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Sobre una inminente guerra en Venezuela

Francisco Viña 19 feb 2019
La Guerra es, según la RAE, el rompimiento de la paz, la lucha armada entre dos o más naciones o bandos de una misma nación. 

Históricamente, grupos humanos han buscado imponerse a la fuerza frente a otros grupos humanos justificándose en la superioridad del tema a tratar; bien sea este religioso, tribal, racial o ruptura colonial, entre muchos otros. Se podría argumentar, inclusive, que las guerras son inherentes al ser humano, han sucedido, suceden y probablemente continuarán sucediendo en el futuro cercano y lejano.

Ahora, algo que es cierto, es que los conflictos bélicos suelen afectar principalmente a las poblaciones que habitan los territorios generando, en el mejor de los casos, desplazamientos forzados y en el peor la aniquilación parcial de la población. Según la agencia de la ONU, ACNUR, existen aproximadamente 25 millones de refugiados y 68 millones de personas desplazadas de sus hogares en el mundo, esto hasta el 2017. De dicha cantidad de refugiados, la quinta parte son palestinos, quienes sufren una ocupación por parte del Estado de Israel, y otros dos tercios de los siguientes países: Siria, Afganistán, Sudán del Sur, Myanmar y Somalia. Es decir, que más del 80% de los refugiados del mundo tienen una cosa en común, sus países se encuentran en guerra.
Venezuela en la actualidad vive una crisis económica prácticamente sin precedentes que se ha venido empeorando cada día más desde el año 2014 (no abordamos las causas ya que ameritaría un artículo propio) no destaca en las listas de desplazados ni refugiados de la ONU, pese a vivir una migración acelerada en comparación a años anteriores producto de la caótica situación antes mencionada. Esto se debe principalmente a que la migración es voluntaria. Se entiende que existen personas que se van del país bajo circunstancias realmente precarias, sin embargo, son mínimos los casos de venezolanos que parten producto de persecuciones violentas o políticas, en comparación a los que cruzan a nuevas fronteras en busca de mejorías económicas para sus familias. Por eso sostenemos que son inmigrantes, no desplazados, ni refugiados.
El nuevo escenario político planteado por la oposición en este 2019 derivó en la autoproclamación del diputado Juan Guaidó como Presidente encargado el pasado 23 de Enero. Su incapacidad de controlar el poder ejecutivo pese al decreto, y el débil marco jurídico que sostiene la iniciativa han ido trancando el juego político, caldeando cada vez más la situación. Dicha tensión, producto de las expectativas generadas, hacen que se plantee cada vez con más fuerza la posibilidad de un conflicto armado en territorio venezolano, cuestión que anteriormente era una amenaza latente, pero lejana.

No es secreto para nadie que esta jugada política fue aupada por el gobierno de los Estados Unidos, que sirvió de arquitecto, apoyo y, a la fecha, funge de vocero principal de Guaidó. Senadores, Secretarios y otros altos dirigentes políticos del país norteamericano solicitan permanentemente, a través de declaraciones oficiales y redes sociales, un alzamiento de militares venezolanos que reconozca al autoproclamado gobierno interino.

La Fuerza Armada Nacional Bolivariana, hasta el momento, se niega a reconocer esta peripecia política de la oposición, plegándose a Nicolás Maduro, electo el 28 de Mayo en comicios convocados por la Asamblea Nacional Constituyente, que fueron boicoteados por los principales partidos que se oponen al gobierno argumentando que no existían condiciones adecuadas para llevar a cabo la elección. Esta incapacidad del gobierno y oposición de reconocerse como factores políticos importantes del país ha dado pie a que, hoy día, gobiernos extranjeros amenacen directamente a Venezuela y pareciera que hay algunos compatriotas extasiados con la posibilidad de una invasión o una guerra civil.
Con los problemas que enfrentamos a diario los venezolanos, que incluyen la pulverización del salario, una inflación que prácticamente alcanza niveles inéditos en el mundo, sólo por mencionar dos de una larga lista, una guerra sería el peor escenario posible para el país, sí, mucho peor que el actual. Es absolutamente falso que una extirpación violenta del actual gobierno sea una solución viable a la crisis que vivimos los venezolanos. Esto se debe a muchas razones, resaltaremos algunas:
1. Muerte, muerte y más muerte: pese a que algunos argumentan que las cifras de muertes violentas en la actualidad ya sobrepasan las de una guerra, cuestión discutible, el enfrentamiento entre compatriotas o la resistencia ante un ejército extranjero significaría una mortandad mucho mayor a lo que hoy vivimos producto de la violencia o la precaria situación en el sector de la salud. Por ejemplo, si en el presente vemos gente sufriendo debido al colapso del sistema nacional de salud y atender una simple apendicitis se puede convertir en una lucha entre la vida y la muerte, ¿qué podemos esperar cuando a este sistema de salud que se encuentra devastado se le incorporen centenares de heridos, hombres, mujeres y niños que resulten del conflicto? ¿Cree usted que son necesarios más muertos para que el país se enrumbe a un mejor camino? Nosotros no.
2. Menos suministros: no es secreto para nadie que hoy en día es difícil conseguir la totalidad de los alimentos que requerimos los venezolanos que dependemos de un salario. La poca producción y altísima demanda dispara los precios de maneras pocas veces vistas, situación que bajo un escenario de guerra sería aun peor. Los canales regulares de distribución de alimentos se verían intervenidos por los bandos involucrados para garantizar la dotación de sus miembros, dejando a un lado a la población que es la que padecerá hambrunas que no hemos visto en doscientos años, mucho peor que cualquier dificultad actual.
3. Interrupción de la vida diaria: en nuestro presente, no existe normalidad para gran parte de la población del país, hay que reconocerlo. Sin embargo, la mayoría intenta llevar a cabo sus actividades cotidianas de la mejor manera posible, en especial cuando se trata de los niños y niñas. Con grandes sacrificios, la mayoría de los padres trabajadores intentan garantizarles educación y estabilidad a los más pequeños. La militarización de territorios estratégicos y la disputa violenta de los mismos afectará a todos los que hoy en día luchan por mantener ese mínimo de estabilidad, que en un escenario bélico se vería diezmada por completo. Sería agregarle un componente violento innecesario a nuestra ya complicada situación.
4. Servicios básicos: actualmente, es difícil que un venezolano diga que cuenta con todos los servicios básicos necesarios, ¿qué quedaría en una situación de guerra donde la ya precaria infraestructura de estos servicios se pudiera ver atacada? En el mejor de los casos estaríamos meses sin servicios, lo que al mismo tiempo significaría mayor endeudamiento para el restablecimiento de los mismos que, adivinen, terminaremos pagando igual.
5. Espiral sin fin de violencia: las guerras se saben cuándo comienzan, más no cuándo terminan. Como ejemplo podríamos tomar a nuestro vecino colombiano, que tiene más de 50 años inmerso en un conflicto donde las decenas de miles de muertos los han puesto principalmente trabajadores y campesinos, que luego cínicamente renombran como “daños colaterales”. El que diga que, en Venezuela, un conflicto armado como salida a la crisis se resolvería rápidamente no tiene ningún elemento real que sostenga esa tesis, ni siquiera tomando en cuenta el poderío militar de potencias extranjeras.
6. La salud mental del pueblo venezolano: En la actualidad, con todas las dificultades que enfrentamos en nuestro día a día nos vemos agotados, diezmados y hasta deprimidos en ocasiones, ¿Creen que mejoraría en una situación en la cual debemos agregar los estragos de la violencia sin? No, sería mucho peor, además que generaríamos innumerables traumas a todas las generaciones que hacen vida dentro de nuestro país para satisfacer a unos pocos que se lucran, o buscan lucrarse, en cargos del Estado.
En conclusión, lo que intentamos reflejar aquí es que, la solución a los graves problemas que enfrentamos en la actualidad la población venezolana no tienen solución viable por medio de las armas. Es más, sucedería todo lo contrario, la situación se agravaría y los únicos destinados a padecerla, seríamos los que nos encontramos aquí. Esto es una verdad tan obvia que pareciera absurdo tener que argumentarla, pero que exista un venezolano que desee una solución violenta a nuestra realidad justifica lo absurdo parece escribir estas líneas.
¿Qué hacer? Para poder abordar la profunda crisis económica actual, debemos primero resolver la crisis política. Según creemos, esto pasa por el reconocimiento del otro: el gobierno debe reconocer a la oposición y viceversa, y a la vez, deben reconocer que la mayoría de la población lo único que desea es la resolución de los problemas económicos y vivir en paz, poco más le importa al venezolano promedio a estas alturas. También, se precisa el reconocimiento por parte del Gobierno de las grandes problemáticas que nos afectan, producto de ineficiencia y corrupción interna, sumada a la hoy innegable presión externa, no podemos seguir argumentando que los problemas son monocausales, se debe hacer un análisis integral de la situación. Igualmente, vemos la necesidad de un diálogo real que permita desanudar las diferencias llegando a un lugar común donde sea la población venezolana quien decida, siempre en el marco de los mecanismos que establezca la constitución, el rumbo que desea tomar sin chantajes de ningún tipo.
La palabra final la debemos tener nosotros, no un gobierno extranjero, menos aún uno sediento de petróleo a quien poco le interesa el bienestar de Venezuela. Los millones de muertos de Afghanistan, Iraq y Libia ya conocen esa historia, nosotros no tenemos que hacerla nuestra también. Entonces, imploro, no bailemos al compás de los tambores de la guerra, pues somos nosotros los que realmente nos veremos más afectados (aunque a algunos les parezca imposible) de lo que estamos en la actualidad.