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Las violaciones de menores, el arma de las milicias en Yemen

FRANCISCO CARRIÓN 11 marzo 2019
Las familias de los niños acusan de los abusos a militantes vinculados a Islah, un partido islamista respaldado por Arabia Saudí.

“Me amenazó con su rifle. Empezó a golpearme con la culata, me dio una patada y me empujó contra la pared. Luego me dijo que quería violarme. Rompí a llorar y le pedí que me considerara como un hijo suyo. Se cabreó aún más y comenzó a golpearme con más fuerza. Me agarró del cuello y me tiró al suelo. Empecé a gritar pero él me puso el rifle en el cuello y me violó”. Es el testimonio de un menor de 16 años de la ciudad yemení de Taiz, una de las víctimas de violaciones a manos de miembros de milicias respaldadas por la coalición saudí que Amnistía Internacional denuncia este lunes en un desolador informe.
La organización ha reunido los detalles de cuatro casos similares en los que niños a partir de ocho años han sido violados en la tercera urbe del país, controlada por varios grupos armados leales a la coalición árabe y asediada desde hace cerca de cuatro años por el movimiento rebelde chií de los hutíes. Son solo la punta del iceberg de un fenómeno silenciado por la violencia o el estigma que arrastran las víctimas. “Los desgarradores testimonios de los supervivientes revelan cómo el conflicto actual ha hecho a los pequeños vulnerables a la explotación social en una ciudad plagada de débiles instituciones y aparatos de seguridad”, advierte Heba Morayef, directora regional de Amnistía Internacional.
La violación de al menos tres niños y un cuarto en grado de tentativa se habrían producido en los últimos ocho meses. En dos de los casos, las familias acusan de los abusos a militantes vinculados a Islah, un partido islamista respaldado por Arabia Saudí, en Taiz, a 250 kilómetros al sur de Saná. Dos informes médicos a los que ha tenido acceso Amnistía confirman lesiones anales que corroboran sus testimonios y el de su seres queridos, rotos por las repercusiones psicológicas padecidas desde entonces por los menores.
“Cuando llegó a casa aquella tarde, se fue directamente al baño. Cuando salió, le pregunté qué sucedía. Empezó a llorar y yo también lloré”, rememora la madre del adolescente de 16 años víctima de la violación. “Durante los tres días siguientes estuvimos sentados juntos, sin poder comer ni beber ni dormir. Su estado psicológico era tan malo y su tez se veía amarillenta y agotada. Solo permaneció sentado con la mirada perdida”, agrega su progenitora, que denunció el caso ante las autoridades y batalló sin éxito para lograr un informe médico.
En otro de los asaltos, en el que también está implicado un miliciano del mismo grupo, un niño de 12 años logró escapar tras ser arrastrado hasta la casa de su verdugo y amenazado con un rifle. “El chico estaba aterrado y cogió el arma y le disparó para defenderse. Luego escapó”, narra un pariente. El atacante falleció y compañeros armados asaltaron la vivienda del menor dos días después. Una persona murió y otras tres resultaron heridas. Las autoridades confinaron al niño, su padre y sus dos hermanos durante dos semanas para protegerles de posibles represalias.
Los otros dos casos de violaciones acaecieron en una mezquita de Taiz a manos de un imam vinculado también con Islah y un amigo. Las víctimas tenían ocho y trece años. “Mi hijo me contó que el hijo del imam le encerró en el baño de la mezquita. Le tapó la boca con la mano y comenzó a quitarle la ropa. Cuando él acabó, dejó que otro chico entrara a la habitación y siguiera abusando de mi hijo”, comenta la madre del menor de ocho años en declaraciones a Amnistía. Desde el suceso, el niño rompe a llorar a menudo y sufre falta de concentración y desorden del sueño.
No son los únicos episodios registrados. Según activistas de Taiz, se conocen al menos otros casos. Las familias de las víctimas temen que la denuncia los convierta en diana de las milicias que sojuzgan el callejero de Taiz. Dos de las cuatro familias que quebraron su silencio han sido reubicadasmientras la impunidad reina entre los culpables. Solo dos civiles han sido arrestados por su implicación en dos de los casos. Los integrantes de las milicias involucrados no se han enfrentado a la justicia.
“Las autoridades yemeníes deberían investigar las denuncias para dejar claro que estos crímenes no serán tolerados y proteger a las familias de los niños de las represalias. Los sospechosos, incluidos miembros de grupos armados y líderes en destacadas posiciones, deben ser llevados ante la justicia. La violación y el asalto sexual cometidos en el contexto de un conflicto armados son crímenes de guerra. Los altos cargos que evitaron estos actos pueden ser responsables de crímenes de guerra”, alerta Morayef.
Taiz no es una excepción. La semana pasada el testigo de la violación de un niño de siete años a manos de militantes apoyados por Emiratos Árabes Unidos fue asesinado en Aden, la capital de facto del gobierno del presidente Abu Rabu Mansur Hadi. Una muestra más del caos que han generado cuatro años de guerra civil en la que Arabia Saudí e Irán libran su batalla por la hegemonía regional, con un suministro de armamento procedente de Estados Unidos y la Unión Europea que a pesar de las continuas llamadas de organizaciones de derechos humanos no ha cesado.
Según cifras de la ONU, más de 10.000 civiles han muerto desde el inicio en 2015 de los bombardeos de la coalición saudí que han golpeado infraestructuras, colegios, hospitales y zonas densamente pobladas y 14 millones de civiles -la mitad de la población- se halla al borde de la hambruna. Organizaciones independientes, sin embargo, elevan la cifra a más de 60.000 muertos desde principios de 2016. Según la ONG Save the Children, alrededor de 85.000 menores de cinco años podrían haber muerto por las hambruna u otras enfermedades en los últimos cuatro años. El tímido inicio de conversaciones entre las partes en liza el pasado diciembre y el alto el fuego pactado en Hodeida penden de un hilo.