta, porque a mi alrededor hay muchos hombres con mujeres jóvenes, mujeres a las que les sacan bastante más que 13 años. Me alucinó que en 2014, cuando mi marido y yo nos conocimos, fuera tan provocador que una mujer estuviera con un hombre más joven que ella. Mucho de lo que viví con esa experiencia está en el libro.
De nuevo, distintas reglas para hombres y mujeres…
Así es. Y hay tantas… Antes de conocer a Simon, por ejemplo, estuve un año sin pareja, y salí mucho con amigos a cenar, a tomar copas… Y otra de las cosas que también me sorprendió es que no se me acercaban tíos de mi edad, sólo hombres jóvenes. Me empecé a preguntar por qué y después de seis meses lo entendí: los hombres de mi generación no quieren estar con una mujer que tiene más éxito que ellos, quieren ganar ellos más dinero que sus mujeres, quieren ser ellos los que les regalen a sus esposas los bolsos de Chanel, no llevan bien que se los compren ellas solas con su propia pasta. Pero los hombres de las nuevas generaciones son diferentes, tienen mayor confianza en sí mismos, los jóvenes que se me acercaban estaban encantados de mi éxito, no les daba miedo. Me pareció interesante y esperanzador.
Faye dice en un momento dado que a los hombres sólo les interesan sexualmente las mujeres de menos 30 años. El escritor francés Yann Moix, de 50, aseguró recientemente que es “incapaz de amar a una mujer de 50 años” porque las encuentra “demasiado viejas” y que prefería “cuerpos más jóvenes”.
Es horrible, pero también en Suecia oyes decir cosas así. Creo que, entre otras cosas, eso está relacionado con los niveles tan distintos de autoconfianza que tenemos hombres y mujeres. A mí me encanta observar a la gente, y con frecuencia veo en los bares a tipos de más de 50 años, con barrigones espectaculares y bastante calvos, que le tiran los tejos a dos veinteañeras fabulosas con aspecto de modelos. Destilan una confianza en sí mismos alucinante, y realmente creen que pueden ligarse a esas dos chicas. Eso no nos pasa a las mujeres. Nos pasamos el día mirándonos con ojo crítico y consideramos que nunca somos lo suficientemente buenas, nunca. Es algo muy triste. Si tuviéramos la misma autoestima que los hombres, el mundo sería absolutamente distinto.
Su novela muestra también a las mujeres obsesionadas por su dieta, por su peso, por su imagen. ¿Por qué nos juzgan por nuestro aspecto?
Somos esclavas, esclavas de las dietas, de la balanza. Es terrible, especialmente entre las mujeres de mi generación. Yo fui adolescente en los 80, en pleno apogeo de las súper modelos, esas chicas altísimas y delgadísimas. Todas nuestras madres hacían dieta -la dieta de la alcachofa, la de la piña, la del pomelo, la de la manzana…-, todas las revistas estaban llenas de artículos sobre cómo perder 10 kilos en dos semanas. Mi adolescencia consistió en tratar de encajar en ese ideal de belleza, cuando yo no tengo el cuerpo para eso, soy curvilínea. Pero aquello nos marcó. Tengo amigas que por ejemplo no se presentan a entrevistas de trabajo porque se sienten gordas y con unos kilos de más no tiene confianza en sí mismas.
¿Cuándo de usted hay en Faye? Como usted, ella también nació en Fjällbacka y también estudió Económicas.
Hay parte de mi vida en Faye, y parte de cientos de miles de historias de otras mujeres: de amigas, de familiares, de compañeras… Por supuesto Faye está más loca que yo y es distinta a mí en muchas cosas, es una mezcla de mí y de otras mujeres que he conocido a lo largo de mi vida. Mi hija mayor tiene 15 años y es parte de la nueva generación que viene, y Faye también tiene parte de ella. Para las chicas de la generación de mi hija el peso no es algo muy importante. Tiene más roles de mujer, mujeres de varias tallas, no sólo modelos esqueléticas, también tiene a Beyoncé, a las Kardashian, a Adele y a Britney, que unas veces está más delgada y otras menos. Creo que también le he dado algo de eso al personaje de Faye. Aunque Faye también es una mujer que usa su cuerpo como arma, porque los cuerpos de las mujeres son armas poderosas, y ella lo usa de manera absolutamente consciente.
¿Y a usted le parece bien que una mujer use su cuerpo como arma?
Bueno, yo creo que todo está permitido. Nunca podremos escapar del juego de poder entre hombres y mujeres, el poder sexual siempre va a ser una importante fuerza entre hombres y mujeres. Así que cada una decide lo que quiere hacer. Faye decide usar su cuerpo como arma, y no me parece condenable. Pero usa su cuerpo teniendo ella el control, decidiendo ella, y eso está bien. Lo que está mal es tener un marido que te echa en cara que has engordado, que te dice que por qué no vas al gimnasio… Eres tú la que tiene que tener el control y la que tienes que decidir lo que quieres hacer por ti misma, no porque te lo diga alguien.
Faye crea una especie de ejército de mujeres que han sido traicionadas por hombres, algunas de ellas mujeres poderosas que la ayudan a montar su empresa. ¿Las mujeres debemos crear hermandades?
Sí y creo que en los próximos años las vamos a crear. Una de las razones por las que los hombres tiene el poder es porque son mucho mejores que nosotras a la hora de formar hermandades. Los hombres se ayudan los unos a los otros, se recomiendan los unos a los otros para puestos de trabajo, se tapan los unos a los otros… Nosotras, sin embargo, gastamos un montón de tiempo quejándonos y cotilleando de nosotras mismas, porque vemos a otras mujeres como una competencia. Si en una compañía ponga que hay 12 altos directivos y sólo uno de ellos es una mujer, otra mujer competirá por ese puesto, no por los otros 11 que pertenecen a hombres.
Su libro está repleto de marcas de lujo. ¿Las marcas son los nuevos símbolos de poder?
La humanidad siempre ha estado obsesionada con los símbolos de poder, el Palacio de Versalles se levantó por eso. Hoy los símbolos de poder son Chanel, Rolex, Mercedes, BMW… Esos son los palacios de hoy en día, y con esos símbolos levantamos una fachada en las redes sociales. Porque en Instagram uno no pone una foto del puré de patatas con carne que cena, pone fotos de uno mismo con esos símbolos. Pero se esconde mucha infelicidad detrás de las marcas y de las redes sociales. Pero las marcas también son poder. Yo me sentí poderosa cuando, después de mi segundo divorcio, me compré un Rolex con mi dinero. Y me siento poderosa con el anillo que llevo porque me lo he comprado yo.
Usted ha hecho de sí misma una marca, ¿no es así?
Sí. Al poco de empezar a escribir me di cuenta de que debía convertirme en una marca. Y lo he conseguido. La gente no compra La Bruja (uno de sus libros), sino que compra una novela de Camilla Läckberg. Durante mucho tiempo me lo han echado en cara, en Suecia se supone que no se debe mezclar literatura con marketing. Yo, como hace Faye en el libro, he utilizado el hecho de ser mujer a mi favor. Yo competía con escritores hombres, la mayoría de ellos cincuentones rechonchos de pelo gris y bastante aburridos, y no me ha resultado difícil ganarme la atención de las televisiones y las revistas gracias a unos buenos tacones, un buen maquillaje y siendo glamurosa. He usado el ser mujer en mi provecho. Y no me parece que haya nada malo en ello. Sé que hay algunas feministas a las que no les gusto precisamente por eso, porque llevo tacones y me maquillo ya que consideran que eso es una imposición del heteropatriarcado a las mujeres. A mí me gusta el maquillaje, me gustan los taconazos, me gusta sentirme una mujer.
¿Y es usted vengativa?
Sí, sí y sí. Además tengo muy buena memoria, no olvido, mantengo el resentimiento. Puedo mantener resentimiento durante años y años y luego ir a la caza de quien me ha hecho daño. Fantaseo mucho con la idea de vengarme, creo además que es muy terapéutico hacerlo. Pero muy rara vez hago esas fantasías de venganza realidad.
Cuénteme alguna venganza que haya llevado a cabo…
Un tío se comportó de manera muy asquerosa conmigo, así que le mandé un mensaje de texto en el que le decía: “¿Recuerdas eso que te dije de que el tamaño no importa? Te mentí”.