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Una generación turca sin expectativas

Andrés
Mourenza, El Pais, 19 JUN 2018

El
aumento del paro y la mala calidad de la educación alimentan la desconfianza de
los jóvenes hacia Erdogan
Un joven
pasa bajo un cartel electoral del presidente Erdogan en el barrio estambulí de
Eminönü. En vídeo, jóvenes candidatos en las elecciones parlamentarias. Bulent
Kilic (Afp) / Vídeo: Reuters-Quality

Yilmaz y
Ferhat, de 18 años, matan el tiempo que les queda antes de regresar a la
biblioteca y a los libros estirando el café y los cigarrillos en una terraza
del centro de Esmirna, la tercera ciudad de Turquía. En unas semanas comenzarán
los exámenes de acceso a la universidad —algunos coinciden con las elecciones
del próximo domingo— y están nerviosos por su futuro. Su falta de confianza en
el Gobierno y en el sistema educativo es palpable. “Vivimos en un país que
nos prohíbe entrar en la Wikipedia y censura
internet
, que se pelea con todos sus vecinos y en el que nuestra
moneda cada vez vale menos
“, se queja Yilmaz. “Hace cuatro
años, mis padres me daban 50 liras a la semana (unos 17 euros de entonces) y me
bastaba. Ahora me dan 150 liras (27 euros) y no me llega”, dice. “Temo que nos
pase como a Venezuela, donde el papel higiénico tiene más valor que el papel
moneda”, añade su amigo.

La
educación es uno de los términos más citados por los turcos en las encuestas
como principales problemas del país. Al zapatero Ünal, que tiene tres hijas de
12, 15 y 16 años, le angustia especialmente: “[El presidente Recep Tayyip]
Erdogan ha hecho cosas buenas, por ejemplo hospitales, pero ya es hora de que
se vaya. ¿A mí de qué me sirve que haga puentes o canales en
Estambul
? Yo quiero fábricas, empleo, oportunidades para mí y para
mis hijas. Por el bien de ellas, es necesario un cambio”.
El
sistema educativo es muy competitivo en Turquía. Desde los siete años, los
alumnos turcos se enfrentan a un maratón de exámenes: por lograr plaza en un
buen colegio público, por entrar en uno de los liceos que enseñan en lenguas
extranjeras, por obtener una beca que les permita acceder a la educación
privada… Pero eso no significa que sea de mayor calidad. En el último informe PISA
Turquía puntuó bastante por debajo de la media y quedó en el puesto 49º de los
72 países de la OCDE que participaron, cinco por debajo que en el anterior
informe, de 2012. Es más, en ciencias y en comprensión lectora cayó casi diez
escalones, situándose en los puestos 52º y 50º, respectivamente. Los expertos
lo atribuyen a que la educación turca se basa en la repetición y la
memorización, en lugar de promover el pensamiento crítico y creativo, a las
sucesivas reformas, cinco en los últimos 15 años, tanto en los exámenes de
acceso como en el currículo —que ha visto entrar conceptos como la “yihad” y retirarse
temas dedicados a la “evolución”
— y a las continuas polémicas por la
filtración de las preguntas de los exámenes a las academias privadas
gestionadas por organizaciones islamistas.
Otro
importante factor son las desigualdades entre el este y el oeste del país y
entre los diversos segmentos sociales. Ferhat, hijo de maestros y nieto de
campesinos, nació y se crio en un pueblo de Agri, provincia fronteriza con
Irán: “Mis padres me enviaron a una escuela privada porque en la pública
gastaban más tiempo tratando de mantener encendida la estufa que estudiando.
Pero cuando nos trasladamos a Esmirna me di cuenta de que hasta la escuela
pública de aquí era mejor que la privada de allí. Aún así, como los profesores
de la escuela pública ganan poco (unos 700 euros al mes), los mejores son
fichados por los centros más elitistas”.
La ratio
de aprobados en los exámenes de acceso a la universidad se ha incrementado en
la última década y actualmente cerca del 90% de los dos millones de estudiantes
que participan obtienen plaza, pero solo las notas más altas logran entrar en
universidades dignas de ese nombre, que se cuentan con los dedos de las manos.
“Un alto porcentaje de los universitarios está insatisfecho con el nivel de
enseñanza. Más de la mitad no creen que puedan trabajar en un sector
relacionado con sus estudios y el 75% de los jóvenes que trabajan no están
contentos con su empleo”, explica Fatos Karahasan, autora del libro Abran paso
a los jóvenes, en entrevista con EL PAÍS.
Hasta
hace pocos años, un título universitario era un boleto seguro para obtener un
buen empleo en Turquía. Pero ya no es así, el paro juvenil ha aumentado desde
el 13% al inicio de la pasada década hasta superar el 20% y entre los titulados
universitarios alcanza el 30%. “Yo lo que no entiendo es por qué el Gobierno
continúa inaugurando universidades en cada provincia, si ni siquiera hay
profesores suficientes y los graduados no encontramos trabajo”, se queja Hakan,
un joven de la provincia de Malatya (Anatolia Oriental). “Antes, los jóvenes
titulados iban a la empresa privada porque sabían que allí ganarían más dinero.
Ahora, en cambio, buscan trabajo en la Administración Pública y para ello
tienen que someterse a los dictados del AKP (el partido gobernante)”, denuncia
el diputado opositor Özcan Purçu: “Además, estamos sufriendo una importante
fuga de cerebros”.
¿Cómo
afectará esta situación a las elecciones? La propuesta estrella de Erdogan para
los jóvenes han sido los Cafés Nacionales, cafeterías gratuitas para que los
jóvenes se reúnan, lean o estudien, y “salvarlos” así de las malas influencias.
Un proyecto muy criticado por la oposición, para la que simplemente se tratará
de lugares en los que los desempleados pasarán el rato.
El paro
juvenil entre los titulados universitarios alcanza el 30%
La
investigación de Karahasan revela que, a raíz de la “sobreprotección paterna”,
la nueva generación de turcos es “conformista” y, en su mayoría (84%), se
siente alejada de la política. “Creo que parte de los jóvenes votarán lo que
les digan sus padres —sostiene la autora—. Sin embargo, otra parte decidirá
sobre la base de la información que recibe a través de las redes sociales”. Y
allí, en los nuevos medios, es dónde mejor se mueve una oposición que ha sido
prácticamente exiliada de los medios de comunicación tradicionales.
“Nuestras
encuestas muestran que, en esta región, Erdogan mantiene sus antiguos votantes
pero no consigue nuevos”, explica Ümit Yaldiz, director de Integral Arastirma en Izmir. “Los jóvenes
optan por nuevos partidos o por el candidato socialdemócrata Muharrem Ince,
porque habla en una lengua que entienden”, dice. Las promesas que ha hecho de
un salario garantizado para los jóvenes y más becas públicas también
contribuyen a esta tendencia.
Yilmaz y
Ferhat votarán a la oposición, pero no se hacen ilusiones: “En nuestro
instituto, casi todos los estudiantes se quieren ir del país. Yo también,
aunque no sé si podré costeármelo. Y no es que no amemos Turquía, es que este
Gobierno está creando una generación sin esperanzas”, dice Yilmaz.