General

Se busca médico para recepción de hotel

Laura
Delle Femmine, El Pais, 30 may 2018

El
reconocimiento de los títulos académicos y de las competencias adquiridas en el
extranjero es uno de los grandes desafíos en la integración de los refugiados
Saleh
Abou Saleh, médico sirio refugiado en España. Álvaro García

No es
fácil encontrar trabajo en un país con un 17% de paro.
Pero los estudios, la experiencia y la formación suelen dar un empujón. O por
lo menos esto era lo que pensaba Saleh Abou Saleh cuando llegó a Madrid. Médico
especializado en urología, con 14 años de carrera a sus espaldas y políglota
—habla árabe, inglés, hebreo, español y ruso—, pronto tuvo que rectificar. En
los cinco años que lleva en España no ha logrado homologar sus estudios ni
ejercer la profesión, al igual que muchos otros refugiados que como él huyeron
a Europa recientemente. Ahora se le ha abierto una puerta para ser
recepcionista de hotel. Dentro de lo que cabe, hasta le parece bien. “Solo
queremos trabajar”, zanja.

El caso
de Saleh no es aislado. El reconocimiento de los títulos académicos y de las
competencias profesionales adquiridas en el extranjero es uno de los grandes
desafíos en la integración de los refugiados, explica Thomas Liebig, de la
división de migraciones internacionales de la OCDE. “Y no ocurre solo en
España”, aclara. Tampoco es un problema exclusivo de los refugiados. El
organismo reconoce que el proceso puede ser muy largo y carecer de
transparencia, además de seguir existiendo barreras tangibles aunque muchos
países hayan mejorado sus mecanismos de reconocimiento.
Saleh
tiene 52 años. Vive en Sevilla con su esposa y sus dos hijos, el menor nació en
España. Menudo, ojos azules y pelo canoso, pidió asilo en 2013 tras llegar a
Madrid con un visado de turista. La solicitud se resolvió de manera favorable.
Cuenta con voz baja que su otro hijo, el mayor de los tres, se quedó en Siria.
Murió por una enfermedad cuyo tratamiento no pudo continuar cuando estalló la guerra, en 2011.
Ahí se quedaron también su casa, su coche, su clínica… “Tenía un buen nivel
de vida”, asegura. Afirma con resignación que nunca pensó que podría
convertirse en un refugiado y que ahora intenta rehacerse una vida. En todo
este tiempo, nunca dejó su cruzada para volver a ser médico, pese a lo
complicado de su batalla.
Al
ejercer una profesión regulada —en general, las vinculadas a la salud pública y
la seguridad—, los médicos necesitan una homologación del Ministerio de
Educación —un procedimiento más estricto que una equivalencia, que equipara una
carrera a un campo genérico de conocimiento—, además de acreditar la
competencia lingüística. “El problema principal es que entran en juego muchos
actores, como la Administración Pública y las asociaciones profesionales”,
recalca Liebig, de la OCDE. Añade que países del norte de Europa, como Suecia,
Noruega o Alemania, han abierto canales preferenciales y programas específicos
para refugiados y migrantes. El Ministerio de Educación español no ha
contestado a las preguntas de este periódico sobre si está trabajando para
implementar procedimientos especiales para estos colectivos.
Según los
datos presentados por el Ministerio de Educación, en la primera jornada de
Universidad y Refugio, organizada en marzo por la CRUE  —el organismo que
aglutina a todas las universidades españolas—, en 2017 la Administración
recibió 4.208 solicitudes de homologación y equivalencia de refugiados y
solicitantes de asilo, frente a las 3.193 de 2016. La gran mayoría de
ellas procedían de ciudadanos venezolanos, el colectivo
que más asilo pide en España
. También las solicitudes de protección
internacional aumentaron, de las 15.755 de 2016 a las más de 31.000 del
año pasado, según Eurostat.
Saleh fue
precavido y metió sus títulos académicos en la maleta antes de abandonar
Damasco. Aquí los tradujo, los apostilló, se acompasó a los tiempos de la
burocracia española… Cuando creía tenerlo todo listo, llegó la enésima
petición.
— Me
pedían el plan de estudios. Pero yo estudié en Bielorrusia, cuando todavía era
la URSS.
— ¿Y cómo
lo hizo?
No puede
contener una sonrisa. A estas alturas, hasta a él le suena a chiste.
— Llamé a
la Universidad y… ¡seguía la misma secretaria que entonces!
La mujer
se acordaba de él y le ayudó. Pero los papeles tardaron dos años en estar
listos. Ahora Saleh tiene dos alternativas: esperar y confiar en que la
respuesta del Ministerio sea positiva o recuperar 17 asignaturas —tres años de
carrera—, una opción que de momento ha descartado. Un vecino de Sevilla ha abierto
una petición en Change.org
que ya ha recabado casi 99.000 firmas
para que pueda volver a trabajar como médico.
Iniciativa
universitaria
Valiéndose
de su autonomía, las Universidades españolas están poniendo parches ante la
falta de canales preferenciales para los refugiados que necesiten un
reconocimiento académico para poder seguir estudiando. Licenciado en arte
dramático, el peruano Ronal Cruces no tuvo problemas para hacer un máster e
inscribirse a un doctorado en la Universidad Complutense de Madrid (UCM). “Si
no hubiese podido seguir formándome, ejercer mi profesión y formar mi compañía
de teatro, mi existencia sería penosa”, reflexiona el artista, quien se fue de
Lima hace nueve años tras recibir amenazas por sus obras críticas con el poder.
Ronal
Cruces, refugiado peruano estudiante de la UCM. JULIÁN ROJAS

Entonces,
la Complutense ni siquiera disponía de las herramientas específicas con las que
cuenta ahora. Esteban Sánchez está al frente de la Delegación del Rector para
la Diversidad y Medio Ambiente, que desde 2016 se dedica, entre otras cosas, a
atender a potenciales estudiantes refugiados y solicitantes de asilo.
“Paradójicamente, una persona puede hacer un doctorado sin tener el título
homologado. Pedimos la titulación original solo si es estrictamente necesario y
adaptamos el proceso de selección a la situación del estudiante”, explica.
“Reconocer la licenciatura como vía de acceso es un trámite que se resuelve antes
que la homologación”, asegura Sánchez, quien añade que cada vez más centros
están poniendo en marcha proyectos similares.

“Cada
Universidad ha desarrollado las acciones que ha querido y podido”, resume Sara
Moreno, vicerrectora de Alumnado y Ocupabilidad de la Universidad Autónoma de
Barcelona. Su centro ha establecido un programa de acogida para alojar a
solicitantes de asilo en su campus aunque no sean estudiantes del centro. “Solo
un pequeño porcentaje de los acogidos es también estudiante de la Universidad”,
detalla Moreno. “Además de la documentación, hay un problema de financiación:
no existe ninguna fuente a nivel nacional para que [estas personas] puedan
seguir estudiando”, subraya.
Luis
Calleja, director de la ONG La Merced Migraciones, defiende que “el talento no
es patrimonio de una sola nación”. La entidad que dirige participa en un
proyecto piloto de la Universidad Pontificia Comillas, del que Samuel Maiorana
ha sido el “conejillo de Indias”. Venezolano y licenciado en derecho, asegura
que sin esta iniciativa nunca hubiese podido pagar el máster que está cursando.
Aun así, no todas las historias son exitosas. “Un chico no pudo participar
porque no podía probar sus estudios; otra porque necesitaba trabajar… Aunque
la Universidad pague los honorarios de enseñanza, si no tienes
cubiertas las necesidades básicas
no es una verdadera oportunidad”,
matiza la docente María José Castaño.
Si no
puede ser médico, Saleh estaría dispuesto a ser enfermero o a ejercer otra
profesión relacionada con la medicina. No entiende por qué España le ha
permitido venir si no puede ayudarle. “Si no fuera por mi familia, me hubiese
quedado en Siria, ahora vivimos peor”, lamenta. Pero quiere darles a sus hijos
la posibilidad de tener una vida normal. La que él ha perdido.