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Los socialdemócratas suecos ganan pero en caída libre; la ultraderecha clave de gobierno

ANA ALONSO 09/09/2018
Suecia confía cada vez menos en las formaciones tradicionales, socialdemócratas y moderados, y cada vez más en los extremistas, sobre todo en los populistas de ultraderecha.

Los Demócratas de Suecia, que tienen en sus manos la llave de la gobernabilidad, se quedaron lejos de su sueño de llegar al 25% de los votos y volvieron a ser el tercer partido con un 17,8%, no el segundo como anticipaban muchos sondeos.

El Partido Socialdemócrata alcanza una victoria pírrica: es el partido más votado con el 28,4%, aunque es su peor resultado desde hace más de 100 años. El Partido Moderado, que lidera Ulf Kristersson (Lund, 1963), y encabeza la Alianza, de centro derecha, ha logrado imponerse a la ultraderecha con un 19,8% de los sufragios, con más del 95% de los distritos electorales del recuento realizado. Hasta el miércoles no habrá resultados totales. Faltan por contar 200.000 votos del exterior.
Si bien ni el bloque de centro izquierda (socialdemócratas, verdes y ex comunistas) ni la Alianza de centro derecha cuentan con mayoría en el Parlamento unicameral o Riksdag (175 escaños de 349). El bloque de centro izquierda tendría ahora un escaño más, pero aún les faltarían más de 30 escaños para la mayoría.
Kristersson emplazó anoche al primer ministro a que dimita y deje paso al giro a la derecha y más allá. Su argumento es que la Izquierda (7,9%) solo les brinda apoyo externo. De sus palabras se interpreta que se acercarán a los Demócratas de Suecia, la ultraderecha, liderada por Jimmie Äkesson (Ivetofta, 1979). “Este gobierno ha tenido su oportunidad. Ahora debe renunciar”, dijo Kristersson.
El primer ministro, el socialdemócrata Stefan Löfven (Estocolmo, 1957), se niega a hacerlo porque aspira a convencer a los pequeños partidos de la Alianza (centristas y liberales) reacios a pactar con la ultraderecha. “Somos el partido más votado”, declaró el primer ministro en la noche electoral. Lanzó un guante a la oposición. “La política de bloques ha muerto. Necesitamos cooperar entre los bloques”, explicó a sus partidarios.
Desde su cuartel general, el populista Äkesson emplazó al conservador Kristersson a negociar la formación de gobierno. “Estoy preparado para hablar con todos los partidos, pero en especial invito a Ulf Kristersson a discutir cómo gobernar este país de ahora en adelante”, declaró tras saber que su partido había ganado cinco puntos más que en 2014 y que se convertía en árbitro de la gobernabilidad del país.
“¿Cómo piensas cambiar el gobierno, Ulf Kristersson? ¿A quién vas a elegir, a Stefan Löfven o a Jimmie Äkesson?”, afirma el líder ultraderechista
Para Äkesson está claro que los Demócratas de Suecia han ganado porque van a tener una influencia “enorme”. Y en clara referencia al líder del Partido Moderado dijo: “¿Cómo piensas cambiar al gobierno, Ulf Kristersson? ¿A quién vas a elegir, a Stefan Löfven (primer ministro socialdemócrata) o a Jimmie Åkesson? Queremos que contestes a esa pregunta”, clamó ante sus seguidores.
En campaña Kristersson hablaba de la posibilidad de gobernar en minoría, sin aceptar explicitamente negociar con los Demócratas de Suecia. En las pasadas legislaturas los Demócratas de Suecia estuvieron aislados de otras formaciones pero su peso electoral era mucho menos, en número de escaños algo más de la mitad.
Los Demócratas de Suecia (SD), de ultraderecha, consiguen un 17,6%, un récord en su corta historia, y se consolidan como el tercer partido en el Riksdag (Parlamento unicameral). “Es la hora de la verdad”, ha declarado su líder, Jimmie Äkesson, quien ha logrado consolidar a esta formación de origen neonazi al presentarla como nacionalista y proteccionista más que xenófoba.
Son los kingmakers, los que pueden decidir quién será primer ministro, si bien aspiraban a más, a ser segundos y a sobrepasar el 20% o incluso el 25%. Sin embargo, los suecos siguen las tendencias en Europa pero se guían por la racionalidad. El fuerte peso sindical y de las ciudades ha favorecido a los grandes partidos en la recta final.
Resulta llamativa la diferencia del voto según el sexo. Entre los varones, los Demócratas de Suecia son el partido más votado con un 27,9%, mientras que solo un 10,2% de mujeres se decanta por la ultraderecha. Los socialdemócratas cuentan con las mayores simpatías femeninas con un 29,7%.
Deshojar la margarita: pacto o elecciones
Los socialdemócratas nunca aceptarían el apoyo de la ultraderecha, y nunca antes se ha dado una gran coalición. Al moderado (conservador) Kristersson le toca ahora convencer a los centristas y liberales de aceptar el acercamiento a los ultras para conquistar el poder. Tendrá que deshojar la margarita azul y amarilla (logo de los Demócratas de Suecia) y elegir: Löfven o Äkesson.
Dentro de este grupo de centro derecha mejoran los cristiano demócratas (6,4%, casi dos puntos más que hace cuatro años). Los bloques de centro izquierda y centro derecha se quedan en torno a los 144 escaños, muy lejos de los 175 necesarios.
Ninguno de los bloques podría gobernar. Hay pocas alternativas: o pactan entre ellos, más improbable que la gran coalición en Alemania, o han de acercarse a los Demócratas de Suecia. En la Alianza moderados y cristianodemócratas, los que han cosechado mejores resultados, se lo plantean pero liberales y centristas se oponen.
“Si el bloque rojiverde fuera más grande serían centristas y liberales los que tendrían la llave del gobierno,no los Demócratas de Suecia”, explica Mikael Gilliam, politólogo en la Universidad de Gotemburgo, en la radio pública sueca. Eso implicaría la ruptura de la Alianza. Y si finalmente no hubiera acuerdo, habría elecciones en breve.
“Necesitarán mucha imaginación”, asegura en su edición de hoy lunes el diario Svenska Dagbladet. “Con la batalla de los bloques parece que será difícil tener un gobierno que pueda funcionar”, señala el editorial de Dagens Nyheter.
“Esta elección es un referéndum sobre el bienestar”, había declarado el primer ministro socialdemócrata Stefan Löfven después de votar este domingo. Efectivamente lo ha sido, pero muchos suecos creen que para seguir disfrutando del bienestar que han logrado no pueden mantener su tradicional política de acogida.
Es la primera vez que los suecos han acudido a las urnas desde que en 2015 Suecia abrió sus puertas a 163.000 solicitantes de asilo, la mayoría de Irak y Siria. Desde 2012 serían unos 400.000 en un país de diez millones de habitantes, la mayor tasa per capita de la UE. Como hiciera Alternativa para Alemania, los Demócratas Suecos (SD) han utilizado la política migratoria como arma arrojadiza contra los partidos tradicionales.
Para su líder, Jimmie Äkesson los que llegan a Suecia son un peligro por no compartir sus valores. Asocia la criminalidad a los inmigrantes con un mensaje apocalíptico que ha terminado calando en muchos ciudadanos que nunca antes se plantearían apoyar a un partido de raíces neonazis. Según Äkesson, cerrar las puertas a la inmigración “es lo normal entre los vecinos europeos en estos momentos”.
Es cierto, como señala Äkesson, que los partidos anti inmigración están avanzando vertiginosamente en Europa. El Partido del Pueblo Danés logró un 21% de votos en 2015, y Alternativa para Alemania, un 12,9%, y es la principal fuerza de oposición en el Bundestag.
En Italia se ha formado este año el primer gobierno populista con un ministro del Interior, Matteo Salvini, líder de la nacionalista y xenófoba Liga Norte, claramente contrario a la acogida de inmigrantes. También coinciden en el euroescepticismo. Los Demócratas de Suecia, que no está en la eurozona, quieren celebrar un referéndum sobre la salida de Suecia de la Unión Europea. De hecho, Äkesson, líder de DS desde 2005, se distanció en su juventud de los moderados por su política europeísta.
Para los populistas es importante que Suecia se deje seducir por su mensaje. A Rusia también le interesa”, dice Wolodarwski
“Suecia es un ejemplo de modernidad y está en vanguardia en esa filosofía de acogida. Para los populistas es importante que un país así se deje seducir por su mensaje. A Rusia también le interesa”, explica el periodista sueco Peter Wolodarwski, director de Dagens Nyheter en un podcast en Slate.
El viernes, en la televisión pública Äkesson aseguraba que “a los inmigrantes les cuesta encontrar trabajo porque no encajan bien en Suecia”. La presentadora le contestó que era “una generalización grave” y el líder populista acusó de “parcialidad” al medio.
“Espacio para respirar”
En su último mitin, la víspera electoral, remarcó su mensaje contra el Gobierno: “Han dado prioridad estos cuatro años a los solicitantes de asilo… Suecia necesita espacio para respirar, necesitamos una política responsable de inmigración”. A su juicio, esa política consiste en cerrar las puertas, salvo a los vecinos, más parecidos en valores y con alto nivel educativo.
Es cierto, como señala Äkesson, que los partidos anti inmigración están avanzando vertiginosamente en Europa. El Partido del Pueblo Danés logró un 21% de votos en 2015, y Alternativa para Alemania, un 12,9%, y es la principal fuerza de oposición en el Bundestag.
En Italia se ha formado este año el primer gobierno populista con un ministro del Interior, Matteo Salvini, líder de la nacionalista y xenófoba Liga Norte, claramente contrario a la acogida de inmigrantes. También coinciden en el euroescepticismo.
Los Demócratas de Suecia, que no está en la eurozona, quieren celebrar un referéndum sobre la salida de Suecia de la Unión Europea, lo que se denomina Suexit. De hecho, Ákesson, líder de DS desde 2005, se distanció en su juventud de los moderados por su política europeísta.
Se trata de no permitir que un partido extremista, un partido racista, tenga influencia en el Gobierno”, dijo el líder socialdemócrata
Al depositar su voto, Stefan Löfven, primer ministro socialdemócrata desde 2014 gracias a la coalición con Verdes y el apoyo de la Izquierda, añadió: “Se trata de la decencia democrática… De no permitir que un partido extremista, un partido racista, tenga influencia en el Gobierno”.
De hecho, influencia ya tiene y cada vez más a la hora de marcar la agenda política. La campaña electoral se ha centrado en las políticas migratorias, que el Gobierno de centro izquierda ha restringido mucho, y en aplicar más ley y orden. A los suecos les preocupa sobre todo que no se deterioren los servicios sanitarios, en educación y la atención a los mayores. La ultraderecha ve en peligro este bienestar por el aluvión de refugiados sin ingresos y de otras culturas.
“Un puñado de racistas”
La sociedad sueca aparece más dividida que nunca entre los dos bloques de centro izquierda y centro derecha, y de ahí que sea clave que uno de cada cinco suecos se incline por una formación como los Demócratas de Suecia, con quien no quieren pactar en principio. Pero el pragmatismo terminará imponiéndose.
Aunque Äkesson ha presentado una imagen dulcificada de su partido, con una margarita amarilla y azul como logo en lugar de la antorcha del pasado, la izquierda sueca abomina de un partido que describe como “un puñado de racistas”. Sin embargo, en la Alianza no son tan estrictos y en la campaña electoral han insistido sobre todo en desplazar del poder a socialdemócratas y verdes.
Desde el verano, el más caluroso de la historia con un récord de incendios forestales, también ha aumentado el interés en los electores sobre la lucha contra el cambio climático, una cuestión que considera sobrevalorada el líder populista. Greta Thunberg, una quinceañera sueca, ha abanderado una huelga escolar para que políticos y ciudadanos se comprometan con cambios radicales en medio ambiente.
Thunberg ha mantenido su huelga hasta hoy domingo. Acaba de anunciar que seguirá los viernes y anima a otros jóvenes a hacer lo mismo en sus ciudades y pueblos.
Ulf Kristersson, líder del Partido Moderado de Suecia. EFE
Ulf Kristersson (Lund, 1963), aspirante a primer ministro de la Alianza por Suecia (moderados, centristas, cristianodemócratas y liberales), ve con recelo acercarse a la ultraderecha pero es muy pragmático y quiere ser primer ministro.
En la Alianza hay quienes (moderados y cristianodemócratas) aceptarían que Äkesson y los suyos se abstuvieran y permitieran un gobierno de centro derecha, como ya hubo en Suecia en 2006 y 2010. Hasta ahora han mantenido un cordón sanitario y han aislado a los ultraderechistas.
Sin embargo, si centristas y liberales se niegan a pactar con la ultraderecha, serían ellos quien podrían decidir quién será el primer ministro y el actual, el socialdemócrata Lófven, ya les ha envíado mensajes para seducirles.
En Suecia se confirma una tendencia generalizada en Europa. Los socialdemócratas están en caída libre. El partido que lidera Stefan Löfven, que recibió el apoyo explícito del jefe del gobierno español, Pedro Sánchez, incluso logró en un par de años (1940 y 1968) más del 50% de los votos. En 1994 rozaban el 45%. Ahora los dos principales partidos quedan por debajo del 50%.
En 2014 los socialdemócratas apenas llegaron al 31% (113 escaños), pero aún así pudieron formar gobierno con los Verdes (25 escaños) y el apoyo de La Izquierda (21 escaños). Aún así ha sido una legislatura muy dura en la que se ha enfrentado varias mociones de censura. Los Verdes han estado a punto de quedar fuera del Parlamento con un 4,3% (el mínimo para lograr representación está en el 4%). La Izquierda obtiene un 7,9% de los votos, tres puntos menos que hace cuatro años, de acuerdo con el escrutinio del 95% de los sufragios.
La Alianza que lidera Kristersson quiere, sobre todo, desbancar al centroizquierda del poder. Kristersson, ex ministro de Seguridad Social, es un neoliberal convencido. Cuando fue elegido líder del Partido Moderado, hace apenas un año, aseguró: “Con los años me he vuelto bastante pragmático. Y nos veo como un partido para optimistas: vemos problemas, los solucionamos”.
Para Äkesson la misión es recuperar la patria, que ve amenazada por ese aluvión de refugiados que no comparten sus valores. Se ve como un San Jorge moderno que lucha contra los dragones de la criminalidad y el caos. Quizá entre Kristersson y Äkesson encuentren vías para entenderse. O se queden los dos pendientes de centristas y moderados. Suecia se sumerje en la incertidumbre. “Aquí vivo y aquí quiero morir. Aquí vivo en libertad. Es mi patria”, canta el grupo fetiche de Äkesson, Ultima Thula, en su canción favorita, Fäderneslandet (Patria). Ahora es una patria de destino político incierto.