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Testimonio en Juicio Sub zona 14: “La violencia sexual ejercida ha sido social y judicialmente invisibilizada”

Redacción Argentina 05.12.2018
En el último día de las exposiciones en el juicio por Delitos de Lesa Humanidad conocido como Sub zona 14 II en Santa Rosa, en la provincia de La Pampa, Raquel Angelina Barabaschi, querellante y víctima, hizo un alegato que transcribimos a continuación por su valor testimonial.

Palabras finales de Raquel Angelina Barabaschi.
A partir del desarrollo de los Juicios de lesa Humanidad en Nuestra Provincia, se dio por tierra con el mito de que en el contexto del Terrorismo de Estado en nuestro país, “ La Pampa había sido una isla”.
Esa premisa fue acuñada oportunamente por sectores partícipes y/o cómplices, interesados en que no se conociera la verdad de los horrores , vejámenes y violaciones a los Derechos Humanos cometidos en territorio pampeano.
A 42 años del golpe cívico Militar, y a 43 de que comenzaran los secuestros ilegales llevados adelante por el aparato represor contra integrantes de distintos colectivos de la vida estudiantil, política, gremial, militante, educativa, etc., es importante analizar el tratamiento “especial” del que fuéramos objeto las mujeres.
El reconocimiento de la dictadura como genocida, así como su carácter cívico-militar, es una conquista de la lucha que mantuvimos durante décadas militantes y organismos de derechos humanos comprometidos en la pelea contra la impunidad. Pero tenemos una deuda pendiente: la violencia sexual ejercida sobre las víctimas que ha sido social y judicialmente invisibilizada.
Para poder comprender, es necesario conceptualizar que se entiende por “género”, una forma cultural de configurar el cuerpo, que no significa ni anatomía ni sexo, fuera de un marco cultural. Aunque se habla poco de este tema, la pelea porque esos crímenes y vejaciones se consideren como delitos imprescriptibles de lesa humanidad, también han sido bandera y motivo de denuncia de quienes batallaron todos estos años por llevar a la cárcel común a todos los genocidas.
Para avanzar en la reestructuración económica, política, social, sindical y cultural del país, el plan genocida buscó disciplinar y aniquilar a la clase obrera, estudiantil e intelectual que protagonizaba una etapa de ascenso y cuestionaba el poder de los grandes capitalistas.
Para garantizarlo, también intentó imponer un “disciplinamiento de género” y desarrolló un particular ensañamiento sobre quienes éramos consideradas doblemente transgresoras, tanto de los mandatos que nos confinaban al mundo del hogar como del orden social que se debía conservar con la vigencia de ese aliado histórico y fundamental del capitalismo, que es el patriarcado.
Para fortalecer la concepción del mundo privado-femenino, de las tareas del hogar, el cuidado y la crianza, la dictadura condenó con particular ensañamiento a las que cuestionábamos con nuestra práctica esos mandatos y roles, y puedo asegurar sin temor a equivocarme, que lo hacíamos desde nuestra esencia, convencimiento y necesidad imperiosa de que teníamos que cambiar, porque era el único camino para ser libres, y para que el mundo fuera mejor.
El Sistema nos quería sumisas, calladas, en el hogar o incursionando en profesiones u oficios concebidos como adecuados para las mujeres. Los represores se ensañaron doblemente con nosotras porque desafiamos esos estándares, elegimos qué carrera estudiar, cómo vivir, relacionarnos, militar, y eso los perturbaba.
Ellos se sentían dueños de nuestras vidas, nuestros cuerpos, nuestros destinos. Tardamos mucho tiempo en perder el miedo a contar lo que nos tocó vivir, porque gran parte de la Sociedad, con aquella infamia de que “algo habrán hecho”, o “ por algo será”, en parte coartaba nuestra necesidad de visibilizar, sacar afuera lo que nos había pasado.
Nos costó contarlo por pudor o por vergüenza, siendo que los que debieran avergonzarse tendrían que ser quienes nos atacaron, torturaron, abusaron o violaron.
Un informe sobre violencia sexual y de género, publicado por la Procuraduría de Crímenes contra la Humanidad, detalla que por esos delitos fueron condenadas unas 95 personas (dos mujeres y 93 varones), en causas que involucraron a 99 víctimas (67 mujeres y 22 varones), aproximadamente un 20 por ciento del total de casos de violencia sexual, según los registros del organismo. Un claro mensaje de impunidad y disciplinamiento por parte del Estado que se perpetúa también hoy ante otras formas de violencia que sufrimos las mujeres.
En este Juicio Histórico, quedan claramente identificados los distintos colectivos que fuimos víctimas del Terrorismo de Estado en La Pampa, y en cada uno de ellos, se nota el especial ensañamiento con las mujeres pertenecientes a los mismos, el autoritarismo y desprecio con el que fuimos tratadas.
Las pertenecientes al Grupo de la UTN, fuimos víctimas de tormentos, manoseos, golpes, picana, violación, maltrato físico y psíquico e insultos. Nos recriminaron el hecho de que “estudiábamos Ingeniería”, (carrera para hombres) , nos trataron de subversivas y asesinas, “no son mujeres, son tortilleras” -nos decían a Rosalind Gancedo y a mí- expresando su homofobia. “Son una porquería”, “son irrecuperables para la Sociedad”, entre otros epítetos.
Cuando irrumpieron en nuestra casa, nos rompieron los planos, nos tiraron los libros. Al liberarnos nos ordenaron “no volver a la Facultad”, no circular libremente, volver al pueblo y estudiar “corte y confección” le ordenaron a Graciela Espósito, “callar y olvidar” a Rosa Audisio, y no juntarse ni hablar con los demás a Zelma Rivoira, quién perdió dos piezas dentales por los golpes recibidos. El peor trato fue para Stella Maris Barrio, quién fue violada por cinco represores en su traslado , y una vez ordenada su libertad, confinada a vivir a una cuadra de uno de ellos.
A todas nos impusieron la condición de “libertad vigilada”, y nos dejaron cesantes en nuestros trabajos. Nos habíamos atrevido a estudiar, trabajar a la par de los compañeros, hacer una toma pacífica de la Facultad para defenderla, enfrentar a quienes nos atacaron, salir a pelear a la calle por nuestros derechos, y eso fue Imperdonable.
Las mujeres del grupo Siloístas, eran casi todas jóvenes menores de edad, militaban en una corriente de pensamiento novedoso, querían crear un hombre nuevo, sin violencia, con mucha meditación, por la paz del mundo. (Hoy se paga para hacerlo, nosotros lo hacíamos gratis, nos dijo una de ellas en este juicio).
Como los represores no entendían nada acerca de eso, o mejor, no podían entenderlo, las trataron de subversivas, locas, y las acosaron sexualmente creyéndose con derechos a abusar de ellas, planteándoles que practicaban “el amor libre”, dando por sentado que tenían sexo con cualquiera. Según nos relataron Elena Tolosa, Mabel Ochoa, Susana Mildner, Nelly Razzini, Alicia Solodujin o María Montepone. Se metieron en sus casas con violencia, las interrogaron violando sus derechos, les destruyeron sus vidas y sus sueños. Casi todas debieron emigrar, porque aún luego de liberadas sobrevino la persecución, el escarnio y la condena Social.
Las compañeras pertenecientes al grupo de la UNLAPam, no corrieron mejor suerte, perseguidas y secuestradas por “pensar” “investigar” y “educar”, fueron implacables con ellas . Marta Alcalá, embarazada de siete meses y con contracciones, no conseguía ser asistida, Susana Berdasco con su infección urinaria, tampoco. Cristina Ércoli fue trasladada a Devoto donde permaneció dos largos años, en condiciones deplorables, al igual que Adriana Culzoni quién emigró y murió en el exilio. Ana María Martínez, perdió su embarazo a causa de la tortura, “parecía una bolsa”, dijeron la celadora Alzamendi y el chofer Del Valle Carra.
Paradigmático lo vivido por las Mujeres involucradas en los Hechos de Jacinto Arauz, en una comunidad de apenas un poco más de mil habitantes por entonces, debieron soportar atropellos en el colegio y en sus casas, el terror colectivo en la adolescencia, la persecución, los allanamientos, el hecho de tener que ir con sus carpetas a declarar a la Comisaría como nos relató Estela Estévez .
Párrafo aparte el destrato a María Antonieta Lebed, convaleciente a tres días de su parto. Ana Herrera nos contó llorando su propia experiencia, y el acoso a su compañera Gloria Dalmas. Graciela Bertón , y Elida Swindh nos referenciaron los vejámenes que padecían en las visitas a sus familiares detenidos. Mirtha Bertinat nos relató sus padecimientos, el contexto y la condena social por haberse atrevido a ser madre soltera.
Dully Ginart de Villarreal, militante del Partido Comunista, cayó en la trampa perversa del llamado familiar desde Gral. Pico, donde a su arribo, la arrestaron, la separaron de su beba y la trasladaron a Devoto. Zulema Arizo, fue secuestrada en medio de la nada misma, embarazada, reducida al miedo y al terror, y al igual que la maestra Mirta Susana Cisneros debieron padecer el escarnio de los represores .Miyi Regazzoli fue secuestrada , obligada a ver los tormentos aplicados a otros detenidos, y maltratada, entre otros, por quien había sido su alumno, trasladada a Devoto y luego exiliada, con hijos pequeños.
La Sra. Sanders de Trucci acarreó primero el dolor de la detención de su hija, luego, privada de su libertad, no solo debió padecer apremios, perdió su trabajo y también su carrera de Contadora. A la Sra. Coronel de Rodríguez y su cuñada María Cristina, las arrancaron de sus vidas en el barrio, y no tuvieron piedad con ellas. Olga Edith Juárez fue secuestrada, torturada, perseguida abusada, y acosada luego de ser liberada. Los represores también pedían que le llevaran las chicas prostituidas a la planta alta para violarlas, (algunas menores de edad) según los dichos de la celadora Norma Trohuil. Una de ellas quedó embarazada y la llevaron al hospital a practicarle un aborto, una muestra acabada de la prepotencia, desprecio e impunidad que tenían para apropiarse de los cuerpos, vidas y voluntades de mujeres en estado de total vulnerabilidad.
Los rastros de las prácticas aberrantes sobre los cuerpos y la psiquis de las mujeres prisioneras, no constan en los legajos ni en los partes médicos de los centros clandestinos de detención, pero son una marca indeleble en cada una de nosotras. Nada fue igual en nuestras vidas, nunca pudimos reparar ni olvidar aquellos horrores, las huellas y el tiempo sólo han contribuido a morigerarlos.
La mala noticia para los genocidas, y el Sistema que los sostiene, es que las Mujeres no bajamos los brazos, aún a costa del desprecio y el escarnio, nos pusimos de pie, seguimos luchando, dimos nuestros testimonios en la búsqueda de Memoria, Verdad y Justicia, y no lo hemos hecho en el marco de una necesidad personal. Nuestros testimonios y este juicio histórico nos trasciende, porque nos abarca desde lo colectivo, para que NUNCA MAS se repita la pérdida del Estado de Derecho, secuestros, persecuciones, cárcel, torturas y estigmatización.
Nuestra Lucha en este sentido, es un homenaje para las compañeras que ya no están entre nosotras, y un legado a las nuevas generaciones que salen a pelear por sus derechos, a quienes estaremos acompañando y alentando porque son un verdadero ejemplo y un orgullo, la muestra acabada de que no nos han derrotado, ni lo podrán hacer. #Memoria #Verdad y #Justicia para nosotras.
Para finalizar, solo agregar que en este camino recorrido, nada hubiera sido posible sin el acompañamiento incondicional del equipo de abogados que conforman esta querella, que fueron más allá de lo meramente profesional brindándose con calidez y afecto.
A mis compañeros del MPPDH, al Colegio de Psicólogos, cuyos integrantes en forma permanente contuvieron y acompañaron a las víctimas solidariamente, a todos los compañeros del campo popular, movimientos Feministas, gremios, especialmente UTELPA; a los alumnos de distintos establecimientos de la Provincia que estuvieron presentes escuchando con total atención, especialmente al Nocturno n° 8 de General Pico, quienes a partir de ello, elaboraron un trabajo llamado ‘Elegir Memoria‘, premiado en la instancia Provincial de la Feria de Ciencia, logrando un segundo lugar a nivel Nacional;
A los compañeros Periodistas que profesionalmente hicieron la cobertura de todo el Juicio, a nuestras familias y amigos que nos hicieron el aguante, a la Secretaría de Derechos Humanos, a la Fiscalía, al Estado de Derecho y la Democracia que nos permitió estar frente a un Tribunal Oral que nos escuchó respetuosamente, a todos MUCHAS GRACIAS ¡! Que sea JUSTICIA ¡!