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Los indígenas venezolanos a los que Maduro abandona: así sobreviven debajo de un puente

Héctor
Pereira, El Español, 2 junio, 2018

Los
waraos, una etnia amerindia que tradicionalmente ha vivido de la caza, pesca y
recolección, resiste en condiciones de insalubridad. “Aquí no tenemos
nada, no viene el Gobierno a repartir comida”, dicen algunos de los
habitantes.

Una
familia de la etnia Warao en su palafito en la ribera del río Morichal, en
Maturín (Venezuela) Efe

Unos 120
indígenas distribuidos en cerca de 30 palafitos de precaria elaboración
conforman la comunidad de Morichal Largo, un asentamiento de la etnia Warao
ubicado en el sur de Venezuela, que resiste debajo de un puente la miseria e
insalubridad propia de la crisis nacional.

Sin
paredes en sus casas y con la omnipresencia del río que da nombre a la zona
transcurre el día a día para este grupo amerindio que tradicionalmente ha
vivido de la caza, pesca y recolección pero que en los últimos meses ha tenido
que sortear la
escasez
, la crisis, al igual que los otros 30 millones de
venezolanos en su país.
La
cercanía con el puente, también llamado Morichal Largo al igual que la pequeña
escuela, ha significado una ventaja para estos indígenas que sin duda se
enfrentan a serios problemas, pero que no dejan de ser menores frente a las
calamidades que sufren los nativos que habitan en lugares más recónditos.
“Aquí
no tenemos nada, no viene el Gobierno a repartir comida; yo soy indígena, aquí
no viene nadie a ofrecer nada, ni medicinas ni comida. Tengo que matar en una
cacería para mantener a los hijos”, dice Domingo Rodríguez, un warao
quincuagenario padre de cinco niños. El hombre, conmovido hasta las lágrimas,
se lamenta por “el hambre” y los males que padecen los niños de esta
etnia, como frecuentes vómitos, diarreas y enfermedades en la piel.
Un
palafito es una precaria vivienda de madera sin paredes
que se construye sobre
un río. Efe

Alimentos
básicos insifucientes

Por otro
lado Hernán, que renta su curiara (pequeña embarcación) en las exiguas visitas
de turistas, señala que la “normalidad” se ha mantenido en el sitio
con la caza nocturna de chigüires
y la pesca diurna de “lo que sea” que haya en el río. Este warao de
43 años y padre de 10 menores es también el cocinero de la escuela y un
respetado miembro de la comunidad en la que, según sus cuentas, hay unos 30
niños y unos 20 ancianos; lo que deja en cerca de 70 el número de
“adultos” o, más bien, de personas en edad de casamiento y
reproducción.
Al
ahondar sobre la dieta que actualmente ingieren sus vecinos, Hernán admitie que
el consumo de productos de primera necesidad se ha vuelto esporádico, y que
cuando hay enfermos el cacique gestiona la atención médica en el ambulatorio
más cercano (a unos 10 kilómetros) o mediante algunas hierbas en caso de no
conseguir los fármacos indicados.
Uno de
los docentes aseguró a Efe ser el único de los ocho trabajadores de la escuela
que pudo llegar ese día hasta el lugar, proveniente de la ciudad petrolera de
Maturín ubicada a unos 100 kilómetros, debido a la casi total paralización del
transporte público, una realidad
palpable en Caracas y el resto del país
.
A la
escuela para comer
De los
120 alumnos inscritos, explica el profesor que no quiso ser identificado,
asisten a diario en promedio unos 50 niños, entre otras razones por la lejanía
de algunos asentamientos y por la cultura warao que favorece el casamiento
temprano por encima de la educación. “Vienen a la escuela sobre todo por
la comida”, subrayó el docente que llamó la atención sobre la “alta
deserción” de alumnos a medida que avanzan en edades.
Una niña
warao a bordo de una curiara (pequeña embarcación) en el río Morichal. Efe

Denuncia
también que entre finales del año pasado y comienzos de este año, la mayoría de
los alumnos se enfermaron de gripe y dengue principalmente, mientras que hubo
una veintena de casos de paludismo entre ellos el de una niña que falleció.
Solo este año la organización Kapé Kapé, que defiende a los pueblos indígenas
de Venezuela, ha denunciado la muerte de más de una decena de niños warao y de
otras etnias por enfermedades como la malaria, el sarampión, la difteria y la
desnutrición.

La
insalubridad y el hambre, según la asociación civil, son las principales dolencias
de estas comunidades que se han sumado al éxodo de venezolanos en medio de la
crisis nacional. De los 40.000 waraos que se calcula viven en Venezuela unos
2.000 (el 5%) emigraron hacia Brasil en el primer trimestre del año, según
datos de la asociación civil Kapé Kapé.