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Venezuela: morir en prisión por falta de comida y medicinas a los 20 años

DANIEL LOZANO 8 FEB. 2019
Virgilio Jiménez Urbina, de 20 años, es la última víctima de la revolución.

El joven preso político murió el miércoles en la cárcel de Uribana, después de 15 meses de encarcelamiento sin juicio, acusado de terrorismo y cuyo único delito fue protestar contra el gobierno. Las condiciones inhumanas del presidio, uno de los más temidos de Venezuela, sumadas a la falta de medicamentos y la pésima alimentación que recibía provocó su fallecimiento, tras varios días con una fiebre muy alta, entre vómitos y sangre. En lo que va de año han muerto en esa cárcel ocho internos por causas desconocidas, según el Observatorio Venezolano de Prisiones (OVP).

La muerte de Jiménez Urbina se produce en medio del debate nacional sobre la ayuda humanitaria que el Parlamento ha solicitado a sus aliados en el mundo y que el gobierno de Nicolás Maduro rechaza. Militares fieles a la revolución instalaron un “muro” en la frontera de Las Tienditas, en Ureña, conformado por convoyes y camiones cisterna, para dejar muy claro que no van a permitir la entrada de ayuda, dirigida a 250.000 enfermos de cáncer, diabetes, dolencias renales y cardiológicas. Los primeros camiones con la ayuda llegaron ayer a Cúcuta, tras varios días de expectación.
“Hace dos semanas Virgilio llamó por teléfono a su familia, les dijo que tenía mucha fiebre, les pidió medicamentos, además de comida, porque esta llegaba con patas de cucaracha y a veces con gusano, arroz puro con algo y arepa pura”, afirmó OVP en un comunicado realizado con el testimonio de Yoliana Uzcátegui, hermana del fallecido.
El calvario de Jiménez airea una vez más la descomposición de Venezuela. Yoliana llevó medicinas a su hermano, pero los guardias no se las entregaron hasta cuatro días más tarde. El joven siguió empeorando, incluso fue trasladado en dos ocasiones al Hospital Central de Barquisimeto y devuelto a la cárcel.
Hasta que falleció, víctima de una hemorragia, con deshidratación, coágulos de sangre y evacuaciones líquidas, según la investigación de OVP. “Él deliraba, decía que se iba a escapar pero que no había podido porque pensaba en mí. Cuando entraba en sí me decía que no había podido comer porque todo lo hacía en sangre y que tenía días sin comer”, relató Yoliana a la ong.
“Virgilio Jiménez está certificado como preso político”, confirmó a EL MUNDO Gonzalo Himiob, director del Foro Penal, cuya lista de prisioneros hace suya la OEA. “Ya tenía ordenada la apertura de su juicio, pero no había comenzado”, añadió, pese al tiempo transcurrido desde su detención en noviembre de 2017, acusado de terrorismo, instigación pública y supuesta posesión de artefactos incendiarios. “Lo usual en estos casos”, corroboró Himiob.
“Las condiciones de reclusión son inhumanas”, asegura el director del Foro Penal. La feroz represión contra las protestas entre el 21 y el 24 de enero provocó la muerte de más de 40 personas, según Naciones Unidas, y la detención de 988, récord histórico en el país. De los casi mil arrestados, 700 siguen privados de libertad, contando 47 estudiantes entres 18 y 22 años, según las denuncias realizadas por esta ONG. La cifra actual de presos políticos se ha disparado hasta 966, algo inédito en la Historia de Venezuela.
“(Murió) por falta de atención médica. La dictadura sólo sabe de muerte”, corroboró Carlos Vecchio, encargado diplomático de Guaidó en EEUU.
“Recibimos la terrible noticia de que fue asesinado el guerrero Virgilio Jiménez, no me pueden desmentir porque yo mismo viví en carne propia cómo te van asesinando lentamente en ese lugar”, se quejó Alexander Tirado, conocido como el Gato de Aragua, liberado tras las elecciones presidenciales de 2018 después de 4 años de encierro.
El antiguo preso político, que fue condenado a ocho años de prisión por encabezar una protesta pacífica con un altavoz en la mano, ha relatado cómo vivió el calvario de Uribana. “Fuimos 17 personas en una celda de aislamiento de 3×2, sin comunicación con el mundo exterior, poca comida, 10 minutos de agua al día, con cañerías desbordadas, bolsas plásticas llenas de insecticidas, gas lacrimógeno cada vez que se acordaban que existíamos y un terror inmenso al escuchar que se abría la puerta principal, porque no sabíamos cuál de las puertas abrirían para que los custodios (vigilantes) descargaran sus ganas de agredir personas”, describió Tirado parte de su presidio.
La muerte de Jiménez y de los otros reclusos de Uribana, más la de una docena de niños en Anzoátegui, víctimas de fiebres y vómitos, han impactado en el escenario nacional, que gira en torno a la ayuda humanitaria. “Olvídense de eso, es una patraña para invadir Venezuela”, repitió ayer Jorge Rodríguez, vicepresidente de Comunicación.
Todo lo contrario asegura Juan Guaidó, el presidente encargado: “¡Vamos a lograr que ingrese la ayuda humanitaria, porque se trata de salvar vidas!”.
“La imagen del bloqueo del puente para que no entre ayuda humanitaria desde Cúcuta se convierte en una diabólica caricatura de la maldad y en representación de la esencia represiva del chavismo”, criticó el psicólogo Axel Capriles.
Mientras el chavismo se parapeta detrás del “muro” levantado por Maduro, el Parlamento insiste en su llamado a los militares para que se unan a la causa democrática frente a la revolucionaria y no impidan la asistencia humanitaria. Guaidó anunciará este viernes cuándo convoca al pueblo para acompañar la entrada de los medicamentos.