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El Estado Islámico abre sucursal en el Congo

El Mundo 29 abril 2019
El grupo yihadista funda otra “provincia” de su pseudocalifato llamada “África central” gracias a una sangrienta milicia cuya presencia impide sofocar la epidemia de virus del ébola, que deja ya más de 900 muertos.

Pareció un ataque más de los que hay a diario, con muertos anónimos que pasan a engrosar una lista que hace tiempo que superó los cinco millones de fallecidos en dos décadas bajo el epígrafe “Víctimas de la guerra del Congo”. Sucedió el pasado martes, cuando un grupo rebelde entró en una base militar congoleña y mató a ocho soldados. La sorpresa vino cuando Amaq, la agencia que comunica las atrocidades del Estado Islámico en todo el mundo, reivindicó el asalto y habló del país africano como una “provincia” más de su califato llamada “África Central”.
Tras la reciente victoria militar sobre lo que quedaba de aquel territorio controlado por los milicianos de Al Bagdadi en Siria e Irak, la serpiente yihadista parece haber encontrado otros frentes en los que sentirse fuerte de nuevo. El este del Congo, un estado fallido cuya capital, Kinshasa, está a 1.600 kilómetros de distancia, parecía uno de los candidatos más firmes. Hasta su presidente, Felix Tshisekedi, ya advirtió de que el terreno estaba abonado: “La derrota del Estado Islámico en Siria e Irak podría llevar a que este grupo se instalara en África y se aprovechara de la pobreza y el caos generalizado”. Así ha sido.
El cuerpo en el que se ha expandido el parásito salafista es el de las Fuerzas Democráticas Aliadas o ADF por sus siglas en inglés, un grupo rebelde de origen ugandés y carácter yihadista que no tiene nada de democrático. Se trata de una de las milicias más sanguinarias de las 30 existentes en Kivu Norte y Kivu Sur, una de las áreas más inestables del planeta, pero también de las más ricas en minerales de sangre, de ahí la presencia de estos grupos en las zonas mineras. Hasta han adoptado como símbolo la shahada, la profesión de fe en el islam que usa la matriz de Oriente Próximo.
EN LA ZONA ROJA DEL ÉBOLA
Para completar el puzle, falta añadir que la zona en la que el Estado Islámico reivindicó el ataque está afectada por el gran brote de ébola que aún ha sido imposible sofocar. La presencia de esta milicia explica, en parte, la frustración de los trabajadores humanitarios y epidemiólogos al no poder acceder a determinadas zonas rojas en manos del grupo donde las líneas de contagio del virus avanzan sin control. Con casi 1.000 muertos y 1.400 contagiados, el epicentro se desplazó desde Mangina, en zona rural, a la ciudad de Beni, y ahora a Butembo, 50 kilómetros al sur de Beni, zona bélica en la que ADF ha dejado enormes fosas comunes llenas de civiles muertos en ataques sin agenda política alguna.
Hace ahora un año, un detalle llamó la atención de los expertos en terrorismo: sobre el cuerpo de un miliciano de ADF encontraron un libro doctrinal escrito en árabe y editado por la Oficina de Investigación y Estudios del Estado Islámico. Lo relevante es que se trataba de un volumen impreso en Raqqa, capital del IS en Siria, con muy pocas copias existentes, que alguien se había tomado la molestia de llevar en persona a las selvas congoleñas. Ahora, tras la reivindicación de Amaq, el hallazgo cobra sentido. El IS del desaparecido Bagdadi ha conseguido contactar con el grupo congoleño y unirlo a sus tentáculos.
El llamado Grupo de Investigación del Congo, una organización no lucrativa independiente dirigida por académicos, muestra que los militantes de ADF no solo llevan tiempo coqueteando con el yihadismo, sino que también han estado recibiendo fondos procedentes de las arcas del Estado Islámico. Los desertores y prisioneros de este grupo han reconocido que un ciudadano keniano llamado Waleed Ahmed Zein, considerado como uno de los mayores financiadores del Estado Islámico, les envió una gran cantidad de dinero en efectivo a través de instrumentos como la hawala, el viejo sistema de envío de dinero basado en el Corán.
EXCEPCIÓN RELIGIOSA
Aunque República Democrática del Congo es un país de mayoría cristiana, la inestabilidad, el paro juvenil, la violencia y la ausencia de oportunidades ha hecho que este grupo salafista, una excepción religiosa en Kivu Norte, se haga fuerte y reclute cada vez a más fieles.
Siguiendo las instrucciones de la matriz iraquí y siria, los miembros de ADF ya han publicado más de 30 vídeos en los que aseguran poder crear un califato islámico en el Congo y llaman a la juventud a unirse a ellos. Laren Poole, autora del informe del Grupo de Investigación del Congo, cree que “el mensaje parece estar funcionando”, según asegura en The New York Times. “La campaña de reclutamiento atrae especialmente a los islamistas de la región que jamás podrían pagarse un billete de avión a Oriente Próximo pero que sí pueden llegar al Congo pagando un billete de autobús de unos 20 dólares desde otro país. En el último año, hemos interrogado a un sudafricano, un tanzano, un keniano, un ruandés, un burundés, un británico y un sudanés”, dijo.
La franquicia ADF en el Congo sigue el mismo modelo de expansión de ya se ha dado en otros lugares. El Estado Islámico elige a un grupo ya existente, lo contamina con su propaganda, lo financia, le exige lealtad pública al pseudocalifa y se regocija con sus atentados. Con ADF ha ganado para su causa una de las milicias más sanguinarias de una salsa donde eso es mucho decir. En esa misma región se mueve el FDLR, o sea, los restos de los genocidas de Ruanda, o el LRA de Joseph Kony, el nefasto Ejército de Resistencia del Señor, secuestrador de miles de niños.